Se había levantado filosófico Eduardo. Una enciclopedia del fútbol humilde de todas las categorías. Su memoria y recortes antiguos de periódicos podían dejar en bragas a cualquier disco duro. Quién elige al triunfador y decide que su logro es más digno de laureles que otro cosechado por una opción diferente a la multitudinaria. Once contra once. Gana el que logre mayor número de goles. Vaya simpleza, pero cuánto guarda en su interior. Y así temporada tras temporada. No podía dejar de pensar en esta cuestión camino al estadio.
Odiaba a aquellos que soltaban las frías estadísticas para argumentar. Que si un futbolista es mejor que otro por tanto porcentaje de tiro o pase, este fichaje debía lanzar los tiros de falta ya que acierta cuatro de cada seis, etc. Él no era bueno en matemáticas. Sólo sabía quién defendía sus colores, e iba con ellos a muerte.
Lo demás, era adorno no necesario para justificar un éxito o un rotundo fracaso con aires de superioridad, otorgada por los números invisibles. No se fiaba de esos que tras ver un golazo, tiran de hemeroteca diciendo que otro jugador, al que no vieron en activo nunca, ya marcó uno mejor hace treinta años. Se estaba poniendo furioso.

Sólo quería ver a su equipo, cuyo objetivo era siempre la mitad tranquila de la clasificación, humilde. De vez en cuando la alegría de una buena noche de Copa, en la que venían copas, y nada más. Algún partido europeo era la guinda, nada más. Qué manía con el siguiente nivel y palabrería vacía. Si no se puede, seamos lo mejor en lo nuestro. Buena gestión y juego valiente, y bonito, pero sin creernos un gigante. La gente lo ve como conformismo, es ser realista. Todo esto se le escapaba entre dientes y le daba rabia que le llamaran la atención.
Las nuevas generaciones pierden los nervios enseguida con los entrenadores nuevos. No han vivido descensos, la casi desaparición del club por mediación de Hacienda. Traen a un par de jugadores caros y un partido bueno contra Madrid o Barcelona, y quieren la Liga. No perdamos la esencia. Demos todo y a ver si llegamos lejos. Aunque para ello, los pies en el suelo. Nada de pedir cabezas en la jornada cuatro, eso es de malcriados.
Odiaba el discurso fácil de que el próximo curso futbolístico varios millones se invertirán en ir a lo más alto. Qué ignorantes. Lo más alto es no tener nada y dejar siempre el pabellón alto en esfuerzo. Eso no lo encuentran las millonadas en clausuras. Eduardo llegó al estadio y respiro hondo. Enseguida comenzaría el partido.
Sobran los analistas frustrados cuya base de datos es el Marca. Así de simple. Con lo difícil que es lograr una permanencia, o el puesto once de la tabla en una Liga cada vez más dura. La clasificación a Europa es cada vez más exigente y siempre hay sorpresas, es maravilloso. Y no bajar es un largo camino y hay que tener fe. No es un camino de rosas. Que se peleen los gallos por el trofeo, lo bueno y emocionante se vive en el barro.