Este fin de semana se disputó en Roma la Ryder Cup de golf. Para quienes no la conozcan, se trata de una competición bienal en la que se enfrentan los doce mejores golfistas de Estados Unidos frente a los doce mejores de Europa en 28 partidos con diferentes formatos (que no me extenderé explicando), de manera que el primero que alcance los 14’5 puntos se proclama ganador. En caso de empate a 14, repetiría título el ganador de la edición anterior. En este caso, venció Europa por 16’5 a 11’5 puntos. Al ser la organización rotatoria entre ambos contendientes, la próxima edición será en 2025 en el estado de Nueva York.
No soy ningún gran aficionado al golf. Más allá del minigolf, tan solo he cogido un palo en una ocasión y no sigo el calendario de torneos habitualmente. Pero sí es cierto que esta competición en concreto atrae mi atención desde que con 19 años me enganché en la edición disputada en Valderrama (Cádiz), allá por 1997. Desde entonces, y con el punto álgido del llamado «Milagro de Medinah» en 2012 (busquen documentales sobre el tema, porque merece la pena), procuro seguirla.
¿Por qué? En fútbol todas las competiciones, con mayor o menor intensidad, tienen un ambiente similar. En competiciones como la Ryder Cup, o como era antes el caso de la Copa Davis en tenis, el ambiente que rodea al deporte en cuestión cambia completamente. Cambia radicalmente el comportamiento del público y de los jugadores, se celebra cada hoyo como un gol y hasta surgen roces en lo que habitualmente es un deporte de caballeros.
Además, para los españoles, tiene el plus de la figura de Severiano Ballesteros. Una especie de Míster Ryder Cup, por el que, dicen, se cambió el formato inicial, que era de enfrentamiento entre Estados Unidos e Inglaterra, para incluir a toda Europa. Fue jugador fundamental y luego capitán (una especie de entrenador), para ahora, doce años después de su muerte, seguir siendo icono e inspiración para el equipo europeo.
Sería bonito que en fútbol hubiera algún tipo de enfrentamiento parecido, con tanta intensidad por ambos contendientes. Si bien queremos aprovechar la actualidad de esta Ryder para traer a la palestra lo más interesante de los diferentes duelos entre Europa y América. Algo diferente al formato Ryder, ya que en lo referente al fútbol se trata fundamentalmente de Sudamérica, dejando de lado a Estados Unidos, que es el rival en golf.
Empezamos por el que seguramente es el torneo más mítico que haya enfrentado a europeos y sudamericanos. Se trata de la Copa Intercontinental, que entre 1960 y 2004, enfrentó al campeón de la Copa de Europa (posteriormente Champions League) con el campeón de la Copa Libertadores. Hasta 1977, se disputó con partido de ida y vuelta en casa de cada campeón, pero desde 1979 hasta 2004, se jugó a partido único en Japón.
Por sorprendente que pueda parecer, sobre todo desde el punto de vista actual, de las 43 ediciones disputadas lideraron el marcador los sudamericanos por 22 títulos a 21 de los europeos. Los nueve títulos de equipos argentinos y los siete de italianos son los máximos por países de cada continente. En cuanto a clubes, cinco empatan a tres títulos: los europeos Milan y Real Madrid, y los americanos Peñarol, Boca Junior y Nacional de Montevideo. Como curiosidad, señalar que el máximo goleador histórico de la competición fue nada menos que Pelé, con siete goles en tres partidos disputados.
Siempre se consideró un título más codiciado desde el punto de vista sudamericano que desde el europeo, y con la inclusión del resto de Confederaciones en el formato de Mundial de Clubes que se originó en 2005, quedó aun más desprestigiado. Más aun, desde el momento en el que la bajada de competitividad de los clubes de Sudamérica hizo que no fueran rivales. Van 18 ediciones, de las cuales los clubes europeos han ganado 15, entre ellas las diez últimas. Mientras, los sudamericanos han vencido en tres y no han llegado ni tan siquiera a la final en otras seis.
En cuanto a las selecciones, existió ya en este siglo algo parecido al Mundial de Clubes, que fue la Copa Confederaciones. Estrenada en 1992 en Arabia Saudí como Copa Rey Fahd, convertida en Copa Confederaciones en 1997 bajo el auspicio de la FIFA, y extinta en 2017, disputó diez ediciones. A partir de 2001, se convirtió en una especie de ensayo organizativo de los Mundiales, ya que se fue celebrando en el mismo país que al año siguiente sería sede del mayor evento del planeta fútbol.
En su palmarés destaca Brasil, con cuatro triunfos, y solo un equipo más, Francia, con dos títulos, repitió campeonato. A pesar de su corta y errática historia, y de no haber calado demasiado hondo en el imaginario de los aficionados, ha dejado momentos memorables. Como el hecho de que Estados Unidos llegara a su primera final de un torneo oficial intercontinental en 2009, para caer ante Brasil, o el hecho de que la selección española campeona de todo diera su primera sensación de debilidad en 2013, siendo vapuleada por Brasil. Pero el más triste y probablemente el más recordado de todos sería el fallecimiento del camerunés Marc – Vivien Foe durante la disputa de la semifinal ante Colombia de la edición de 2003.
De alguna manera, el precedesor y sucesor de esta Copa Confederaciones fue y está siendo el mismo. Una competición entre las selecciones campeonas de Eurocopa y Copa América, que en un principio se llamó Copa Intercontinental de Selecciones, que también se le llamó Copa Artemio Franchi, y que se retomó el pasado año con el pegadizo nombre de Finalissima.
Con un par de ediciones previstas y luego canceladas, podemos decir que, de manera más o menos oficial se ha disputado tres veces (1985, 1993 y 2022) y otras tres de forma amistosa (1989, 1998 y 2013). Pero, ciertamente, el buen nivel de esa última edición de 2022, en la que Argentina venció 3-0 a Italia en Wembley, animaría a que siguiera reeditándose. En las oficiales, Argentina ha vencido en dos y Francia en una, mientras que en las amistosas, Brasil se ha llevado dos por una de España (en 2013 en Catar ante Uruguay).
Pero lo más parecido a la Ryder Cup en cuanto a concepto serían los amistosos, bastante «festivaleros», que se han disputado en algunas ocasiones entre una selección de jugadores europeos contra una selección de jugadores americanos. Buceando en la historia, encontramos cuatro amistosos de ese tipo, en los años 1973, 1990, 1995 y 1997. La sobrecarga del partido y el mayor cuidado de los clubes a la hora de «prestar» a sus futbolistas para cualquier «pachanga» desmontó la posibilidad de reeditar estos partidos en el actual siglo.
El de 1973, celebrado en el Camp Nou, contó con un buen elenco de estrellas. Se trató de un partido benéfico celebrado con el beneplácito de FIFA y, aunque siempre estos partidos llevan una serie de jugadores de «relleno», que no estarían en una auténtica selección continental, este de 1973 juntó como entrenadores a Kubala y Zagallo, a estrellas como los españoles Iribar, Sol, Asensi y Pirri, junto a otros europeos como Fachetti, Eusebio o, por encima de todos, Johan Cruyff. Por parte de los americanos, destacan nombres como los de Sotil, Quique Wolf, Luiz Pereira, Chumpitaz o Teófilo Cubillas. El partido terminó con un espectacular 4-4 que se resolvió a favor de América en los penaltis. Como curiosidad, en la campaña de publicidad que lanzó el club blaugrana con motivo del partido, se popularizó la famosa expresión «Més que un club».
En febrero de 1990, en Japón, se jugó la llamada Copa Tokai, entre Europa y América. Curiosamente, el día antes de que en Sudáfrica se anunciara la futura liberación de Nelson Mandela. Allí se juntaron por el lado sudamericano jugadores como Kempes, Zico o Sócrates con Bilardo en el banquillo. Mientras que por el europeo brillaban el portero Schumacher, Rumenigge, Belanov o Altobelli, con algún «refuerzo» ramdom, como el del camerunés Roger Milla. Se trata de un amistoso del que casi no ha trascendido información y que buscaba promocionar el Mundial de ese año entre el público japonés. El resultado final, 4-2 a favor de América.
El 7 de noviembre de 1995, en el Camp Nou, se celebró un partido entre las selecciones continentales a beneficio de Unicef. En el mismo, hubo un poder de convocatoria algo menor que en los anteriores, y se centró en bastantes jugadores de relleno del Barça, club organizador. Por ejemplo, en Europa, nombres como Abelardo, Amor o Korneiev parecen un poco fuera de lugar. Incluso en España, lo más nombrado de aquel partido fue el hecho polémico de que dejara de lado a Iván de la Peña en la convocatoria europea, dado el choque entre jugador y entrenador que se venía dando.
Aun así, el equipo europeo, entrenado por Cruyff y Arsenio Iglesias, contaba, además de con estrellas barcelonistas como Guardiola, Koeman o Stoitchkov; mientras que el equipo americano, que acabó venciendo 4-3, contaba con la gran actuación de Romario, que brilló junto al argentino Diego Latorre, con los míticos colombianos Higuita y Valderrama, y la nota exótica del estadounidense Alexi Lalas.
El de 1997, en Marsella, fue un partido entre Europa y el Resto del Mundo, no específicamente América, pero dado que el gran brillo de aquel partido lo tuvieron la pareja de delanteros formada por Batistuta y Ronaldo batió a los Costacurta, Hierro, Balakov, Ince, Kluivert, Boksic o, por encima de todos, Zidane, podríamos incluirlo en este listado. Un buen epílogo para estos partidos entre continentes.
¿Qué les parecería poder contar con partidos, más o menos serios, entre selecciones de los continentes europeo y americano? Aparte de que es imposible en la realidad por la escasez de fechas y el miedo de los clubes a perder a sus jugadores por un partido de este tipo, podría ser bonito.
Mientras tanto, siempre nos quedará el modo de juego Desafío Europa vs América que incluía el PCFútbol 6.0 de 1997, en el que podíamos escoger a jugadores de uno u otro lado para hacer un auténtico partido de las estrellas a nuestro gusto.
Muchas competiciones,un calendario apretadisimo y un interés más bien escaso por parte de aficionados,instituciones federativas y clubes son el motivo para la no consolidación de estos torneos y su fracaso patente.
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