El espectador culé, que asistía año tras año al cada vez más gélido Mini Estadi, no salía de su asombro cuando Eusebio Sacristán mantenía en el banquillo durante varias jornadas a un chaval algo sobrado con el esférico pero llamado a ser uno de los elegidos para la gloria en el primer equipo blaugrana. Gerard Deulofeu Lázaro (Riudarenas, Gerona, 13 de marzo de 1994) no encontró acomodo en el primer equipo entrenado por el Tata Martino y se marchó decidido al Everton de un técnico con pasado blaugrana y convencido en hacerle estallar y formarlo como una futura estrella para beneplácito de la entidad de la Ciudad Condal.

Tras un inicio en el banquillo, los entendidos decían que era el período lógico para acostumbrarse al fútbol inglés, más físico y menos técnico. Una racha goleadora en los siguientes partidos lo convirtieron en un ídolo fulgurante para los seguidores del equipo inglés, algo escépticos a lo realizado hasta el momento por el delantero español. Sin embargo, cuando mejor se encontraba, una inoportuna lesión le privó de acabar la primera parte de la temporada sobre los terrenos de juego. Desde la recuperación de su lesión no gozó de la misma continuidad de inicio y volvieron a asomar las dudas.
Con la llegada de Luis Enrique como timonel de la nave culé, una de las primeras decisiones fue repescar al hijo pródigo, se decía que Lucho le iba a dar los minutos necesarios para competir con garantías contra el resto de la delantera culé. Nada más lejos de la realidad, compartió los primeros partidos al lado de jugadores del filial blaugrana, destacando por ser un futbolista más hecho, a su lado Munir y Sandro, otras dos grandes promesas del filial, destacaban por su lucha diaria.
Poco antes del cierre del mercado llegó la sorpresa, Luis Enrique lo cedía por no colaborar demasiado en tareas defensivas. Su llegada a la entidad sevillista se antojó un regalo, dada su calidad, para un jugador que en principio estaba destinado a retos de mayor entidad. Hasta la fecha Unai Emery no le ha dado el protagonismo que se esperaba, aunque bien es cierto que en las últimas jornadas es más asiduo a comenzar las contiendas entre los once elegidos.
A final de temporada será el momento de determinar si Emery ha conseguido encauzar el difícil carácter del delantero, más propenso a encarar el área rival que a esforzarse en ayudar al compañero, o si las poco entendibles decisiones de Eusebio de reservarle hueco en el banquillo del filial estaban plenamente justificadas.

El caso de Gerard nos recuerda otras situación parecida, la de uno de los máximos exponentes de «jugador estrellado». Bojan Krkić Pérez (28 de agosto de 1990, Lérida, España). En las siete temporadas que estuvo en el fútbol base del F. C. Barcelona, superó los 800 goles, siendo uno de los máximos goleadores de la historia en todas las categorías del club. Estas cifras las consiguió a pesar de haber militado siempre en categorías superiores a las que le correspondería por edad.
Tras cuatro temporadas en el club, en las que no consiguió asentarse, y una única convocatoria por la selección española, con el poco ético motivo de evitar que pudiese jugar con Serbia, tuvo que marcharse a defender su calidad en otros equipos. Tras un paso anual por la Roma, el Milán y el Ajax, este año ha pasado a defender los colores del Stoke City inglés. Un claro caso de gran promesa que no cumplió las expectativas.
Esperemos que dentro de unos años no tengamos que decir que Gerard hizo bueno a Bojan, será una buena señal tanto para la entidad blaugrana como para la selección española ya que su calidad técnica y su poder de desequilibrio es innegable pero en el fútbol actual, cada vez más físico, solo pequeños privilegiados como Cristiano Ronaldo y Lionel Messi, y en cada vez menos ocasiones, pueden permitirse el lujo de desconectar momentáneamente de sus obligaciones defensivas.