Se acabó la temporada. Es el momento de los balances. De echar cuentas. De ver cómo se han hecho las cosas. De hablar de ganadores y perdedores. De éxitos y fracasos. De listas. De rankings. De fichajes. De salidas. De despidos. De vacaciones para algunos y trabajo para otros. Es el mes de junio, el inicio del verano.
Si bien la historia es terca y se empeña en demostrar que las cosas son como acaban y no como empiezan, hace algunos meses (no demasiados, incluso) esta iba a ser la temporada del triplete del Barcelona (Liga, Copa y Champions). Al final, sólo la Liga cayó del lado blaugrana, lo que por una parte tiene mucho más mérito del que solemos conceder al torneo de la regularidad; pero por otro lado, con la Liga que tenemos, ganarla tampoco supone un exitazo que te obnubile el sentido. El habitual coqueteador de los culés se tomó un año sabático a lo grande, y ni estuvo ni se le esperó. El Atleti… Pues el Atleti hizo lo que pudo con la plantilla que tiene y con el entrenador que calza. Para los colchoneros, quedar subcampeones debería ser un logro mayúsculo, no tanto que acabaran a 11 puntos del Barcelona. Quizá llevaron peor la eliminación en Champions a costa de la Juventus y el insufrible CR7. Era el año de la final del Wanda, pero el destino tiene estas cosas.

De la eliminación culé en Liverpool ya se ha dicho todo lo que había que decir. Poco más puedo apuntar yo. Y de la final de Copa, también. Así que pasemos página. Pero este es el mundo en el que vivimos: ganar sólo la Liga parece un fracaso ¿O no lo parece, si no que, realmente, lo es para un equipo con el presupuesto y la estructura del Barcelona? Vistas las cosas desde esta perspectiva, ¿como habría que calificar la pseudo-temporada que ha firmado el Real Madrid, con tres entrenadores, 12 derrotas y sin una sola competición por la que luchar desde febrero? Pues como diría Chiquito, una mala tarde la tiene cualquiera. Yo no le daría más importancia de la debida. El Madrid volverá al lugar que le corresponde. Y lo hará ya.
En cualquier caso, no olvidemos que los tres primeros clasificados en la Liga española vienen siendo los mismos tres desde la temporada 2012-13. Es decir, llevamos siete años viendo como esos tres equipos se reparten a su antojo las tres primeras posiciones. Eso quiere decir algo. Y no bueno, precisamente. Los equipos invitados suelen ser casi siempre los mismos. El Valencia (temporadón el suyo, no solo por el título, si no por los titubeantes comienzos del equipo y la fe -o lo que sea- que mantuvo a Marcelino en el banquillo); el Sevilla, que murió del éxito de aquellos que planifican con tinta indeleble y tienen que retocar sus planes a media temporada a base de tachones; este año la revelación ha sido el pétreo Getafe, que al final perdió la recompensa de la Champions, pero que ha puesto en valor la figura del entrenador en líneas generales, y la de Bordalás, en particular.

Hubo otros equipos que llamaron a la puerta en algún momento de la temporada. El Valladolid -y al final, se ha conformado con librarse del descenso-, el Betis, cuyo entrenador empieza a tener preocupantes segundas vueltas de manera reiterada, la Real Sociedad -que no acaba de tener la regularidad que su plantilla hace esperar-, el Alavés, que acabó desfondado. Llamativo ha sido el caso del Athletic, que despidió a su entrenador con el equipo en puesto de descenso: el sustituto de Berizzo fue Gaizka Garitano, que llevó al equipo hasta la 7ª posición e hizo soñar, incluso, con la Champions, pero también murió en la orilla ahogado y acabó 8º, con el regusto amargo de quien ve una recompensa próxima y la deja escapar, pero sin perder de vista que el equipo venía de la decimoctava posición.
Los descensos, algo que tampoco habla bien de nuestra Liga, se conocieron con algunas semanas de antelación sobre el final de la misma, y lo único que quedó por resolverse en la jornada 38 era una carambola de Guinness: el Girona debía ganar en esa última jornada, el Celta perder y enjugar entre ambos resultados una diferencia de goles que rozaba la decena. O sea, imposible. Se despedía de esta forma de Primera División el club gerundés, que el primer tercio de la competición estuvo en posición de competición europea, pero que firmó una segunda vuelta infame.
En fin, vaya todo esto para decir que la Liga española, a mi modesto entender, está sobrevalorada. El Madrid y el Barcelona viven en otra galaxia, el Atleti hace esfuerzos ímprobos y muy meritorios para llegar hasta allí, pero no es capaz de conseguirlo, entre otras razones por las diferencias presupuestarias tan brutales, y el resto de equipos, pues son los mismos de siempre. El Sevilla y el Valencia, que podrían llegar al nivel del Atleti si son capaces de retener el talento que poseen, pero nunca podrán igualar a madridistas o blaugranas.
Y más abajo aún, el Athletic, o el Villarreal, este año el Getafe, pero ya veremos cómo le luce el pelo al tener que compaginar tres competiciones (Liga, Europa League y Copa). O el Espanyol. Y poco más. Con este panorama, ¿cuándo volveremos a ver a un equipo que no sea Barcelona o Real Madrid ganar la Liga?