Hablar de Guti es hablar de un futbolista que pudo ser más de lo que realmente quiso. Con un talento descomunal, su mala cabeza y, por momentos, dejadez sobre el terreno de juego hicieron de él un jugador idolatradao y odiado por su propia afición.
El Curro Romero de su época. Cuando Guti decidía sestear se convertía en un alma en pena imposible de no desesperar hasta a sus propios valedores. Sin embargo, si decidía ponerse el traje de luces, esa tarde quien pagara su entrada volvía a casa con una sonrisa, incluso siendo del equipo rival.
Y eso es exactamente lo que sucedió aquel 30 de enero de la temporada 2009/2010 en Riazor. Tocó disfrutar de una de esas perlas que quedan para la historia. Aquel día, Guti fue genio…