Aristóteles no daría crédito a la ligereza conceptual que la ética vive hoy en día. Sobre lo que es o no ético se vierte siempre una gran subjetividad. Lo que para mí es ético puede no serlo para el lector y viceversa. No obstante, creo que hay unos mínimos en los que todos (o casi todos) podemos llegar a estar de acuerdo.
Mi opinión no se mira desde el prisma del futbolista, acostumbrado a ser tratado como diva y cuyo único fin es (lícitamente) perseguir sus intereses. Lo que me pregunto es, en qué piensa Bartomeu para plantearse volver a fichar a uno de los jugadores que peor ha tratado al club.
La esperpéntica salida del brasileño de Can Barsa no la habría firmado ni el mismísimo Luis Buñuel. Primero renovó y después, tras tres semanas de mutismo, intentó depositar el cheque de 222 millones de euros en la Liga y posteriormente en el club. Por la noche colgó un video en Instagram despidiéndose. Aquí paz y después gloria.

Resulta que Neymar, quien posteriormente denunció al club por no pagarle los 26 millones de euros de prima de renovación, fue consciente al poco de llegar a tierras francesas de que había cometido un inmenso error. Y ahora, con 27 años, se ha dado cuenta de que el tiempo pasa y de que no deja de ser un magnífico jugador al que sus opciones de ser Balón de Oro se van esfumando a la velocidad con la que entra dinero en su cuenta corriente.
Y ahí que aparece Bartomeu. Un presidente comido por las urgencias y necesitado de un golpe de efecto que tape el que fue el mayor ridículo de la historia del club junto con un desencanto general de la masa social. Poco cuenta la manera en la que Neymar trató al club si lo que está en juego es aferrarse a la poltrona presidencial.
No tengo dudas de que Neymar triunfaría de nuevo en el Barsa, la cuestión es si un club que presume de valores debería dejar la ética a un lado para postrarse al cortoplacismo de la mano de jugadores que no merecen vestir esa camiseta.