Cuando un deporte gusta tanto, no hacen falta muchos alicientes para disfrutar del mismo. En aquella época, me pasaba eso con el fútbol, que me sigue gustando, aunque no con tanta intensidad como antaño. Entonces no había tantos partidos televisados como ahora. El que retransmitían aquella noche, era atractivo por varios motivos. Uno de los grandes equipos de España, el Valencia (con el gran Mario Kempes en sus filas), disputaba el partido de vuelta de octavos de final de la copa de la UEFA. ante el West Bromwich Albion de Inglaterra. La ida, jugada en terreno español, finalizó con empate a un gol.
Al comenzar el partido, me llamó la atención el hecho de que, en el equipo británico se alineaba un jugador que, aparentemente, salía como extremo, aunque el entrenador le concedía total libertad para jugar donde quisiera, algo que yo no había escuchado ni visto antes. El futbolista en cuestión tuvo una sensacional actuación, plena de velocidad y regates, resultando clave para que su equipo ganase el partido (2-0) y superase la eliminatoria. Ese día, el mundo conoció a “la perla negra”, Laurence Paul Cunningham.
Se dice que aquel año, el Real Madrid iba a invertir en un gran fichaje, barajándose nombres tan ilustres como Rummenigge, Keegan o René van der Kerkhof. Sin embargo, el elegido fue Laurie Cunningham. Muy pronto, el elegante jugador inglés dejó muestras de su innegable clase. No en vano, Ron Atkinson había llegado a definirlo como el mayor talento del fútbol británico desde George Best. Una particularidad que poseía el extremo era la de ejecutar los saques de esquina con el exterior de su pie derecho.
Quizá la actuación por la que más se recuerda al genial jugador fue la que realizó en el Camp Nou. El Real Madrid consiguió la victoria (0-2) y la afición blaugrana despidió a Cunningham con aplausos, algo muy poco visto en los enfrentamientos entre los dos grandes rivales del fútbol español. El equipo madridista ganó esa temporada (1979-80) los títulos de Liga y Copa, con una delantera, formada por Juanito, Santillana y Cunningham, que ilusionaba a su afición.
Sin embargo, un pisotón sufrido por el jugador inglés provocó una lesión que le mantuvo un largo tiempo alejado de los terrenos de juego. Volvió para la final de la Copa de Europa que el Real Madrid perdió ante el Liverpool (0-1). Aquel pudo ser el comienzo del ocaso para Laurie, ya que su rendimiento posterior descendió notablemente, hasta el punto de ser cedido a varios equipos (Sporting de Gijón, Olympique de Marsella o Leicester), donde jamás volvió a recuperar su mejor nivel.
Más adelante, fichó por el Wimbledon, en el que tuvo como compañeros a jugadores que destacaban por un juego totalmente distinto al suyo, como Dennis Wise o Vinnie Jones. A pesar de todo, en este equipo, Laurie pudo saborear de nuevo las mieles del triunfo al ganar una final de FA Cup ante el Liverpool, tomándose una pequeña revancha de la derrota sufrida ante el mismo equipo años atrás.
Sus últimas galopadas las realizó en el Rayo Vallecano, donde consiguió convertirse en ídolo para la afición. Pero todo acabó definitivamente cuando, en un desgraciado accidente de tráfico, perdió la vida. Así pues, la carretera dio por finalizada la carrera de una perla que apuntaba a convertirse en un valioso diamante, pero que se quedó en una brillante alhaja.
Si una triste historia por su final y una más de lo difícil que resulta mantener una regularidad en el rendimiento a lo largo de la trayectoria de la mayoría de los profesionales del deporte,sujetos como cualquier otra persona a multitud de avatares,algunos de su responsabilidad y otros achacablesa causas externas.
0