El 8 de julio de 2014, en la ciudad brasileña de Belo Horizonte, capital del estado de Minas Gerais, el estadio Mineirao vestía sus mejores galas, con los casi 62.000 espectadores que lo abarrotaban, para acoger un acontecimiento que consistía en una guerra entre mundos muy diferentes.
Europa contra América, la Amazonia contra la Selva Negra, el Cristo del Corcovado frente a la Puerta de Brandeburgo, la samba contra la polca. Dos estilos bien distintos.
Pero debemos ceñirnos al mundo del fútbol, porque se disputaba toda una semifinal de un campeonato del mundo. Así pues, el encuentro entre Brasil y Alemania también se podría definir como el choque entre el virtuosismo y la eficacia.
Para la disputa de aquel torneo, el seleccionador brasileño, Scolari, había contado con la ayuda de una psicóloga para formar una plantilla en perfecto estado anímico.
La torcida brasileña añoraba a estrellas como Pelé, Ronaldo, Ronaldinho, Romario o Zico. Mientras, la hinchada alemana también recordaba a míticos futbolistas como Sepp Maier, Beckenbauer, Gerd Muller, Rummenigge o Mathäus. Pero la realidad era otra totalmente distinta.
Aun así, la expectación era máxima y los equipos formaron con los siguientes jugadores:
Por Brasil saltaban al campo Julio César; David Luiz, Marcelo, Dante, Maicon; Fernandinho, Óscar, Luiz Gustavo, Bernard; Fred y Hulk.
Por Alemania lo hacían Neuer; Höwedes, Hummels, Boateng, Lahm; Khedira, Schweinsteiger, Ozil, Kroos; Müller y Klose.
Se esperaba una jornada histórica y, en ese aspecto, el encuentro no decepcionó en absoluto. La afición brasileña, como suele hacer, comenzó con sus cánticos al mismo tiempo que el árbitro decretó el inicio del partido. Sin embargo, todas las ilusiones cariocas se derrumbaron a los 11 minutos, con el gol de Thomas Müller.
A continuación, un vendaval de goles arrasó el estadio por completo antes de la media hora de juego. Klose, Kroos, en dos ocasiones, y Khedira colocaron un rotundo 0-5 en la primera parte. El resultado, hasta el apabullante 1-7 final, lo completó Schürrle, por parte alemana, con dos dianas. El brasileño Óscar, con un gol casi al final del partido, maquilló levemente el resultado.
Aquella tarde se registraron varios detalles históricos:
- Fue la peor derrota histórica de Brasil en un Mundial.
- Se marcaron los cuatro goles más rápidos en la historia de la Copa del Mundo. Lo consiguió Alemania al anotarlos en seis minutos (del 23 al 29).
- Kroos marcó el doblete más rápido en la historia de los mundiales, al anotar dos goles en 69 segundos.
- Fue la semifinal con más goles de la historia.
- Klose, con su gol, se convirtió en el máximo goleador de los mundiales con un total de 16 dianas.
Gary Lineker, conocido por la gran cantidad de goles que marcaba, es el autor de una célebre frase:
“El fútbol es un deporte, inventado por los ingleses, donde juegan 11 contra 11 y siempre gana Alemania”.
Lo cierto es que el gran delantero inglés acertó de pleno con esa profecía aquel día 8 de julio de 2014.
El partido, por lo tanto, se convirtió en inolvidable para ambos equipos, aunque, lógicamente, por motivos muy diferentes para vencedores y vencidos. No sabemos si la frase de Lineker seguirá vigente en el futuro. Pero la verdad es que, en la actualidad, el trono de la selección con más campeonatos mundiales conquistados lo sigue ocupando Brasil con cinco entorchados. Después, a muy corta distancia, con cuatro campeonatos, acechan Alemania e Italia.
Desde luego fue un resultado apabullante y desmesurado que rompió muchas creencias y humilló en casa a Brasil,acostumbrado a otras historias y un tanto prepotente cuando sale a la yerba en cualquier partido,máxime si lo juega en casa,y otro ejemplo de una de las virtudes de este deporte donde no siempre se dan resultados acordes a la lógica la razón.
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