Hay elementos externos que condicionan la práctica del fútbol y, a veces, son determinantes para lograr goles y por ende victorias. Así sucedió por ejemplo en el partido de Copa de la UEFA del año 2009 entre el Werder Bremen y el Hamburgo con la famosa bola de papel de plata. Otro caso podría contarlo Pepe Reina, a quien le metieron un gol cuando defendía la portería del Liverpool FC tras golpear el balón en una pelota hinchable que habían lanzado desde la grada. En otras ocasiones ha influido el viento, el mal estado del césped y, en el caso que queremos recordar para escribir sobre nuestro protagonista de hoy, la densa niebla que caía sobre el estadio de Balaídos en diciembre de 1994.
Ese día se enfrentaban el RC Celta de Vigo y el FC Barcelona. El conjunto blaugrana dominaba el partido por un claro 0-3 cuando Sebastián Losada hizo el tanto del honor vigués a falta de un minuto para finalizar el partido. Se dispuso el equipo catalán a sacar de centro y entonces sucedió la jugada por la que se recuerda ese encuentro. La niebla hacía imposible que se viera la portería desde el centro del campo. Romário tocó el balón y Gheorghe Hagi lanzó a puerta desde el mismo círculo central. Evidentemente el portero local no vio la pelota prácticamente hasta que ésta llegó al fondo de las mallas.

Quedarse con este anecdótico gol como momento cumbre de la carrera de un futbolista extraordinario es una injusticia enorme. Si atendemos al apodo por el que se le conocía podremos hacernos una idea de la dimensión que tenía Gica Hagi como jugador de fútbol: el Maradona de los Cárpatos. Evidentemente es una exageración la comparación, pero es absurdo poner en duda la gran calidad que atesoraba el centrocampista de Rumanía. Calidad que le llevó a jugar en el Real Madrid CF y, como hemos dicho, en el FC Barcelona.
Sin embargo, el paso de Hagi por los dos grandes del fútbol español no fue lo más destacado de su carrera. Ni como merengue ni como culé demostró con regularidad todo el talento que llevaba dentro. Sus mejores años fueron los que jugó defendiendo la camiseta del FC Steaua de Bucarest y la del Galatasaray SK. Con el equipo de su país logró llegar a una final de la Copa de Europa (perdida ante el AC Milan de Arrigo Sacchi) y con los turcos, a parte de ganar cinco Ligas de Turquía, ganó la Copa de la UEFA al Arsenal FC y la Supercopa de Europa al Real Madrid en el año 2000.

La visión de juego, la capacidad de mando dentro del campo y su extraordinario y fuerte golpeo de balón eran las cualidades más destacables de Hagi. Fue el alma y el jugador más carismático de la selección de Rumanía, con la que llegó a disputar tres Mundiales de forma consecutiva (1990, 1994 y 1998) y otras tres Eurocopas (1984, 1996 y 2000) Con el combinado de su país disputó 124 partidos, cifra solo superada por los 134 de Dorinel Munteanu.
Cuando se retiró de los terrenos de juego al término de la temporada 2000/01, dio el salto a los banquillos, concretamente al de la selección rumana. Después ha pasado por varios equipos (Bursaspor KD, Galatasaray SK, FC Politehnica Timișoara, FC Steaua de Bucarest) hasta que fundó su club actual: el FC Viitorul Constanța, con el que ha conseguido ganar la Liga de Rumanía.