Hace 11 días empezamos a hablar del origen de los nombres de los clubes de fútbol españoles. Un campo tan amplio como interesante desde el punto de vista lingüístico, pero también desde la perspectiva histórica. Abordamos las nomenclaturas más clásicas, especialmente aquellas que usan el término balompié, las influenciadas por los pioneros de este deporte, los ingleses, y también las ligadas a la monarquía, un hecho casi diferencial en nuestro país. Pero estas tres no son las únicas clases de naming que se han dado en el histórico de nuestro fútbol.
Hoy vamos a hablar de cuatro casos más. Quizás, salvo el primero, los otros tres ámbitos sean bastante curiosos, aunque alguno ya esté prácticamente en desuso. Cuatro opciones por las que tuvieron que optar los fundadores de clubes que, en algunos casos, ya son centenarios.
Los agradecidos gentilicios
Si hay una práctica extendida en este vergel de denominaciones deportivas, ésta es la de usar términos geográficos. En este aspecto, lo más habitual es utilizar directamente el nombre de la ciudad o pueblo al que representa. Aunque, en muchos casos, se ha optado por ostentar el gentilicio de la localidad. Al respecto, podemos encontrar dos opciones diferentes en función del género que se aplique a la entidad: masculino, para clubes de fútbol, deportivos o las ya estudiadas acepciones anglófonas (racing, athletic, etc.); y femenino para las sociedades y uniones, principalmente.
En el primer supuesto, encontramos al Alavés o al Mirandés, ambos de la Liga Smartbank, al Alcoyano o al mítico Logroñés, ahora dividido en dos clubes homónimos. En este sentido, podemos destacar dos casos complejos. Por un lado, el del Espanyol, que hace referencia a un gentilicio nacional, curiosamente catalanizado pese a que nació para defender la inclusión de no catalanes ni extranjeros en el fútbol. Y el de Unionistas, que aunque no se refiere a un topónimo, sí lo hace a los seguidores de un club, la extinta UD Salamanca. En en el segundo supuesto, podemos destacar tres: Ponferradina, Cultural Leonesa y Arandina, azarosamente todos castellanoleoneses.

Cuando el mapa no ayuda
A veces, el uso de topónimos no termina por localizar fácilmente a un club dentro de una localidad. En el caso ya estudiado del Espanyol, porque el núcleo referenciado es demasiado amplio, concretamente un país. O el Levante, que alude a toda una zona dentro del territorio peninsular, y nace en contraposición al vecino Valencia. Por no hablar del moderno Intercity, de nuevo un concepto anglófono. Pero en otras ocasiones, esta disonancia entre denominación y sede se debe a la apropiación de términos que alegan a viejas culturas o incluso elementos locales mucho más concretos que el nombre de una ciudad.
Entre los casos más interesantes podemos destacar tres. En primer lugar, el Celta de Vigo, que usa un gentilicio (podría estar en el epígrafe anterior) referente a toda una cultura ancestral que dejó cierta huella en tierras gallegas. En esa línea podemos hablar del Numancia de Soria, cuyo topónimo se refiere a un asentamiento celtíbero, por lo que la relación con los vigueses debiera ser estrecha. Y por último, del Betis, que va un paso más allá tomando como etiqueta la denominación con la que los romanos conocían al actual río Guadalquivir.
La motivación ante todo
Si el mapa no ayuda cuando los topónimos no son actuales o bien refieren a un territorio amplio, mucho menos lo hace a la hora de localizar clubes cuyas denominaciones se identifican con un aspecto motivacional. Esto es lo que le sucedió a Michael Robinson cuando fichó por Osasuna en los 80 y no encontraba dicho “lugar” en el mapa de España. Normal, ya que la palabra que define al histórico club de Pamplona no habla de ningún enclave, sino que alude al concepto salud, fuerza o vigor, claro está, en euskera. Una anécdota, ya mítica en el fútbol español, que contaba personalmente el desaparecido showman futbolero.
Tampoco hay que olvidarse en esta categoría de los dos rayos. Por supuesto, el primero en adoptar dicha denominación fue el de Vallecas, que nació como Agrupación Deportiva El Rayo, dicen que como contrapunto de la Ferro, institución legendaria y modesta del fútbol madrileño. Más tarde llegaría el de Majadahonda para apropiarse de un término metereológico que podría simbolizar la fuerza y la velocidad. Aunque más explícito es llamar a tu club directamente el Rápido. Hablamos del Rápido de Bouzas, todo un clásico del fútbol vigués. Estos son algunos de los ejemplos de una práctica cuyo esplendor radica en la antigua URSS.
El negocio por delante
Si bien es cierto que en la mayoría de los deportes, los patrocinios pueden ir ligados explícitamente al nombre de los clubes, en el fútbol, o al menos el español, no es habitual. Todo pese a la irrupción de Red Bull en los últimos años, cuyo emplazamiento publicitario tuvo que ser matizado debido al conflicto de intereses, en Leipzig o Salzburgo. Pero en nuestro fútbol, la incorporación de las marcas de sponsors a la denominación de los clubes se limitó principalmente a empresas industriales durante el auge de las mismas en núcleos de población muy marcados por la actividad.

Dentro de esta subcategoría industrial destacan dos clubes asturianos ya desaparecidos debido al desplome del sector secundario en nuestro país. Por un lado, el Hunosa, procedente de la minería y con pasado en Tercera. Pero sobre todo, el Ensidesa, que llegó a representar a la compañía siderúrgica nacional en toda una Segunda División. Tampoco hay que olvidar el papel de la eléctrica Endesa en el fútbol del siglo pasado. Principalmente en el mítico Endesa As Pontes, un clásico del fútbol gallego habitual en la 2ªB de los 90. Por último, debemos citar al Pegaso madrileño, que nació a la sombra de la compañía automovilística y del que salieron jugadores como Juan Sabas, Quique Sánchez Flores o más actual, Jaime Mata.
Interesante artículo como el anterior que ayuda a conocer y analizar muchos de los clubes que pueblan nuestro país y que ostentan nombres más complejos de aquellos que utilizan su ciudad para nombrarse.Me ha gustado mucho.
0