El artículo de hoy requiere cierto ejercicio de abstracción. Porque para poder aprovechar estas humildes líneas es necesario pararse a pensar lingüísticamente hablando y no dejarse llevar por términos archiconocidos para el futbolero. ¿No os ha pasado nunca que al deteneros sobre una palabra que usamos habitualmente se produce una fractura entre el significante y el significado? O, más fácil, para aquellos que ya no recuerdan las clases de Lengua, que la palabra pierde su sentido. Haced la prueba. Pues ese mismo esfuerzo es el que os pido para entender este primer acercamiento a los nombres de clubes españoles.
Todos mencionamos por inercia a los distintos clubes de fútbol sin ahondar en el porqué de su denominación. La pátina del tiempo ha dotado de costumbre a dichas etiquetas. Y eso que en el balompié español contamos con tal crisol de nomenclaturas que ya quisiera manejar hoy en día un actual experto en naming tantas nomenclaturas. Las hay antiguas, modernas, con reminiscencias inglesas, industriales… la variedad es tal que hoy nos sumergiremos en un primer capítulo que aspiramos a extender hasta más allá de nuestras fronteras.
Clasicismo al poder
Aunque el deporte rey se inventara en las islas británicas, cuya influencia trataremos en el próximo epígrafe, y el primer club de la historia radicase en Sheffield, en España el término se tradujo al idioma de Cervantes como balompié. Un sustantivo de uso residual, sólo apto para aquellos que huyen de la redundancia del mayoritariamente extendido fútbol. En la actualidad son muy pocos los equipos que aún conservan el nombre castellanizado. De hecho, en la élite sólo destacan dos: el Real Betis Balompié, luego abordaremos también la realeza, y el Albacete Balompié.

Mención aparte merece la Real Balompédica Linense, que lo transforma como apelativo. Esta práctica puede observarse con otros términos en otras instituciones, principalmente deportiva en las sociedades y uniones, o las exóticas gimnásticas: Segoviana y de Torrelavega. Aunque si hablamos de clásicos, la añadidura por antonomasia, la más repetida en nuestro fútbol actual es club de fútbol o abreviadamente C. F.. Un apellido que aparece en cerca de una veintena de equipos de las dos primeras divisiones españolas.
Made in England
Una amplia nómina de clubes españoles hacen gala en su nomenclatura de las reminiscencias inglesas que los pioneros de este deporte legaron en nuestro país. En algunos casos, estas referencias a los inventores del once contra once aparecen más disimuladas, como sucede con el Sevilla o el Barcelona, que recogen una estructura gramatical anglosajona como es fútbol club. Esta coletilla, por delante o por detrás, no deja de ser una españolización de la construcción football club que predomina en las islas británicas.
Sin embargo, los casos más señalados son los que usan directamente palabras inglesas. Entre ellas, podemos destacar al Athletic Club, el único equipo que recuperó el término inglés tras la castellanización obligada por la dictadura. Otro término de procedencia inglesa es sporting, que curiosamente se usó por primera vez fuera de UK por el equipo de Gijón, ya que, lejos de los postulados de algunos, los portugueses de Lisboa y Braga son posteriores. O racing, que tradicionalmente se atribuía a instituciones provenientes del mundo del motor y cuyo precursor fue el olvidado Racing Club de Francia y en España el Racing de Santander.
Un deporte muy real
Si hay un hecho diferencial en el fútbol español en lo que se refiere a denominaciones, éste es el de la gran proliferación de clubes con el apelativo real en su nombre. Hasta 25 clubes españoles conocidos, por no hablar de los desaparecidos, ostentan dicho reconocimiento gracias, principalmente, a la afición por el fútbol de Alfonso XIII. Su reinado coincidió con la explosión fundacional vivida por el país a principios del siglo XX y las instituciones le solicitaban dicha etiqueta a cambio de ocupar la presidencia de honor. Aunque el que, curiosamente, es el último nombramiento real fue otorgado por el emérito Juan Carlos I al Gara tinerfeño en 2012.

Todos estos clubes sufrieron durante el corto período republicano una transformación tanto en sus denominaciones como en sus escudos para huir de todo aquello que los relacionara con la monarquía. Sin embargo, hay que puntualizar que la aparición de la corona en los emblemas no necesariamente se debe al carácter real del club en cuestión. Muchos se han apropiado del elemento que sí aparece como tal en los blasones de las ciudades en las cuales radican. Sea como fuere, la denominación real de nuestros clubes sólo podría compararse, y desde una distancia importante, con el caso belga.
En dos semanas, seguiremos ahondando en este apasionante tema: los nombres de los clubes de fútbol.
Simpático e interesante artículo que nos ayuda a pararnos un poco y profundizar en el uso cotidiano de palabras aparentemente vacías,cuyo origen no solo desconocemos en parte o en todo,sino que suelen tener su historia u origen más allá de darle nombre o complementar el de nuestro equipo.
0