La rosa azul no existe en la naturaleza. Quizá por esa razón se suele utilizar para simbolizar el misterio o asociarla con lo imposible.
El escudo del Blackburn Rovers está presidido por una elegante rosa, con una leyenda debajo que alude al lema del club: “ARTE ET LABORE”. La traducción se puede interpretar como talento y trabajo. El Blackburn es uno de los tres clubes, junto a Everton y Aston Villa, que han sido, a la vez, miembros fundadores de la Football League y la Premier League, además de pertenecer al selecto grupo de los siete ganadores de esta última competición. Así pues, este valioso trofeo solo se puede admirar en las vitrinas de las instalaciones de Blackburn, Arsenal, Chelsea, Manchester United, Manchester City, Leicester City y Liverpool.
A finales del siglo XIX, el club de la rosa era uno de los más fuertes de Inglaterra, donde conquistó dos títulos de liga y cinco de copa. Luego, comenzaría una larga travesía por el desierto de las divisiones inferiores, hasta la década de los 60, cuando volvió a aparecer brevemente en la élite al llegar a una final de copa.
En la temporada 1991-92, con Kenny Dalglish como entrenador, el equipo vuelve a la máxima categoría tras 26 años alejado de ella. El trabajo estaba hecho, pero había que acompañarlo con talento, y eso en fútbol es algo complicado y muy costoso, por lo que los Rovers, en el verano de 1992, se vieron obligados a apostar fuerte (3,5 millones de libras), batiendo el récord de pago por un fichaje, para contratar al joven y prometedor ariete del Southampton, Alan Shearer, de tan solo 22 años.
Solamente unos meses después, en diciembre del mismo año, Shearer se rompía el ligamento cruzado anterior de su rodilla izquierda, para desesperación del equipo y la afición blanquiazul. A pesar de ello, el club terminó esa temporada en la cuarta posición de la Premier. La siguiente temporada (1993-94), el Blackburn consiguió el subcampeonato de liga. Para intentar escalar ese último peldaño que conduce a la gloria, la directiva batió de nuevo el récord en un fichaje, al desembolsar cinco millones de libras al Norwich City por su extremo Chris Sutton.
Al parecer, el equipo ya estaba compensado en cuanto a la mezcla de talento y trabajo, ya que protagonizó una temporada excelente al encaramarse a lo más alto de la tabla clasificatoria en la jornada 16 y luchar, codo a codo, con el gigante Manchester United de Alex Ferguson, comandando una plantilla con nombres tan ilustres como Schmeichel, Beckham, Giggs, Ince, Keane, Scholes o Cantona.
De esa forma, se llegó a la tarde del 14 de mayo de 1995, con los Rovers en primera posición, con dos puntos por delante del United. En los enfrentamientos entre ambos, los de Manchester habían vencido en los dos partidos, por lo que, en caso de empate a puntos, el título sería para los diablos rojos.
En esa última y apasionante jornada, el Manchester jugaba a domicilio, en Londres, ante el West Ham, mientras que el Blackburn viajaba a Liverpool para visitar Anfield Road. La rosa se presentó dispuesta a batallar para conquistar la corona de laurel. Para ello, lucía sus más venenosas espinas, que se llamaban Tim Flowers, Jeff Kenna, Colin Hendry, Ian Pearce, Hanning Berg, David Batty, Tim Sherwood, Stuart Ripley, Graeme Le Saux, Chris Sutton y Alan Shearer. Pero los pinchazos no afectaron a los jugadores del Liverpool, que amenazaron con arrancar la flor de cuajo al ganar el partido por dos goles a uno.
Todo quedaba a expensas de lo que pasara en Londres. Si ganaba el Manchester, lograría el cetro de campeón, marchitando cruelmente los pétalos de la rosa. Pero el empate a uno final no le valió al United para ganar el título, que viajó hasta Blackburn, para convertir aquel mes de mayo en el más florido de la historia del club, cuya rosa, luciendo un radiante azul, entró para siempre en la historia del fútbol inglés, para regocijo de todos los aficionados del Blackburn Rovers Football Club.

Que bonitas son estos relatos en los que se exponen datos y sentimientos de la variada y fértil historia de nuestro fútbol,rescatadas con trabajo,esmero y pasión.
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