¿Cuál dirías tú que es la mejor afición del mundo? ¿la del Atlético de Madrid? ¿la del Athletic de Bilbao? ¿la del Betis? ¿o la del Liverpool?
Un buen amigo mío se convenció de que los colchoneros eran, sin dudarlo, la mejor afición del mundo cuando el Atleti perdió la final de la Copa del Rey en Barcelona ante el Sevilla en 2010. Con el partido finalizado, la hinchada rojiblanca siguió cantando durante un buen rato, hasta que los jugadores tuvieron que salir para agradecer el bonito detalle de sus aficionados. Él lo vivió en el campo.
En esos momentos, ya nadie se acordaba de las lindezas que se oían en el Vicente Calderón en los años que el equipo estuvo coqueteando con el descenso, y cuyo nivel decibélico se incrementó en la temporada que el Atleti bajo a Segunda. Insultos, faltas de respeto, amenazas a los jugadores, a los directivos… Y no hablamos de cuatro o cinco tarados, ni de los ultras de turno del equipo. Hablamos de miles de personas coreando cánticos poco edificantes.
Bueno, al ahora amado Enrique Cerezo le han coreado el lindo “Enrique Cerezo, queremos tu pescuezo” hasta hace dos telediarios. Un fondo completo. Vamos, edificante de narices. Tampoco se recuerda ya el asalto a las instalaciones deportivas rojiblancas por parte de unos desalmados, arropados con bates de beisbol, pasamontañas para los más valientes durante un entrenamiento del primer equipo. Un apriete al más puro estilo barra brava. Fueron apenas una decena de indeseables, quizá dos, y sería enormemente injusto enjuiciar a toda una afición por lo que hicieron esos energúmenos… Pero en el contexto de ese año difícil que vivió el Atleti de Madrid, yo hablé con varios aficionados que entendieron ese “asalto«.
Otros que también presumen de ser la mejor afición del mundo son los béticos, que han hecho de su “Viva er Betis manque pierda” su leit motiv. Pero en Heliópolis, o el Benito Villamarín, o el Manuel Ruiz de Lopera, llamadle como queráis, también se han oído y dicho barbaridades de todos los estilos cuando ese peculiar presidente regía en el club, y los aficionados, no pocos, si no muchos, muchísimos, le rieron la gracia cuando tuvo la ocurrencia de poner su busto en el palco ante la visita del eterno amigo, el Sevilla, y así justificar su ausencia.

Hace una semana, bajo la callada mirada del club, otro puñado de aficionados se dedicó a increpar e insultar con todo lo que uno se pueda imaginar a los jugadores en su condición de máximos responsables, según ellos mismos, de la situación por la pasa el club. Es la misma afición que desde el primer día del relevo de Pepe Mel por Juan Carlos Garrido le hicieron la vida, literalmente, imposible al segundo. En el campo, me refiero. Cuando menos, es paradójico que un estadio en bloque pida la salida del entrenador… el día de su debut.
En el Bocho también presumen de ser la mejor afición del mundo. Cuando oyes al campo cantar el himno, se te ponen los pelos como escarpias. Dicen que en el viejo San Mamés se respiraba y se vivía el fútbol de otra manera. Y en el nuevo estadio, el encantamiento sigue vivo.
También se te eriza el vello cuando oyes el cariz de los insultos, por ejemplo, que prodigaron a Fernando Llorente la pasada temporada, total porque el muchacho orquestó su salida de Bilbao de una manera claramente mejorable. O pitan durante el minuto de silencio que se guardó en su momento por el fallecimiento del creador de la marca La Roja, Don Luis Aragonés. O el repaso que se llevó Raúl el día que con el Schalke 04 hizo la ofrenda floral ante el busto de Pichichi. Y dado que los pitos se ve que por allá arriba se manejan con soltura, le pitan también al malvado Iniesta porque hace tres años, en la primera temporada del Loco Bielsa en San Mamés (si no me falla la memoria) exageró algo en una falta que le hizo ese angelito que era Fernando Amorebieta (y que le costó la roja al de Cantaura). Hombre, que por eso, tres o cuatro años después, sigas pitando al bueno de Andrés cuesta entenderlo. Casi seguro que el hecho de que Iniesta fuera el autor del gol que hizo campeona del mundo a España no tiene nada que ver.
Otro club español, el Barcelona, no hace gala de ser la mejor hinchada del mundo, pero sí lucen y hablan orgullosamente del seny catalán. Pero luego, cuando se monta la cruzada anti-Figo, lo que se vivió ese día en el Camp Nou no fue plato de buen gusto para el jugador portugués ni para sus compañeros de equipo. Ese partido, el del cochinillo, nos mostró el lado oscuro de la afición blaugrana.
En el otro lado, los madridistas también se cuelgan alguna que otra medalla. Es una imagen digna de recordar el día que el estadio despidió con una ovación de gala a Ronaldinho después de una exhibición del brasileño en el mismísimo Santiago Bernabéu. Pero estos mismos son los que convierten el fútbol en política cuando reciben la visita de su eterno rival o del Athletic y vocean gritos sobre España y el que bota o no bota, y el que es catalán o vasco o yo qué se qué.
Si saltamos fuera de nuestras fronteras, hay otro equipo, el Liverpool, que también presume lo suyo. El “Nunca caminarás solo”, cuando se lo oyes cantar a todo el estadio, debe producir un escalofrío de placer.

Todavía recuerdo a Michael Robinson, no recuerdo bien en que post-partido, cantando afónico en una retransmisión de Canal +.
Estos mismos, con algo de alcohol en el cuerpo, son los mismos que provocaron la muerte de 39 aficionados en la tristemente recordada tragedia de Heysel. Tienen los supporters ingleses fama de fieles en cualquier tipo de circunstancias, pero también parece ser que cuando les da por beber… Y allí, en las islas, las pintas, en los pre-partido, aparecen y desaparecen por arte de birlibirloque. Muchos años estuvo esta afición “prohibida” en Europa.
El repaso de detalles de este cariz podría hacerse infinito (hace unas semanas, los propios medios de comunicación bendijeron el asalto de la afición del Racing de Santander al palco de autoridades) pero de lo que se trata de poner en la balanza todo, los pros y los contras, hasta descubrir que la mejor afición del mundo… está por descubrirse.
Fenomenal artículo. Acertadísimo. No hay ninguna afición que no haya metido la pata. En ese sentido, los ultras siempre dan la nota y manchan la imagen del club y del resto de aficionados.
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La verdad es que el fútbol cada vez da más miedo. La Liga y sobre todos los clubes tienen que tomar cartas en el asunto y dejar de ayudar, como muchos hacen, a los ultras.
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Muy de acuerdo con el artículo. Cada afición, como masa amplia y difícilmente definible, tiene sus pros y sus contras. Además, las pasiones futboleras mal entendidas llevan a actos irracionales, son caldo de cultivo de actitudes lamentables.
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