¿Hablamos con los jugadores al acabar el partido o les dejamos que limpien la cabeza y tratamos el tema en el próximo día de entrenamiento? Desde mi punto de vista, en las charlas post-partido los comentarios a nuestros jugadores deben ser mínimos, ya que pueden estar alterados por el resultado final, sea éste bueno o malo.
Muchas veces, un vestuario es un amplificador de emociones y no podemos dejarnos llevar por esa situación. Una buena forma de darles feedback, en ese momento, es entrar al vestuario, felicitar a los jugadores por el esfuerzo y después salir para darles de nuevo su espacio o quedarnos dentro hasta que se vayan todos. De este modo podemos observar esas conductas emocionales que nos ayudan a conocer mejor por dentro a cada futbolista.
El análisis del partido se hará el primer día de entrenamiento posterior al partido. ¿Por qué ese día y no en el momento? Porque podemos cometer el error de dejarnos llevar por el resultado y hacer una valoración errónea. Haciéndolo el primer día de entrenamiento, tendremos como mínimo 24 horas para pensar qué decirle a los jugadores y analizar profundamente todo lo sucedido en el partido para canjear errores por aciertos. Estableciendo una autocrítica constructiva tanto de los futbolistas como del entrenador/a.

Otro beneficio de “esperar” al siguiente día de entrenamiento es que podremos hacer una mejor gestión, tanto propia como hacia los jugadores, de posibles estados emocionales. Vamos a ver tres posibles emociones y cómo gestionarlas:
- Euforia: Caracterizada por la felicidad del jugador y entrenador, excitación continua y niveles de activación elevados. ¿Problema? La euforia cansa, no es eterna y el jugador pasa de estar sobreactivado a estar subactivado. ¿Sugerencia? Mensaje claro que reconozca la actuación y el logro y ponerle tiempo límite a la celebración. En seis días hay otro partido igual importante, con un rival distinto y si no preparamos bien al equipo, estaremos más cerca de la derrota. Lo que sí es conveniente hacer es reforzarles por el trabajo realizado y animarlos a seguir en la misma línea siempre, sobre todo, cuando el juego haya sido bueno. La clave es buscar la relación entre lo que hemos hecho bien y el resultado positivo y reforzar lo máximo posible esa conexión, que es la que en un futuro tendrá más posibilidades de llevarnos al éxito y no buscar culpables en otros factores incontrolables.
- Disforia: Estado negativo que suele aparecer cuando hay resultados negativos o rendimientos muy bajos. El jugador tiende a encerrarse y a interrumpir el contacto social y a darle vueltas a la cabeza, consumiendo así energías. ¿Sugerencia? Desdramatizar la situación, quitarle el peso emocional negativo que tiene en el deportista, reconocer sus méritos, aunque hayan sido pocos y reconducirlo a un objetivo a corto plazo.
- Bronca: Hacia uno mismo, hacia nuestros jugadores, hacia los árbitros, … Lo común es que, mal gestionada, la bronca pueda llevar a deteriorar los vínculos entre los jugadores de un mismo equipo o entre el equipo y el entrenador. ¿Sugerencia? Tiempo de liberación emocional, actividades que fomenten la cohesión grupal y el respeto por las normas.
En definitiva, es importante saber diferenciar el resultado del rendimiento, ya que muchas veces jugar bien no implica ganar y jugar mal no implica perder. Y esto debe tener su reflejo en las charlas post-partido.
Dicha valoración del rendimiento de los futbolistas debe hacerse en función de los objetivos que teníamos previstos para ese partido. Por lo tanto, el rendimiento depende de nosotros, el resultado no.