Con el Mundial de Brasil cada vez más próximo, indagar en el pasado de este torneo es una tarea entretenida para cualquier aficionado, sobre todo si te tropiezas con historias tan peculiares como esta.
El trofeo Jules Rimet fue el premio que se entregó a las selecciones que se proclamaban campeonas del mundo desde la celebración del primer Mundial(1930) hasta 1970.
Esta pequeña copa era una escultura de la diosa griega de la victoria, Niké, medía 35 centímetros y pesaba alrededor de 4 kilos. Estaba hecha de plata de ley y bañada en oro, la base era de lapislázuli. En cada uno de los lados de la base había placas de oro en las que se grabaron el nombre del trofeo y el de sus nueve vencedores.
Las vivencias de nuestra querida miniatura merecen un capitulo aparte en la historia del fútbol, una historia que bien podría ser catalogada como de ciencia ficción.
Tras el Mundial de 1930, donde se proclamó vencedora la Selección Uruguaya, la copa viajó a Italia, que fue su hogar durante los dos siguientes campeonatos. Sería entonces, con el estallido de la Segunda Guerra Mundial, cuando comenzaran sus aventuras.
No sólo los futbolistas ansían tan preciado trofeo: ladrones, coleccionistas, dictadores… Entre ellos Adolf Hitler.
A sabiendas del deseo de poseer el cetro por parte del dictador alemán, Ottorino Barassi, presidente de la Federación Italiana y vicepresidente de la FIFA por aquel entonces, decidió sacar el trofeo de la caja fuerte en la que moraba, en el Banco de Roma. Pensó que debía guardarla en un lugar más seguro…en una caja de zapatos escondida bajo su cama.
Acertado estuvo, pues Roma cayó no mucho más tarde ante las tropas alemanas pero no lo haría la ansiada copa. Aunque eso sí, nuestra entonces joven amiga, no se libraría de caer en manos ajenas.
En 1966, con motivo de los preparativos para el Mundial de Inglaterra, se encontraba expuesta en el Salón Central de Westminster. Fue robada.

Qué cara tuvieron que poner los agentes de Scotland Yard, buscando como locos por todas partes, al descubrir que fue un perrito llamado Pickles el que la encontró entre unos arbustos del barrio de Upper Norwood envuelta en papel de periódico.
Para el año 74, la FIFA decidió que la Copa del Mundo debía tener un nuevo diseño por lo que la selección que ganara el Mundial del 70 se quedaría con el Jules Rimet para siempre.
Si hubiera tenido la capacidad de hacerlo, de seguro el trofeo hubiera pensado algo así como «por fin recibiré mi merecido descanso». Nada más lejos de la realidad, no estaba este trofeo destinado a vivir tranquilamente al resguardo de los cristales blindados de una vitrina bajo el calor de unos focos.
Expuesta en la Sede de la Confederación Brasileña de Fútbol, en Río de Janeiro (el que se supone hubiera sido su paradero definitivo) el 19 de diciembre de 1983 volvió a ser robada. Esta vez Pickles estaba un poco lejos como para encontrarla.
Años después la policía brasileña detuvo a cuatro sospechosos que fueron juzgados como autores del robo: Hernández, Pereira (el cerebro de la operación), Vieira y Rocha. Los cuatro argentinos. Todos aseguraron haber fundido la pieza para vender los materiales.
Algo distinto fue lo que contó Hernández tras la muerte (en extrañas circunstancias) de algunos de sus compañeros de fechorías. Explicó que el robo había sido un encargo por parte de un coleccionista italiano. Esta versión de los hechos tuvo bastante más aceptación y credibilidad que la anterior.
Y hasta aquí la historia. La copa nunca más volvió a aparecer ni se supo la realidad de los hechos acaecidos en Brasil. Quizás fue fundida o tal vez descanse en casa de algún ávido italiano junto a otros tesoros de gran valor.
Otra hipótesis bastante extendida es que la copa original no salió de Inglaterra y se encuentra expuesta en el Museo Nacional de Fútbol de Preston, siendo todas las posteriores réplicas.
Poco probable es que lleguemos a conocer la verdad sobre el asunto.
Y aquí la imagen que, por vicisitudes del destino, me ha traído esta magnifica historia.

Enhorabuena por tu artículo. Interesante la historia de la caja de zapatos, desde luego debe de ser uno de los trofeos con más ajetreo de la historia.
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