Ya voy teniendo una edad y las resacas no son como antes. Duran más y me dejan muy mal cuerpo. Quizá sea esa mezcla entre el paso del tiempo y mi característica falta de buen humor las que me den esta perspectiva. Quizá solo sea una opinión subjetiva apoyada en el fundamento equivocado. Pero algo de mala resaca hay en el post-derbi sevillano. Y hablo de una derrota que nos compete a los unos y a los otros.
Ya vienen malas desde hace tiempo. Primero algún juego de palabras, luego un comentario sutil, después viene alguna cámara inoportuna en algún vestuario exultante, más tarde llega algún comentario grueso o chascarrillo propio de un parvulario, finalmente alguna desfachatez ante unos cuantos micrófonos. Y lo peor es que no encuentro comentarios inteligentes que pongan sentido común en contrario. No hay bomberos que apaguen estas yescas que comienzan a encenderse.
Los desafortunados vídeos de humor simple de Joaquín aparecen contestados con una antideportiva patada de Banega. Todo queda en el campo. No. Joaquín Caparrós no desaprovecha la ocasión para recordarnos qué es lo que hay que hacer en Sevilla. Ya saben, eso de esto es Sevilla y… pues eso. Uno porque provoca, provoca y provoca, y los otros porque responden, responden y responden, para mi todos lo mismo, lo mismo y lo mismo.

Saben perfectamente lo que representan. Saben muy bien que tienen a miles de personas pendientes de sus palabras, de sus reflexiones y que los ven como ejemplos, que ríen con sus ocurrencias o que vitorean, gesto feo, sus acciones violentas. No puedo compartir tan cerriles comportamientos. Nos aborregamos. La sociedad se aborrega y parapeta detrás de ideales, de colores, pero siempre detrás de la masa. La masa esconde la identidad en favor de la indeterminación, pero también entierra al individuo y a sus ideales propios.
Y aun así hay buenas noticias, hacía tiempo que no veía a tantos aficionados del equipo rival mezclados en la grada. Y no presencié incidentes. Alguna barrera vamos tirando. También la percepción de que estamos muy lejos de muletas y botellazos a entrenadores. Pero me entran dudas.
Me entran dudas cuando consulto las redes sociales y ninguna de esas pequeñas unidades de la masa hace referencia a lo que presenció. Un muy buen partido de fútbol, un choque de sistemas mucho más que interesante, las variables que puso en liza cada entrenador, cambios de estrategia, y muchos jugadores de calidad jugando con las camisetas de nuestros equipos. Se puede decir que presenciamos un partidazo con cinco golazos. Tensión, buen juego, competitividad (que yo mismo echaba de menos en alguno de mis artículos en ambos equipos). Fue un señor partido, pero…
Pero los reyes de las redes sociales se acuerdan de manitas y de bufones, de Montellas y de Poyets, de la dureza de las espinillas y de posesiones demoníacas. Inframundos tan personales que jamás pensé que fuesen relevantes. Pequeñeces que logran una difusión inusitada enmascarada detrás de escudos y avatares que nada tienen que ver con el maravilloso mundo creado por James Cameron. Pequeños dictadores poseedores de una razón homologada por varios cientos de seguidores y certificada por el canto de un pequeño pájaro azul.
Ese soterrado enfrentamiento, esas miradas hoscas y esas lenguas mordidas cuando pierdes unido a ese abuso de la burla al ganar me deja muy harto de derbis. Exhausto. Esta guasa sevillana tiene gracia muy pocas veces. Quizá la primera vez. Solo esa vez. Luego hiere. O quizá sea mi característica falta de humor.
¿Después qué queda? Desde aquí, y ya saben que no cojeo del pie más damnificado precisamente, reivindico el noble arte del olvido, que el paso de los días entierre las rencillas pasadas, las duras derrotas y la sangre derramada. La pasión no puede sostenerse en el tiempo sin hacer daño. Y si se usa en exceso se gasta. Guárdenla unos meses porque tendremos la suerte de poder vivirla de nuevo. Y sepan sacarla el día que toque.

A los “Joaquines” les pediría que se olviden el uno al otro, pero que recuerden bien a las instituciones que representan. Que no olviden quiénes son. Que todo poder conlleva una gran responsabilidad y que, si quieren, se vuelva a acordar el uno del otro cuando toque, pero que tengan un poquito más de estilo. Un mínimo estándar. Ambos roles están muy vistos y, aunque funcionen, piensen entre qué tipo de persona lo hacen. Ya son ídolos. Los conocemos bien. De verdad, dejen que sean otros quienes digan las cosas, y no solo es por su bien. Nos han visto en ciento ochenta y pico países, y, en algunos de ellos nos entienden. Por favor.
Me ha costado ser tan directo en esta ocasión. He dudado mucho de si es pertinente lanzar este mensaje tan poco popular. Al sevillista no le gustará que haya metido a los dos en el mismo saco. Al bético me temo que tampoco le agradará la propuesta. Pero creo que todos sabemos a lo que me refiero. De todas formas, por si me piden responsabilidades, recuerden que estoy escribiendo estas palabras con una mala resaca y tengo muy mal cuerpo y muy mal humor. Imaginen si, encima, mi equipo hubiese perdido.