Si Rubiales montase un circo, definitivamente le crecerían los enanos. El sucesor de la mayor institución del panorama deportivo español, la presidencia de Villar en la RFEF, no ha hecho más que acrecentar las polémicas que siempre salpicaron el mandato del bilbaíno. Y eso que cuando sucedió el caso Lopetegui, la opinión pública le ofreció su beneplácito por su estilo directo y expeditivo. Sin embargo, un año y medio después, las cuotas de defensores del exlateral han bajado hasta mínimos históricos, llegándose a comparar algunas de sus decisiones con las de su denostado predecesor. Todo apuntaba a que viviríamos una nueva época en la Federación alejada del escándalo, los personalismos y la desorganización. Nada más lejos de la realidad.
La cuestión más criticada es la que se refiere a la disputa de competiciones allende nuestras fronteras. El mismo dirigente que recibía el aplauso de los aficionados al cortar los intentos yankees de Tebas para partidos de La Liga, ya se ha llevado dos torneos al extranjero. El primero fue la Supercopa de 2018, en Tánger, curiosamente en un país que ni siquiera se sitúa entre los que pueden presumir de economía.
El segundo será la nueva edición de la Supercopa que se disputará en enero en Arabia Saudí. Por si no hubiera países pujantes en el mundo (Japón, Estados Unidos, China…), la Federación ha decidido estrenar este cuadrangular en una tierra en la que las mujeres no pueden ir al fútbol, entre otras violaciones de derechos de mayor calado. Pero la pela es la pela y de poco ha servido la campaña crítica alentada por múltiples ámbitos para desplazar el formato. Y eso por no hablar del reparto de derechos televisivos.
Mejorar no era difícil
También podríamos citar el affaire Robert Moreno, pero son ya tantas las líneas que se han escrito sobre ello, que preferimos centrarnos en el aspecto que más desilusión ha provocado en el público general. Porque dentro de ese quiero y no puedo que está resultando la dirección de Rubiales en el ente futbolístico, la nueva Copa del Rey suma otra página más. Y como todo en la nueva dirección de la Federación, parecía otra cosa cuando nos la vendieron. Parecía que se abandonaría por fin ese formato aburrido a doble partido que siempre beneficia al grande. Que los más humildes tendrían su oportunidad. Que el torneo del K.O. volvería a serlo y dejaría atrás su rol de incordio intersemanal para segundas unidades en los equipos de Primera.

No obstante, la idea no era mala. Incluir en la competición a los semifinalistas de la Copa Federación entre otros clubes humildes, era un buen comienzo. Pero sobre todo, la disputa de eliminatorias a partido único en el campo del rival más débil, como se hace en la mayor parte de los países, es lo que más atraía del nuevo formato. Está matemáticamente probado que las probabilidades de sorpresa aumentan a manera que se reducen los minutos. Es decir, que un despiste es más factible que pueda durar un máximo de 90 minutos a que la situación no se remedie en 180 minutos con días de por medio. Y más jugando en casa. En definitiva, ambos aspectos hacen que, aunque con defectos, esta edición se encuentre en grado de atracción a años de luz de las celebradas en las últimas décadas.
Falta de organización
El problema es que esos citados defectos son graves. Porque en el momento en el que los clubes inferiores, por llamarlos de algún modo, están obligados a cambiar de feudo, el espíritu de la competición se distorsiona. Sólo siete de los dieciséis equipos de Tercera División jugarán en casa. Los otros nueve, la mayoría, no han recibido el visto bueno de la RFEF. Y en algunos casos, este hecho ha conllevado semanas de incertidumbre. Sobre todo, en lo relativo a los terrenos de juego de Bergantiños, Intercity y Peña Azagresa.
Estos tres clubes son los que más obstáculos se han encontrado para radicar el partido más importante de su historia. Como el primer equipo de la terna, que tuvo que apoyarse en varias instituciones para que el Deportivo de la Coruña acabara accediendo a ceder Riazor. O la Peña Azagresa, que cambiará de Comunidad Autónoma, no sin negativas previas, de Navarra a La Rioja, para disputar su encuentro en la cercana Calahorra.

Además, en estos clubes el enfado es patente, más que por la falta de previsión de la Federación, como por las formas en las que han sido informados de la ineptitud de sus recintos. En primer lugar, es un grave error que se desconozcan, o no se tengan en cuenta, desde que se planifica el torneo qué condiciones reúnen todos los estadios que entran en juego. Aunque no se supiese quién acabaría adquiriendo el derecho de participar, debían haberse contemplado todos los escenarios. Puesto que si el gran aliciente del torneo depende de una valoración técnica, para colmo tardía, es absurdo que este aspecto se incluya en el formato.
Humildes pero no serviles
Por si fuera poco, equipos como el Peña Azagresa han denunciado públicamente la ambigüedad de las mejoras propuestas por los informes y la falta de margen de maniobra que conlleva la cercanía en fechas con los encuentros. De hecho, uno de los aspectos más polémicos es la idoneidad o no del césped artificial. En el embrión aprobado por la Federación en primavera se incluyó la excepción de que los conjuntos de 1ª y 2ª no jugarían en este tipo de terrenos. Sin embargo, esta exclusión no queda recogida en las bases del torneo. Por ello, aún se preguntan en el Bergantiños qué exigencia se escapa a As Eiroas, al que sólo se le puede achacar precisamente el piso sintético.

Aunque quizás el caso más curioso se sitúe en Logroño. El mítico estadio de Las Gaunas acogerá hasta cuatro partidos en una semana, de los cuales, tres se encuadrarán en esta ronda copera. Porque a la UD Logroñés, habitual de este campo, se le han sumado el Comillas y la SD Logroñés en calidad de invitados. La cuestión es que lejos del festivo carácter que supone la participación de hasta tres clubes de una ciudad sin fútbol de élite, el asunto ha traído polémica. A nadie se le escapa la rivalidad acérrima de la que hacen gala las dos entidades que comparten el gentilicio de la capital riojana. Dos clubes que nacieron con la misión, por el momento infructuosa, de llenar el vacío futbolístico que dejó la desaparición del mítico Logroñés. Y en ello andan enfrascados, cuando posiblemente hubiese sido mejor aunar los esfuerzos en un solo escudo.
Un preocupante telón de fondo
En resumen, todas estas cuestiones han dejado patente algo más que la desorganización de la Federación. Hablamos de la debilidad de los clubes que conforman las divisiones inferiores de nuestro fútbol. Y ahí es donde entra en juego el factor económico que tantos clubes ha engullido en estos años. Un aspecto, el dinerario, que podemos achacar a dos razones.
La primera, es la falta de ayuda pública a los clubes no profesionales. En algunos casos, la clase política incluso ha abandonado en sus promesas a los equipos, que se han visto obligados a buscar modestos patrocinadores que sufraguen sus inscripciones federativas. A lo que se suman las deficiencias por falta de presupuesto en las instalaciones, que ahora más que nunca se encuentran en el punto de mira. Sin embargo, que pregunten en Villarreal si hay mayor impacto en un municipio que formar parte de un deporte de élite.

Por otro lado, la culpa la tienen los propios habitantes de estas localidades. Sobre todo en territorios rurales o dispersos, bastante habitual en las dos Castillas, en los que sus vecinos prefieren defender a equipos como Real Madrid o Barcelona que al local. En muchos casos, pocas veces tendrán la oportunidad de verlos en directo por la lejanía que los separa. Y no ha de entenderse esto como una crítica, ya que cada uno es libre de animar a quien quiera. Pero al hacerlo, se debe ser consciente de que muchos equipos de pueblo sufren por la falta de apoyos y patrocinios. No como sucede en Inglaterra, donde los clubes de barrio aglutinan a cientos de aficionados. Hecho que no impide que, a lo mejor, durante el resto de la semana estos mismos se identifiquen con el Liverpool, el United o el Arsenal.
Por todo ello, no sólo se debe ver este primer fracaso de la nueva Copa del Rey como un nuevo desacierto de la administración Rubiales. Este hecho debe servir también para analizar qué sucede en nuestro fútbol más modesto. Para intentar que ni un club más se vea abocado a la desaparición. Y en definitiva, para democratizar este deporte de verdad y que esta participación de clubes humildes no quede en un mero brindis al sol.