Terminó el Mundial de Catar 2022. El que se jugó a contrafechas y se concedió con gestiones por debajo de la mesa. Pero también será el Mundial de Messi, el que le encumbra definitivamente al primer escalón (más o menos compartido, según gustos) de la historia del fútbol mundial.
Así, el cuadro de honor del Mundial se completa con Francia como subcampeona contestona y con mucho futuro, y con las agradables sorpresas de los croatas y los marroquíes como terceros y cuartos. Mientras llega el Mundial de 2026, toca irse poniendo al día con lo de casa, que tendremos que retomar poco a poco. Habrá que ver cómo afecta este mes en Catar a las competiciones de clubes.
La tercera de Argentina es la primera de Messi
Pues, definitivamente, dos de las máximas favoritas se citaron en la final. El actual campeón frente a una de las selecciones que encabezaban las apuestas antes del torneo. Pero era algo más que eso, era un duelo con dos cabezas de cartel muy marcadas, con mucho aire de pasado frente a futuro, aunque las dos estrellas se mezclen en el presente. Aunque odie estas simplificaciones, olía mucho a Messi contra Mbappé.
Fue una final espectacular, sobre todo por el vaivén de emociones y alternativas que se vivió. Empezó dominando claramente Argentina, que cerraba los caminos a Francia con una disposición en el campo muy inteligente por parte de Scaloni. Molina y la ayuda de De Paul para frenar a Mbappé. Enzo y MacAllister arrasando con cualquier intento de moverse por la medular, incluso ahogando a Griezmann, catalizador del juego de ataque de Francia durante el campeonato. Romero saliendo a anticipar, Giroud anulado por Otamendi y Dembélé echando la siesta.
Mientras, en ataque Argentina buscaba a Messi en cualquier situación y él cruzaba el balón a la izquierda para incluir a Di María. El veterano extremo le dio la tarde a Koundé, que reclamaba ayuda por parte de Dembélé porque se veía solo ante el peligro. Eso sí, cuando la ayuda de Dembélé llegó, en el minuto 23, fue para cometer un absurdo penalti sobre el propio Di María. Messi lo batía a Lloris y la albiceleste tomaba una merecida ventaja.
Poco más de diez minutos tardaron los sudamericanos en aumentar ventaja. Robo en defensa y salida rápida entre Messi, un Julián Álvarez que volvió locos con su movilidad a los defensas galos, y el imperial MacAllister, que tuvo la sangre fría de ver a su izquierda a Di María para que batiera a Lloris. Impresionante Mundial de Julián, Enzo y MacAllister, que no partían como titulares y han sido fundamentales. Muy bien también Scaloni, que se atrevió a darles los galones que no tenían de antemano.
Un 2-0 a los 35 minutos que hacían pensar que si no cambiaba mucho la dinámica de los dos equipos, la final estaba finiquitada. De hecho, pudo haber algún gol más antes del descanso a pesar de los cambios de Deschamps, que sentenció a Dembélé y Giroud a los 40 minutos sustituyéndolos por Kolo Muani y Thuram. Un cambio que ante Marruecos le dio un nuevo aire.
Empezó el segundo tiempo con más pinta de llegar el 3-0 que el 2-1. Aunque Argentina iba pensando más en guardar la ropa que en aumentar ventaja, y Francia seguía sin encontrar salida. El problema para la albiceleste fue que algunos de sus jugadores claves, como Messi, Di María, De Paul (que hizo más kilómetros que el avión que les llevará de vuelta a Argentina) o Julián Álvarez, que iba perdiendo duelos con los centrales franceses.
Así, a diez minutos del final, con la afición bonaerense llegando ya al Obelisco y los franceses haciendo las maletas, un balón largo de Mbappé a Kolo Muani encontró un momento de duda de Otamendi. El del Eintracht se adelantó y provocó un penalti que daba a Francia la opción que hasta entonces no había tenido, la de meterse en el partido. Mbappé no falló, como tampoco lo hizo un minuto después, cuando bajó un balón en la frontal, tiró la pared con Thuram, mientras Molina se dormía en la marca y empataba el partido con un potente disparo cruzado. Dos chispazos y final empatada. El aire que le dio la salida de Coman y Camavinga, muy bien en el lateral izquierdo, más estos dos inesperados goles hicieron pensar que en los diez minutos que quedaban podía hundirse Argentina y vivir el drama de perder una final con 80 minutos de juego muy superior a su rival.
Aguantó el campeón de América, e incluso en la prórroga se sobrepuso y volvió a dominar. Algo difícil cuando te empatan una final que ves ganada. Lautaro erró alguna buena oportunida, incluida una combinación con un Messi que se había vuelto a echar el equipo a la espalda y un Enzo que seguía teniendo gasolina. El potente disparo del delantero del Inter se encontraba con una gran parada de Lloris, pero el rechace lo aprovechaba el diez rosarino para anotar el 3-2 en el principio de la segunda mitad de la prórroga. Argentina ganaba la final por segunda vez, pero no por última.
Con la final en niveles épicos y jugadores agotados (la imagen de Varane cayendo completamente exhausto en línea de fondo fue muy representativa), en el 117, Montiel rechazaba con el brazo un disparo a la salida de un córner. Mbappé, principio y final del ataque francés en el partido, tiraba de poso y aprovechaba para volver a empatar a tres a última hora. Pero aun hubo más. A segundos del final del descuento, Kolo Muani empalaba de volea en el área ante Emiliano Martínez, que se tornaba héroe al sacar con el pie izquierdo un balón que era el título para Francia.
Dejó el portero argentino algún gesto arrogante y chulesco para la tanda de penaltis. Muy dado al juego psicológico, no se si desestabilizó a sus rivales, pero le detuvo el disparo a Coman y vio como Tchouameni la tiraba fuera. Montiel asumió la responsabilidad del cuarto lanzamiento que fue el definitivo, el que dio a Argentina su tercer título mundial.
Queda Mbappé como máximo goleador del torneo. Con 23 años tiene un título y una final en Mundiales. Ahí es nada. Y todo un futuro por delante en el que su inmensa potencia aparece como máxima candidata a dominar el panorama del fútbol.
Fue el título de Messi, sin duda alguna. Nombrado mejor jugador con total merecimiento, acabó con el debate de los últimos lustros que le comparaba con Cristiano Ronaldo. El final de sus carreras hace irrelevante esa discusión. Solo los muy exaltados podrán seguir manteniendo que Cristiano (otro de los mejores de la historia) es mejor que Leo Messi. También el título de Messi por decisión de sus compañeros. Incluso de los aficionados argentinos. Se notaba en el equipo un interés por pelear hasta el límite no ya por la gloria de ser campeón, no ya por el honor de la patria, sino para darle a su capitán, en la última oportunidad, el título que pensaban que se merecía.
Otra cosa es la comparación con Maradona. Un mal derivado de esta sociedad que busca el consumo rápido de ideas y conceptos. Un debate injusto para los dos. Parece obligatorio poner a discutir a los dos «dieces» benditos del fútbol argentino. Negar a Messi su grandeza porque Maradona ganó un Mundial tirando del carro de un equipo no especialmente brillante es no darse cuenta de que ganar títulos de este nivel depende muchas veces de pequeños detalles. Que duda cabe de que Maradona era enorme, un mito, casi un dios. Pero Messi también se habría ganado esa eternidad aunque ayer hubieran caído en los penaltis. Igual que es innegable que el carisma de Diego, para lo bueno y para lo malo, no está presente en Leo.
Ahora, es cuestión de gustos preferir a uno u otro. Pero esta generación de aficionados argentinos tiene a su dios, como lo tuvo la generación anterior. Porque se puede debatir si en mayor o menor medida que Maradona, pero está claro que Messi asumió el peso del juego de este equipo y que, sin él, sería impensable que hoy fueran campeones.
Personalmente, me alegro. Creo que Messi merecía un Mundial y merecía ganarlo así, como máxima estrella y dejando para la historia cerrados los debates que le han rodeado. Porque ha sufrido mucho por las comparaciones o por su supuesto mal desempeño con la albiceleste. Ahora ¿quién se atreve a dudar de Messi?
Honores para los finalistas de consolación
En cualquier Mundial, el tercer y cuarto puesto es un mal innecesario, un partido que siempre parece más lógico que se hiciera desaparecer. En el caso del Mundial de Catar, ha podido servir de homenaje a, probablemente, las dos selecciones más meritorias del torneo.
Croacia se impuso por 2-1 a Marruecos, elevándose al tercer escalón del podio del fútbol mundial y haciendo ver que, teniendo en cuenta que habitualmente rinde por encima de las expectativas, tal vez deberíamos tenerles más en cuenta cuando arranca un gran campeonato.
Por su parte, Marruecos rompió el techo de cristal de las selecciones africanas. Metió por primera vez en semifinales a un equipo de ese continente deshaciéndose de Bélgica, España y Portugal por el camino. Una selección magrebí que ya consideraba un éxito pasar la fase de grupos, se vio peleando con Francia el paso a la final en un partido que decidió la calidad individual gala más que el desempeño de ambos equipos.
Croacia, a partir de ese centro del campo con Brozovic, Kovacic y el incombustible Luka Modric, ha creado un equipo muy bien trabajado y con jugadores muy interesantes que le auguran continuidad. El portero Livakovic, un Gvardiol con madera de estrella en defensa, el liviano lateral Juranovic, el siempre peligroso Perisic o el aun joven Lovro Majer son piezas que tendrán que mantener la bandera cuando falte el líder Modric.
Mientras, Marruecos ha acabado con el mito de que las selecciones africanas son anárquicas. Probablemente el equipo que ha tenido las ideas más claras y mejor ha trabajado durante el campeonato. Aunque haya llegado al final desfondado, sin gasolina y con lesionados por doquier. Un equipo que ha sabido atacar y defender cuando le ha correspondido cumplir con cada uno de esos papeles. Quedará en la memoria como la opción romántica que casi todos defendimos en algún momento del Mundial.
El partido por el tercer y cuarto puesto no es que tuviera mucha historia. Se adelanto Croacia con un cabezazo de Gvardiol en bonita jugada de estrategia y empató otro central, Dari también a balón parado. Todo ello en menos de diez minutos.
Luego el globo se desinfló y bajó el ritmo. Aunque al filo del descanso, Orsic anotó el definitivo 2-1 con un precioso disparo cruzado sobre Bono al palo contrario. En el segundo tiempo, algún intento de Marruecos, con las pocas fuerzas que le quedaban, pero no consiguió alargar esta final de consolación. Eso sí, acabaron los leones bastante enfadados con la actuación del árbitro catarí, dejando alguna fea imagen tras tantos buenos momentos que nos habían dado durante el torneo.
El once ideal
Tal y como hice en la fase de grupos, o como hizo mi compañero Jose Luis Ruiz centrándose en las decepciones, me atrevo a esbozar un once ideal muy personal, incluyendo a los jugadores que más me han transmitido, aunando méritos personales y colectivos, y que admite retoques y sugerencias.
En la portería tengo que estar de acuerdo con el premio de Guante de Oro y coincido en alinear al Dibu Martínez. A pesar de algún gesto que le sobró, y de no haber tenido demasiadas grandes paradas a lo largo del torneo, estuvo en el minuto 123 de la final para sacar un balón a bocajarro a Kolo Muani y paró el penalti de Coman. Y esas dos acciones valen por un título mundial. También salvó a su equipo en los cuartos contra Países Bajos. Aunque cualquiera de los cuatro porteros semifinalistas podría haber sido elegido, nos quedamos con el campeón.
En defensa, una línea de tres formada por Theo Hernández en la izquierda, Josko Gvardiol en el centro y Josip Juranovic en la derecha. Para el lateral zurdo no ha habido grandes opciones, por lo que premiamos a un jugador que arrancó como suplente de su hermano y que por lesión de éste ha demostrado su gran potencia, aunque en la final estuvo algo perdido. Para el central, sin duda, una de las sensaciones del torneo. Gvardiol llevaba un par de años sonando con fuerza, pero ha dado el portazo definitivo para colarse en la agenda de los grandes de Europa. Igual que Juranovic, que brilla en el Celtic, pero que demostró estar para mayores desempeños.
En el centro del campo, sería difícil colocarlos en un esquema real, pero la pizarra lo aguanta todo, así que me quedo con Amrabat, MacAllister, Modric y Bellingham. El marroquí llegó siendo un desconocido, pero comandó a su equipo como si fuera Lothar Matthaus y hubiera jugado cinco mundiales. Algo parecido sucedió con MacAllister, un campeón del mundo que entró de rebote en la lista. Apareció tras el desastre frente a Arabia Saudí para no volver a bajarse del tren. Modric está ahí porque vale para todo y todo lo hace bien, además, es de esos jugadores que generan respeto en propios y rivales. Un tipo normal con un don especial. Como también tiene que aparecer en esta lista otro de los que marcará el futuro del fútbol mundial. De Jude Bellingham nadie diría que tiene 19 años. Entiende un fútbol como un veterano y domina los recursos necesarios para cada parte de la cancha.
En ataque, aunque su final fue deficiente, hay que incluir a Griezmann en ese papel de mediapunta que cada vez asume más y mejor. Reparte juego y tiene calidad y desborde para romper líneas rivales. Cerca de él cualquier compañero es mejor. Completan los dos máximos goleadores y mejores jugadores de este Mundial. Kylian Mbappé, con ocho goles, ha estado cerca de volver a coronarse campeón con Francia en su segunda aparición en el Mundial con solo 23 años. Viendo los buenos jugadores de futuro de su selección, los números que esta bestia puede conseguir en campeonatos mundiales serán estratosféricos. A sus 35 años, estaba ante su última oportunidad, y Leo Messi la aprovechó. Fue el mejor y demostró ser de los mejores de la historia. Fue, sin duda su Mundial.
¿Qué nos deja el Mundial?
Se terminó el Mundial de Catar de 2022 y nos deja muy poquito desde el punto de vista estrictamente futbolístico. Más allá de la confirmación de Messi sobre Cristiano en el debate de las últimas décadas, nos deja a Mbappé como heredero a ese trono y a Francia como selección con más futuro.
También varios cambios de timón en selecciones importantes. Empezando por Luis Enrique en España, también se marchan por la puerta de atrás Roberto Martínez en Bélgica, Fernando Santos en Portugal, Flick en Alemania o Tité en Brasil. Habrá que esperar a ver lo que ocurre con Deschamps.
Una de las noticias fue la suplencia de Cristiano en los dos últimos partidos, contra la que poco pudo oponer desde el punto de vista futbolístico dado su rendimiento, aunque quisiera aprovechar la eliminación de su selección para cargar contra la decisión de no contar con él de arranque.
Para siempre quedará el recuerdo del torneo realizado por Marruecos. Y una final que ha sido de las más emocionantes de la historia en su resolución. También algún que otro detalle feo de los sobreexcitados campeones en su eliminatoria frente a Países Bajos o en la final.
No olvidaremos que en la histórica foto de Messi levantando la copa aparece vestido con una túnica típica de Catar, como símbolo de lo último que nos han colado los cataríes y sus paniaguados de las instituciones futbolísticas (y no solo futbolísticas) para este Mundial. Es cierto que cuando el balón empieza a rodar se olvida casi hasta dónde se celebra el campeonato, pero es vergonzoso que este Mundial fuera fruto de la descarada compra de voluntades y que se celebren estos eventos a mayor gloria del blanqueo de países con más que dudoso respeto de las normas básicas. Y que la FIFA controle esos gestos de protesta en los que tampoco es que los participantes estén dispuestos a arriesgar mucho. Al final, todo quedó en la camiseta de Dinamarca y en la foto con la mano tapándose la boca de los alemanes.
Y ahora, a volver a arrancar
Y lo que toca ahora es volver a arrancar las competiciones locales y continentales. Dile a Montiel o a De Paul que en diez días tienen que pelear por un partidillo de Liga. O mejor aun, que mañana vuelve la Copa del Rey. A mitades de febrero volverán las competiciones europeas, donde retomaremos la emoción de las eliminatorias a cara de perro con mucho en juego.
Antes, un mercado de fichajes que moverá algunos de los nombres destacados del recién pasado Mundial y que puede ser interesante para ver cómo se adaptan algunos equipos a las apreturas de la segunda mitad de la temporada.
Habrá jugadores sin casi vacaciones compitiendo contra otros que han estado más de un mes de descanso y pretemporada. Hace ya años que se sabe que este año iba a tener esta circunstancia particular. Veremos qué equipos han sido capaces de adaptarse.
También será curioso ver a compañeros de equipo que han sido rivales de selecciones en el Mundial ¿Cómo será la llegada de Messi al vestuario del PSG para reencontrarse con Mbappé, teniendo en cuenta que no parece que de antemano se llevaran muy bien? ¿O De Paul y Molina encontrándose con Griezmann?
Va a ser una temporada apasionante. Esperemos que sin demasiadas lesiones, por el bien de la entereza de los profesionales.
Un final de campeonato que junto a partidos o momentos ha conseguido satisfacer los deseos de los aficionados al buen fútbol y poner en el escaparate a jugadores y técnicos relativamente poco conocidos o consagrar a otros que necesitaban un empujón para su confirmación.Ahora toca comprobar como este parón afecta al desarrollo de las competiciones nacionales,aunque hasta la celebración del Mundial ya hubo hechos donde se veía las interferencias que originaba con rendimientos a medio gas en quienes se sabían escogidos para jugarlo y a tope en quienes pretendían llegar a serlo.
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