Sinvergüenzas, perros, malnacidos y otras delicadas palabras que no es necesario resaltar nuevamente, pero que todos nos imaginamos si releemos las anteriores, son algunas de las perlas que unas decenas de aficionados madridistas, si se les puede llamar así, dedicaron a los jugadores del Real Madrid cuando éstos salieron del parking del Santiago Bernabéu en la noche del martes, conduciendo sus propios coches para volver a casa tras el partido contra el Schalke 04, el cual cerca estuvo de dejar a los de Ancelotti sin cuartos de final de la Champions League.
Todos estamos de acuerdo, o al menos los que viesen el partido, en que la imagen del Real Madrid durante los 90 minutos de encuentro dejó mucho que desear. Tanto que, si se hubiesen añadido unos minutos más, posiblemente, la prensa habría hablado de la eliminación del equipo de Cristiano Ronaldo en octavos de final. Una situación que, por supuesto, levantó a los aficionados del Bernabéu en diferentes pitadas a lo largo del encuentro. Y también, cuando concluyó.
Pero una cosa es silbar a tu equipo dentro del estadio, recriminar el comportamiento de los jugadores que llevan tu camiseta en jugadas determinadas, al técnico que hace la alineación, o a tu presidente que es quien firma las nóminas de todos cada mes. Y otra muy diferente es esperar a alguien a la salida de su trabajo para agredirle verbalmente con muy poca educación, creyendo que tienes todo el derecho del mundo para hacerlo por considerarte, ¿qué?, ¿más aficionado que nadie?

Pues bien, por si alguno de los que estuvo anoche en los aleñados del estadio de Chamartín va a recapacitar, que lo dudo, he de decirle que no es más simpatizante que nadie. Porque amar los colores de tu club no te da derecho a faltar el respeto a la gente que trabaja para él, te gusten más, o menos.
Qué pensaría uno de los seguidores que anoche se instaló en la puerta del parking de Chamartín para gritar y ridiculizar a los madridistas ante las cámaras de los medios de comunicación, y ante los familiares que iban con los protagonistas en sus vehículos, si cualquiera de nosotros nos plantásemos en la puerta de su trabajo el día que no haya rendido como debiera o tras una jornada en la que no hubiese dado mucho de sí. Pues quizá reflecionaría sobre el derecho que tenemos los demás a juzgarlo una vez concluida su jornada laboral. Pero, sobre todo, a juzgarlo con esos modales y ese comportamiento más propio de animales que de personas.

No cabe duda de que los jugadores estuvieron pésimos. Tampoco la hay de que no se controló el balón en el centro del campo y de que la defensa blanca fue un auténtico coladero que concluyó con los errores de Iker Casillas dando paso a los goles del equipo alemán.
Sí, una época convulsa para los madridistas que no parecen hacer un partido medianamente decente desde que comenzó el 2015. Pero la realidad, por muy penosa que sea, no debe llevar a los futbolistas a ser ridiculizados por los mismos que les alaban cuando dan dos buenos pases seguidos en el campo.
Y ya no me refiero únicamente a lo sucedido en el Bernabéu, sino a toda muestra de mala educación que sucede en muchos campos de este país y en otras instalaciones deportivas donde muchos aficionados acuden con pancartas a los entrenamientos de su equipo para insultar a los jugadores y ridiculizarlos.
¿A quién le gusta dar la imagen que ofreció el Real Madrid? ¿A qué equipo le gustaría ganar de esa forma? Imagino que a nadie, sobre todo, si ya has demostrado tus ganas de victoria desde el comienzo del curso futbolístico aunque ahora parezcan estar desaparecidas.
Sin embargo, con derrotas, o sin ellas, la violencia verbal, falta de respeto y la mala educación es algo que se debe seguir atacando en los estadios de nuestro país, y también fuera de ellos.