El fútbol actual, como todo, ha ido evolucionando con el paso de los años. Parece difícil comparar jugadores del presente con otros de varias décadas anteriores sin ser injusto, ya que el contexto y el propio deporte han ido moldeando a los propios futbolistas.
Eficiencia contra creatividad
De este modo, el fútbol cada vez es un deporte más estudiado, que se rige por unos estándares más rectos y cuyo objetivo es alcanzar la máxima eficiencia a través del estudio y el entrenamiento en base a parámetros preestablecidos.
La precisión del pase, el número de kilómetros recorridos, la posición media, o incluso los “expected goals” son datos a los que cualquier aficionado puede tener acceso y, por lo tanto, la mayoría de cuerpos técnicos utilizan a su favor para la preparación y el trabajo de sus equipos.
Esto, que no es bueno o malo per se, marca la línea del fútbol actual, dónde la táctica es clave y hace que los propios futbolistas tengan que desarrollar una serie de cualidades que, en ocasiones, mata la creatividad.
La muerte del «10»
No es coincidencia que esta evolución natural haya castigado especialmente a la figura del mediapunta o “10” clásico. En los principales equipos de Europa, es difícil encontrar un jugador de nivel mundial, que juegue con regularidad y que lleve a cabo el rol de centrocampista ofensivo tal y como lo hacían los clásicos Maradona, Zidane, Rivaldo, Hagi…

El tradicional “trequartista” suele ser ese jugador mágico, de alta calidad técnica individual, con regate y clarividencia en los últimos metros del campo, pero carente de despliegue físico y ausente en labores defensivas.
Años atrás veíamos a figuras como Guti, Djlaminha, Valerón, Riquelme brillar en el máximo nivel. Pero en el presente estamos viendo que jugadores como Özil, Isco o Coutinho no están sacando a relucir su máximo potencial, cada uno por motivos diferentes, pero todos con la idea de que no se han sabido adaptar al ritmo de fútbol actual.
Muchos de estos jugadores han tenido que evolucionar para aportar cosas al equipo más allá de la técnica individual. Iniesta, Silva, Arda Turan, Pjanic, Fekir y un largo etc. son ejemplos (muy distintos) de cómo ese rol ha cambiado al futbolista, ya sea desplazándolo a otro sector del campo o exigiéndole más tareas en el centro.
La polivalencia es la clave
Cada vez es más frecuente ver a jugadores que no tienen una posición fija en el campo. Ya no existe solamente un pivote, un interior o un mediapunta. Muchos de los futbolistas ocupan varias posiciones según los intereses del entrenador de cara al partido (Thiago, Valverde, Pedri, Pogba, Canales, Kimmich…) y, muchos otros, teóricos interiores, desarrollan su juego ocupando mucho espacio en el campo (De Jong, Wijnaldum, Vidal, Gundogan, Kovacic…) ejerciendo de «box to box».

Da la impresión de que el mediocampista actual debe llevar a cabo tareas diferentes y poder rendir en diferentes sectores del campo, para así dotar al entrenador de múltiples opciones y, además, generar incertidumbre en el rival.
Por supuesto existen multitud de excepciones, sobre todo en los futbolistas de corte más defensivo, como pueden ser Busquets, Casemiro, Fabinho o Fernandinho. No obstante, vemos que el clásico mediapunta habilidoso apenas tiene cabida en el fútbol de élite actual, o al menos no si no está dispuesto a aportar un mayor despliegue físico y mayor trabajo en el sector central del campo.
Esta tendencia puede provocar que los jugadores sean más disciplinados, más polifacéticos. Posiblemente, mejores futbolistas. Pero supone una limitación de la creatividad que puede afectar a los más jóvenes y que puede ir en contra del espectáculo. Parece que esa chispa de genialidad está destinada únicamente a los extremos, los cuales sí tienen una mayor licencia para tratar de driblar y desbordar sin tanto miedo al fallo.
Veremos cómo sigue evolucionando el fútbol y hacia qué lado nos lleva pero, si algo está claro, es que el talento no debería limitarse nunca.
Bastante de acuerdo con este análisis,que no obstante no es aplicable a los verdaderos creativos. que acaban pudiendo escapar de esta tendencia de uniformidad donde la fuerza física y la disciplina táctica son las que priman y que hacen el juego mucho más encorsetado y monótono el detrimento del espectáculo y del espectador.Menos mal que siguen surgiendo jugadores que son capaces con su chispa de tener licencia para improvisar.
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