Este parón de selecciones de octubre nos ha deparado la brillante victoria de la Selección española en terreno transalpino, donde no se imponía desde hace la friolera de cincuenta años. Ha roto la victoria española igualmente la racha triunfal de los azzurri de treinta y siete partidos consecutivos sin conocer la derrota.
Ayer España hizo historia al meterse por primera vez en la finalísima de esta competición de nuevo cuño: la Nations League, de la que se está disputando la fase final de su segunda edición.
Como aficionado a la Selección española, pletórico por tan brillante triunfo en un templo del calcio como San Siro, uno acude a empaparse con gusto de toda la prensa y medios de comunicación para palpar qué se opina acerca de tan sonada victoria. Pero cuál es la desazón al comprobar una vez más que todo lo que ocurre en torno al combinado nacional se analiza en clave bufandera madridista y barcelonista. Uno enciende la radio la noche del partido y todo son periodistas bufanderos barcelonistas pasándole factura en un tono chulesco a los periodistas madridistas. Habría ocurrido a la inversa en caso de haber caído con estrépito la Selección en San Siro. Todo transcurre en un lenguaje subidísimo de tono, tribunero, propio de barra de bar.

En relación con la Selección española y especialmente con Luis Enrique en el banquillo, han convertido desde hace bastante tiempo los espacios de tertulia futbolística en los medios de comunicación en auténticas trincheras donde se debate con las vísceras, no con la razón. Se apela sólo a los sentimientos enconados, no al criterio futbolístico formado con templanza. Todo se reduce a analizar lo que gira alrededor del combinado nacional en clave madridista o barcelonista. Se sabe desde el principio lo que cada periodista de bufanda va a opinar, según sea del Madrid o del Barça. Un espectáculo esperpéntico y patético.
Hay una tercera España que está harta de todo esto. Una tercera España que no sentimos ningún apego a Real Madrid ni Barcelona o que, aun siendo aficionado de esos dos equipos, cuando juega la Selección nos desproveemos de la bufanda del club de nuestros amores para centrarnos durante unos días en el de todos. Hay una tercera España a la que nos gusta analizar lo que ocurre en nuestro equipo nacional sólo en clave de Selección.

Hay una tercera España que estamos hartos. Una tercera España que podemos considerar que Luis Enrique se comporta en ocasiones como un maleducado impresentable. Y eso no nos convierte en furibundos madridistas que se la tienen jurada al entrenador asturiano. Que igualmente reconocemos que es un buen entrenador y aplaudimos los aciertos del seleccionador en partidos de trascendencia tal como el que disputamos en San Siro, haciendo morder el polvo a la vigente campeona continental. Y ello no nos convierte en barcelonistas fanáticos.
Hay una tercera España que consideramos que Gavi no había hecho méritos aún para ir a la Selección, habida cuenta de que había disputado sólo cuatro ratos con su equipo. Y ello no nos convierte en antibarcelonistas, sólo nos ceñimos a los datos y a criterios de mérito futbolístico. Sólo un fanático puede opinar que con tres partidos en la élite alguien se ha ganado ir al combinado nacional. Esa misma tercera España que opinamos que, pese a ello, el jovencísimo jugador de Los Palacios tuvo una actuación destacada en San Siro y se marcó un encuentro, como mínimo, de notable. Y ello no nos convierte en unos culés redomados, sólo nos limitamos a reconocer su buen hacer en el duelo disputado en el feudo milanés.
Hay una tercera España que aplaudimos en su momento dejar fuera de la Eurocopa a Sergio Ramos, un jugador que llevaba meses lesionado y que se ha demostrado no estaba a nivel competitivo. Al igual, a esta tercera España nos importa un ardite que Luis Enrique no convoque a ningún jugador del Real Madrid. Y ello no nos convierte en barcelonistas, sino únicamente analizamos el plantel madridista y no encontramos, por desgracia, a ningún futbolista nacional que pueda ser considerado indiscutible en las llamadas del seleccionador.
Hay una tercera España que, sin perjuicio de lo anterior, creemos que dada la carestía de defensas españoles que tenemos, no sería descabellado llamar a Nacho el del Real Madrid para ocupar, con su polivalencia, cualquiera de los puestos de la zaga. Especialmente el de central. Podría estar entre los cuatro o cinco mejores defensas españoles a día de hoy perfectamente, visto el nivel actual. Y ello no nos convierte en caverna mediática madridista.
Hay una tercera España que consideramos que Eric García es a día de hoy un mal central. Que no ha demostrado nada y que sus pobres actuaciones no justifican su carácter de indiscutible en las convocatorias del seleccionador, máxime viniendo de estar dos años en el Manchester City limitándose a jugar minutos de la basura. Y no pasa nada, no nos convertimos por ello en madridistas antibarcelonistas, únicamente nos ceñimos a criterios futbolísticos.

Hay una tercera España que opinamos que el mejor delantero español del último lustro, Iago Aspas, debería ser un fijo en las convocatorias. Y ello no nos convierte directamente en madridistas que con la excusa del jugador celtiña queremos atizarle a Luis Enrique por facturas pendientes del pasado. Hay una tercera España que entendemos que no es ningún delito hacer una crítica constructiva u observaciones futbolísticas a las listas del seleccionador asturiano, al igual que le reconocemos su valentía en otros aspectos, no transformándonos por ello en peligrosos barcelonistas que apoyan a Lucho sólo por su pasado ligado a Can Barça.
Hay, en definitiva, una tercera España que asiste perpleja a cómo el periodismo bufandero madridista y barcelonista ha convertido el debate en torno a la Selección en una ciénaga de la que ya es difícil salir.
Es una dinámica perversa: periodistas merengues criticando a la Selección porque quieren rendir cuentas con Luis Enrique, atacándole furibundamente haga lo que haga, aunque acierte. Incluso periodistas de bufanda madridistas y algún que otro aficionado frívolo que les compra su mercancía podrida deseando la derrota de España. Por otro lado, periodistas bufanderos culés defendiendo cosas indefendibles sólo por ser Luis Enrique el entrenador, amparando sus recurrentes faltas de respeto y de educación sólo por su trayectoria azulgrana y sus pasados desaires al Madrid.
En este debate periodístico bufandero no existen los matices, no hay grises. Todo es blanco o negro. Si criticas alguna decisión futbolística del entrenador es porque eres madridista, ya que si eres del Barça se espera de ti una actitud totalmente acrítica y complaciente. Eso no es periodismo ni son opiniones que valgan la pena ser tenidas en cuenta.
Hay una tercera España que estamos hartos de todo esto, de que hayan convertido el debate sobre la Selección en su nada edificante y bochornoso campo de batalla.
Un análisis muy sensato y oportuno,donde, en mi criterio, se expone con claridad y acierto y utilizando al entrenador y a la selección, lo que desgraciadamente ocurre a todos los niveles en los círculos periodísticos nacionales,donde Barcelona/Madrid se reparten de forma muchas veces mamporrera la visión miope y distorsionada del relato futbolístico,y a los demás,benévolamente se los ignora o malévolamente se los utiliza.
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