Supongo que a estas alturas el lector ya conoce el escándalo que se ha destapado alrededor del FC Barcelona y el Vicepresidente del Comité de Árbitros. Y efectivamente es un auténtico escándalo, sin paliativos, algo que ningún presidente paró hasta que casualmente el susodicho fue cesado del cargo.
Independientemente del motivo por el que fuera el encargo, pagado por cierto a un precio desorbitado, un club no debe bajo ningún concepto tener una relación contractual con un miembro de alguno de los estamentos que están involucrados en la organización de la competición en la que compites. Y no lo puede hacer por una simple cuestión de ética y decoro.
Sinceramente, no creo que el Barcelona se beneficiara de alguna manera con los arbitrajes, de hecho en la temporada 2017 terminó perdiendo el campeonato de Liga entre otras cosas por la anulación, en el Benito Villamarín, de uno de los goles más claros que yo haya visto, que a su vez vino precedido de un penalti claro. La relación pago = favor es a día de hoy indemostrable y cualquier noticia u opinión que vaya en esa dirección hace un flaco favor a la objetividad que siempre debe imperar en el periodismo.
Sin embargo, de la primera parte antes expuesta el Barcelona no tiene ninguna salida. El aficionado culé las ha visto de todos los colores con pagos a periodistas, salida de Leo cuando iba a renovar o un central que no tenía reparos en mezclar negocios con su principal (al menos de puertas afuera) profesión.
Mal hace Joan Laporta en sostener que esto se trata de una campaña mediática justo ahora que el equipo va bien. Hay que recordarle al presidente que la noticia sale de un medio catalán, SER Cataluña, y de periodistas que muy probablemente sean tan seguidores del Barsa como él.
El drama del Barcelona actual es que no necesita de campañas orquestadas ni de complots, es el mismo club el que decide autoinmolarse de manera continua. Según comentan hoy, los delitos desde un punto de vista deportivo habrían prescrito, sin embargo la sombra de la duda quedará para la historia y es que la sospecha no prescribe.
La más llamativo de este asunto es que se destapa cuando legalmente ha prescrito por lo que el recorrido va a ser mediático exclusivamente,y permitiendo que,con mayor o menor recorrido,cada uno arrime es ascua a su sardina como dice el viejo refrán.Una pena el descrédito para nuestro fútbol que esto genera,y la decepción para los aficionados que,ingenuamente,pretendemos creer en la honestidad y el fair play del deporte.
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