Para celebrar el séptimo aniversario de TresCuatroTres, algunos de los miembros de su equipo recuerdan a aquellos futbolistas con el siete a la espalda que les han marcado.
Cristiano Ronaldo
José Luís Ruiz
Un jugador siempre se hace más grande si tiene competencia. Y coincidir en la época de Leo Messi, uno de los más grandes de siempre, ha espoleado la carrera de Cristiano Ronaldo. Porque su carácter competitivo equilibró por momentos una rivalidad perdida en el plano técnico.
El de Madeira ha sabido compensar la magia del argentino con la excelencia en todas las facetas que admiten mejoras en base al esfuerzo. El jugador más preparado en lo físico de la historia es de ésos pocos capaces de decidir un partido, una liga o incluso una Eurocopa.
Letal en el remate, terrorífico a balón parado, fugaz en el dribbling y su gen ganador definen a la perfección a su juego. Aunque fuera del campo pueda no gustar, con cinco Balones y cuatro Botas de Oro, el portugués pasará a la eternidad como uno de los estandartes de este número mágico. No en vano, siempre será CR7.

Éric Cantona
Pablo Caballero
El Manchester United ha tenido a lo largo de su historia futbolistas muy relevantes con el dorsal número siete, entre los que destacan el cuarteto formado por George Best, Eric Cantona, David Beckham y Cristiano Ronaldo. De todos ellos, me quedo con el delantero francés.
A mediados de los noventa, sin redes sociales que nos mostraran inmediatamente los goles de los futbolistas, muchos esperábamos encontrar en El Día Después algún gol o alguna jugada interesante de los cracks que jugaban en el extranjero, y ahí Eric Cantona era un fijo, para lo bueno y para lo malo. Más de un golazo del marsellés pusieron y más de un encontronazo con rivales, árbitros y el famoso episodio con el aficionado del Crystal Palace.
Polémico, excéntrico y díscolo por excelencia pero un jugadorazo enorme incapaz de dejar indiferente a la gente. Odiado o admirado, yo me quedo con la admiración.

Garrincha
Manuel Infante
Garrincha, un ave muy veloz, aunque excesivamente torpe, que suele ser cazada con facilidad. A Manuel Francisco dos Santos, sus hermanos le impusieron ese sobrenombre. Era zambo, con los pies hacia dentro y la columna vertebral torcida. Su psicólogo lo sentenció con un diagnóstico rotundo: “un débil mental, no apto para desenvolverse en ningún juego colectivo”.
Campeón del Mundo con Brasil en 1958 y 1962, donde fue elegido el mejor jugador del campeonato, Manuel esquivó rivales durante toda su vida. Quizá, harto de tanto menosprecio, se dejó cazar por el tabaco y el alcohol, enemigos demasiado poderosos.
La historia le considera como el mejor regateador de todos los tiempos. Un título honroso que no está nada mal para un ave tan torpe a ojos de sus hermanos. Pero el mejor título lo recibió de la gente, que le consideraba, sin más, como la alegría del pueblo. Aunque esa gente no disponía de la carrera de psicología, quizá por eso le querían tanto.

Luis Figo
Antonio Ros
Se nos pide un siete que haya marcado nuestra vida y para mí fue Luis Figo. Recuerdo cómo a mis 11 años la llegada del portugués a Can Barsa procedente del Sporting de Lisboa supuso una gran ilusión. Conforme pasaron los partidos tenía la seguridad, propia de mi bisoñez, de que con el luso mi equipo ganaría.
El punto álgido se produjo sin duda en la final de la Copa del Rey donde su gol en el prórroga dio el título al conjunto culé. Lo peor fue aquel verano del año 2000 donde entendí que besarse el escudo de la camiseta no era sinónimo de nada.

Rafa Paz
Jorge M. Rodrigo
El número 7 siempre ha estado asociado a grandes futbolistas que por unos u otros motivos nos han marcado. Y a mí me marcó el primer 7 que vi recorrer la banda en un campo de fútbol, al menos desde que tengo conciencia, en una época donde el nombre no acompañaba al dorsal y los futbolistas no eran estrellas del rock. Este futbolista fue internacional con España y disputó el Mundial de Fútbol de Italia 90, realizaba grandes cabalgadas, le vi dar muchísimos centros al área, marcar goles y algún que otro golazo (uno que metió contra el Zaragoza en un 4-0 que viví en directo, incluso, le reportó un coche como mejor gol de aquella jornada).
Pero lo que me marcó de este granadino es que no se guardaba nada, no pensaba en el próximo partido, en dosificar, y jamás le vi desaparecer o borrarse del terreno de juego. Siempre estaba corriendo y luchando, lo daba todo por nuestra camiseta.
Mi padre fue el primero al que le oí acuñar el concepto «jugador de club» y Rafa Paz sin duda lo era y lo pudimos comprobar en las 14 temporadas que estuvo en el primer equipo. Luego probó fortuna en el Celaya de México y le deseamos toda la suerte del mundo, pero su lugar natural siempre fue la banda derecha del Pizjuán donde vi a un 7 correr como nadie y no cansarse jamás. Gracias Rafa por demostrarnos que amabas el Sevilla tanto como nosotros.

George Best
Manuel Infante
“El fútbol es un juego triste”. La frase quizá pudiera pasar desapercibida si fuese pronunciada por cualquier persona. Pero en este caso no es así. Se trata de una de las innumerables citas que nos dejó uno de los mayores talentos futbolísticos de la historia.
A pesar de ser solo 37 veces internacional con su país y no haber disputado ninguna fase final de Mundiales o Eurocopas, George Best asombraba con su fútbol los siete días de la semana y podría ser considerado como una de las siete maravillas, al menos, del mundo futbolístico, ya que su arte con el balón surcaba los siete mares. En definitiva, este irlandés es uno de los más merecidos portadores de un número cargado de magia y misterio ¿Qué hubiese pasado sin esa tristeza?

Raúl González Blanco
Carlos Serrano
Para mí Raúl es un jugador que no ha pasado a la historia como merece simplemente porque ha sido siempre infravalorado por el público. La gente se refería al siete del Madrid como un futbolista con picardía pero carente de técnica. Lo que comúnmente en el lenguaje de la calle se conoce como «un chupapostes».
Sin embargo, tenía algo que yo particularmente no he visto en muchos delanteros. Me refiero al espíritu de sacrificio. Raúl podía perder un balón pero era siempre el primero en recuperarlo. Mientras a otros delanteros de mayor altura o envergadura no se les exigía un gran despliegue físico, Raúl llegó a hacer partidos en el Madrid más propios de un central yendo hasta medio campo si era menester con el único fin de recuperar la pelota.
Al sacrificio se le añade esa capacidad innata de crear peligro donde otros ni se imaginaban. Ya no me refiero a «abrir la lata» o decidir encuentros sino a la maestría del factor sorpresa. Repertorio de tiros con derecha e izquierda, su gran juego aéreo o su mítica «cuchara». Raúl era gol, y el gol era Raúl.

Un recorrido muy variado e interesante con diversos análisis de “7” de características distintas, de perfiles diferentes y por articulistas igualmente con enfoques y gustos personales
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