Anda nuestro fútbol triste y lánguido, con problemas variados de toda índole, deportivos y no tanto. Lo que algunos presumían en octubre como Liga a cinco se ha quedado ya, claramente en Liga a tres, a falta de lo que lo pueda pasar en las próximas jornadas -el Atleti sigue sin parecerme el del año pasado-; el mejor club del mundo en diciembre ahora es un equipo ramplón y el entrenador al que los medios y aficionados habrían despedido en enero ahora es uno de los grandes; si pierdes un partido de Liga, aunque sea con el Atleti de Madrid en la jornada 22 de Liga y sigues siendo el líder, ya no puedes celebrar tu cumpleaños, sino que tienes que sufrir el escozor de la derrota en soledad.
Por otra parte, los clubes empiezan a amenazar con huelga si el gobierno no acelera la normativa que está preparando para regular la venta de los derechos televisivos; los clubes y escuela de fútbol base también se lanzan a la canción protesta por la enésima ocurrencia del CSD, que es aquella que obliga a estos clubes y escuelas a pagar cuota de seguridad social por los “salarios” que pagan a sus entrenadores, monitores, etc. Y mientras tanto, nuestros campos se quedan vacíos porque los clubes prefieren vender una entrada a 100 euros que 10 a 20 y que reciclen entradas sin vender un fin de semana sí y otro también. Bien, como diría Jack el Destripador, vayamos por partes.
El movidón más gordo, creo yo, está ahora mismo en el tema televisivo. Como en este país hemos sido toda la vida incapaces de ponernos de acuerdo ni siquiera para elegir el casquillo de una bombilla, los clubes andan a la gresca por el tema de los derechos de televisión. Esta semana se ha dado a conocer el nuevo contrato que ha firmado la Premier League, entidad modélica en muchos aspectos. Aparte de las cifras, que son de otro planeta y dudo mucho que en España, con la situación que estamos atravesando, nadie pueda igualar o tan siquiera acercarse a ellas, el reparto se hace en función de la clasificación.
Es decir, como la lógica indica, el que gane la Liga cobrará más dinero y el colista el que menos. Con la diferencia de que el colista cobraría algo más que lo que cobran actualmente en España Real Madrid o Barcelona. Por eso se quejan los presidentes de clubes españoles: llega cualquier equipo mediano de la Premier y se lleva a ese jugador estrella que no vale para los grandes pero sí para un Tottenham o un Aston Vila, pone la pasta sobre la mesa y aquí paz y después gloria. Bueno, es otra forma de ingresar, chatos.
De entrada, convendría que Collet y todos aquellos que apuestan -y con buen criterio, ojo- por la venta unificada de derechos tengan los pies en el suelo. Aquí no van a verse las cifras de Inglaterra. Ni de lejos, creo yo… En la actualidad, la suma de lo que ingresan todos los clubes llega los 800 millones de euros. No sé hasta donde se podría llegar. ¿1.000 millones? ¿Quizá 1.500? No veo posible sobrepasar esas cifras, pero ya se verá.
En cualquier caso, como toda norma, tiene sus seguidores y detractores. Aquellos que teóricamente saldrán más perjudicados, Real Madrid y Barcelona, no lo ven claro. Otros clubes, como el Athletic, dicen una cosa en las mesas de negociación y otra cuando están lejos de ellas. Pero en lo básico, son mayoría los que abogan por una venta centralizada de derechos.
Y digan madridistas y culés lo que digan, ello beneficiaría enormemente a la Liga española. A medio plazo, la competición tendería a igualarse, deberíamos empezar a olvidarnos de esas tediosas “ligas escocesas” que no divierten ni siquiera a los principales protagonistas. Si la competición es más igualada, habrá muchos más partidos interesantes. Y si hay muchos más partidos interesantes, a la siguiente renovación de la venta de los derechos televisivos, podrá pedirse más dinero.
En lo sustancial, dudo mucho que Barcelona y Madrid ya no pudieran fichar a los Neymar y Bale del futuro con estos nuevos ingresos, porque estos clubes son máquinas de generar dinero y seguirían fichando lo mejor, pero la sensación es que con más dinero para los medianos y pequeños, la Liga subirían varios escalones competitivamente hablando.

El objetivo de la LFP debería conseguir algo parecido a la NBA, donde equipos como Golden State Warriors, Atlanta Hawk o Toronto Raptors han pasado de tener unos balances de victorias-derrotas infames hace unos años a dominar la clasificación esta temporada; y equipos como Lakers, Orlando o Utah, ahora tienen que ver el teatro desde las peores localidades. No digo yo que fuera bueno para nuestra Liga que Madrid o Barcelona acabaran un año en el puesto 10 ó 12 -tampoco se acabaría el mundo, creo; Syriza ganó en Grecia y el sol sigue saliendo todos los días-; pero si ayudaría que nos olvidáramos de los récords de puntos o de goles y busquemos la máxima competitividad posible. Que el Sevilla pueda ser un año el Atleti del 2014; o el Valencia, o el Villarreal, o el Athletic, o el Málaga, o el Espanyol…
Por otra parte, la LFP, que tiene actualmente a un presidente que intenta hacer bueno a Astiazarán, tiene la misma capacidad crítica que las megaestrellas -del fútbol, del cine, de la política…- y centran todos sus males en lo mucho que ingresan el Real Madrid y el Barcelona, el pirateo que hay de la señal de los partidos y todas esas cosas. Pero ni uno se pregunta la razón por la que los estadios de Primera División en España están semivacíos en muchos casos, mientras que en Inglaterra o Alemania se llena igual un Manchester City-Chelsea que un Hull City-Burnley; lo mismo un Bayer Munich-Schalke 04 que un Hertha-Friburgo.
Las entradas están tiradas de precio, los abonos también y los campos se llenan sistemáticamente. Hace un año quise llevar a mi hijo a ver el Getafe-Athletic. Las entradas más baratas a la venta era de 60 euros. Así que no fuimos. El día que los clubes asuman que buena parte de los problemas que padecen están ocasionados por su propia gestión, darían un salto de calidad en la dirección de sus organizaciones. Pero eso es pedir mucho…

La otra patata caliente está en el fútbol base. Pero en el base base, base. Es decir, no me refiero a las canteras de los clubes -que quizá también-, si no a esas modestísimas escuelas de fútbol a las que acuden niños por millares con el sueño casi imposible de ser algún día un futbolista profesional. Esas modestísimas escuelas en las que sus entrenadores y monitores no cobran en dinero, si no en especies (ropa deportiva, generalmente, y no siempre) o si ganan dinero son unas cantidades tan ridículas que nadie se lo plantea como una manera de vida, laboralmente hablando. Entrenan con niños dos, tres, cuatro veces a la semana, los sábados o domingos tienen partidos a horas, a veces, intempestivas y en unas condiciones climatológicas durillas. Y quizá se saquen 100 euros al mes. O 150. Una mierda, vaya.
Pero Papá Estado es insaciable, como ese vampiro de “Entrevista con el vampiro” -¿o era la niña, recién convertida a las artes chupasangrescas?- que decía aquello de “quiero más”. Hay que ingresar dinero como sea, de donde sea. Y la última ocurrencia es que todas estas escuelas: a) contraten a sus entrenadores; y b) les paguen seguridad social. El otro día vi al insípido Miguel Cardenal afirmar que si alguien percibe una remuneración, es justo que pague los impuestos y seguros sociales correspondientes. Si él considera que 100 ó 150 euros al mes es una remuneración, es que estamos mucho más cerca de Grecia de lo que creemos.
P.D.: Me dejo en el tintero las excelentes relaciones que hay entre la LFP y la RFEF, entre la RFEF y el CSD… Pero eso daría para otros post. Y no es hoy ese día.