Un deporte colectivo, como el fútbol, lo podemos definir como una actividad deportiva grupal donde un conjunto de personas con diferentes características se forman con el fin de alcanzar unos objetivos comunes.
Para lograr dichas metas, en los deportes colectivos, cada vez se le da más importancia a las relaciones interpersonales. El aspecto psicológico está tomando más protagonismo dentro de los equipos. La figura de un psicólogo deportivo o coach está siendo, últimamente, más habitual en el staff deportivo de un club.
Estas personas aparte de encargarse de la situación psicológica del jugador, para que tenga un mayor rendimiento, también ayudan a tener una buena cohesión grupal en la comunicación o en la resolución de posibles conflictos dentro de la plantilla.
Un equipo de fútbol está formado por un gran número de personas, en un entorno reducido, que se ven presionadas tarde o temprano por una situación de estrés emocional por diferentes factores (resultados, competencia de rivales, presión de aficionados o bien de una persona del propio club,…).
Durante el transcurso de la temporada es inevitable que se produzcan choques, debido a las diferentes personalidades. En estas interacciones podemos encontrar diferentes tipos de relaciones interpersonales: unas principales como, Entrenador – Jugador (jerarquía vertical), Jugador – Jugador (jerarquía horizontal), Entrenador – Dirección del club (jerarquía vertical). Y otras secundarias como, Entrenador – Resto del cuerpo técnico, Entrenador – Árbitro/Entrenadores rivales/Aficionados.

Tenemos que tener claro la importancia de fijar las jerarquías y rangos dentro de un equipo. El papel del entrenador es esencial para esta gestión. Una de sus funciones es decidir qué tipo de comunicación se va a utilizar para resolver los problemas o conflictos que se presenten durante el transcurso de la temporada. El entrenador tiene que mostrar una jerarquía frente a sus jugadores para que sus normas, instrucciones y motivaciones lleguen a sus jugadores.
Algunos ejemplos de tipos de conflictos interpersonales que se pueden dar son por: motivos personales (conflictos económicos, académicos, sociales, familiares, …), causas deportivas (organización de sesiones, carga de entrenamientos, gestión del club, falta de material, resultados, …), mensajes del exterior (dirección del club, aficionados, …), formas o estados psicológicos (indisciplina, pasividad, depresiones, hiperactividad, …), por la forma o el contexto del mensaje (diferentes puntos de vista, comunicación formal o informal, …), conflictos entre distintos niveles de las cualidades específicas (rendimiento, competencia entre jugadores, …), instrucción mal interpretada o no respetada (conflicto de jerarquías entre entrenador y jugador o jugadores).
Como consecuencia de estos conflictos podemos encontrarnos con un mal ambiente en el equipo, jugadores ausentes, pérdida de jerarquía del entrenador con sus jugadores, pérdida de rendimiento o pérdida de motivación.
El entrenador puede llevar a cabo medidas en su equipo para prevenir o reducir este tipo de conflictos. Algunas de estas medidas pueden ser: establecer objetivos y motivaciones comunes a través de reuniones previas y periódicas para los jugadores, informar del código de conducta o régimen interno para definir roles y establecer límites, fortalecer la unión del equipo, señalar o sancionar cualquier tipo de indisciplina, impedir los grupos reducidos o parejas demasiado continuas, prevenir o impedir lo antes posible conflictos entre jugadores, tener comunicación constante individual y en grupo, aplicar el coaching deportivo para intentar que los jugadores tengan conciencia para mejorarse a si mismos y al resto.
Un entrenador de fútbol tiene que ser consciente de que los conflictos forman parte a la hora de gestionar un grupo de personas y debe ser capaz de resolverlos de la mejor manera posible para el buen funcionamiento del equipo. Por lo tanto, la figura del entrenador es clave para que el equipo lleve una buena dirección en lo referente a las relaciones interpersonales.