No es lo mismo luchar por la propia vida que hacerlo por la riqueza o por la venganza, por el honor o por la humillación del contendiente. No es lo mismo. Esto es lo que diferencia al Levante del Betis, al Girona del Sevilla, al Rayo del Real Madrid.
Los equipos hundidos en la zona baja de la clasificación se resisten a dejarse llevar. El calor del infierno quema y alimenta. Alimenta las piernas de unos jugadores que, bien por su profesionalidad, por su amor propio o por amor a unos colores, que, aunque pocos, también los hay, dejan hasta la última gota de sudor en salvar lo inevitable de un fatal destino.
No ha sido casualidad que el Girona le haya dado un repaso táctico y físico a un Sevilla que está muy lejos de no jugarse nada, o que la segunda parte del Huesca en Vila-Real fuese espectacular. Tampoco que hace unos días el Levante pasara por encima de un Betis que veía como se escapaba una de las últimas oportunidades para repetir plaza europea. Todos en lucha, pero solo algunos con la soga al cuello.

Por arriba, en la última jornada se han producido las derrotas de Real Madrid, Getafe, Sevilla y Valencia. También el empate entre Athletic de Bilbao y Alavés. Esto hace que la cuarta plaza, última que da derecho a la riqueza, siga abaratándose semana tras semana. Irregularidad en los aspirantes. Diría que cierta mediocridad. Y que, realmente, no están luchando por sobrevivir, porque los equipos en la lucha vital son otros y, claro, son éstos los que comienzan a lograr las ya clásicas buenas rachas de los equipos de abajo de finales de temporada que son los que roban los puntos a los que están por encima.
¿La vida o el oro? Pues la vida. Claro. ¿La soberbia o la dignidad? ¿Adivinan? De hecho, la dignidad del Girona ofendió tanto que Éver Banega, ese gran futbolista de inconstante inteligencia, pecó de soberbia por enésima vez en su carrera y se borró para el final de temporada donde su equipo se juega tanto. No lo creo, porque estas decisiones se toman en frío y Banega ha sido la mayor parte del tiempo un jugador de los importantes para el club, pero puede haber sido su último partido de en el Sevilla.
¿La bolsa o la vida? ¿Alguien dudaría en entregar la bolsa antes que la vida? Alguno habrá, pero ya sabemos lo que pasaría, que al final ni vida, ni bolsa. A pesar de todos sus esfuerzos, encomiables, llenos de profesionalidad y sostenidos por un hilo de esperanza, la situación de Huesca y Rayo Vallecano requiere de un oxígeno que ya está prácticamente agotado. Si no ganan en la próxima jornada el descenso será inminente.
El tercero en discordia, tras la última jornada, es el Valladolid, víctima de haber vivido en una zona relativamente acomodada y, también hay que decirlo, de las incompresibles decisiones del infame VAR español. Los pucelanos han empezado a temer por su vida algo tarde y cuando se han dado cuenta se han visto ahí abajo, demasiado abajo. Vivos están el Celta de Iago Aspas, el vertiginoso Levante del “Comandante” Morales y el Girona de Portu y Stuani.

Centrándonos en el equipo de la capital castellana e independientemente de las cuentas objetivas, el Valladolid tiene un problema: menos gol que todos los demás. El equipo pucelano es de largo el equipo menos goleador de la categoría sin que su defensa sea especialmente eficaz, algo que inevitablemente le sitúa en tan angustiosa situación. Corre como todos los demás, pero la dificultad añadida puede ser una de las claves. No se nombran los nombres de Iago Aspas, Morales o Portu en vano.
Lástima que Ronaldo, el brasileño, no esté en condiciones de bajar al césped para ayudar en el campo al grupo de jugadores cuya fichas ha adquirido. Paradójico es que uno de los mejores delanteros de la historia del fútbol sea el propietario de un equipo que apenas ha logrado convertir 29 dianas en una temporada completa. ¿Cuántas veces en su carrera habrá superado esa cifra de goles el actual presidente del equipo albivioleta?
La próxima jornada se juega un dramático Levante – Rayo Vallecano. El Celta juega en casa ante un Barcelona que estará pensando en Liverpool y que pondrá a la unidad B en liza. El Girona visita a un Getafe que se juega la Champions. El Valladolid recibe al Athletic en lucha por la clasificación para la Europa League y el Huesca recibe al Valencia. El único de los de abajo que juega contra un equipo sin nada en juego es el Celta. Pero el Barcelona, por poco que le motive este partido, tiene una plantilla de calidad inagotable.
En definitiva, estamos ante el grupo de equipos que se juegan la vida. El grupo de equipos que ofrecen la mayor emoción a esta etapa de una liga descafeinada y aburrida en su parte más alta desde hace demasiadas semanas, con las tres primeras plazas definidas y una interesante, esta vez sí, lucha por la cuarta plaza y las plazas de la Europa League.
Es este el momento en el que los aficionados dejan de centrarse en el oro para centrarse en la sangre. Sangre de unos futbolistas que llenan de tensión sus actos, que se enardecen en batallas a vida o muerte en aras de mantener un estatus que les de la gloria por un año más. La tragedia que se atisbaba en el horizonte se acerca inexorablemente y la carrera por huir de sus fauces enfanga el alma de algunos que no logran reunir el valor suficiente para enfrentarse al pozo del descenso.
Los contendientes están en la arena. El espectáculo de la encarnizada lucha por sobrevivir nos ofrece sus últimos capítulos. Tres caerán. Tres no. Los otros catorce respiran. No, no es lo mismo luchar por el oro, que hacerlo por la vida.