Hace dos semanas, tuve la oportunidad de visitar Kuwait para participar en un programa de televisión sobre fútbol llamado «The Sideline». La idea es que 6 aficionados de diferentes puntos del mundo (Brasil, Estados Unidos, Inglaterra, Bélgica, Kuwait y España) habláramos sobre todo lo que rodea al deporte rey. Entre los temas que tratamos estaban, el fútbol femenino, fútbol y economía o el pasado y futuro del juego.
Uno de los días, tras terminar el rodaje del programa, fuimos a cenar (magnífica comida la de aquel país!!) y ver los partidos de Champions League Bayer Munich – Juventus y Barcelona – Arsenal. Llegamos a un restaurante que estaba dividido en dos partes, una para fumadores que ya estaba abarrotada y un patio exterior inmenso donde dos pantallas gigantes ofrecían ambos encuentros. Pese a que en Kuwait son dos horas más que en Europa, la expectación por ver la Champions era enorme.
Cuando entré en aquel lugar me di cuenta verdaderamente de lo grande que es el fútbol así como lo acertado del dicho de que «no conoce fronteras». Allí, en un país del Golfo Pérsico los aficionados sufrían y se emocionaban con cada jugada igual que lo hacemos los europeos. Es cierto que la popularidad del fútbol en Kuwait es algo relativamente reciente, sin embargo la ilusión con la que viven este deporte, yo personalmente no la había visto antes.
Otro de los días, estuvimos grabando en sitios como el mercado antiguo de la capital o el paseo marítimo. Siempre llevábamos un balón con nosotros a la vez que vestíamos camisetas de equipos o selecciones nacionales. He de decir que quien escribe experimentó lo más cercano a lo que debe sentir quien es una estrella mundialmente conocida. No había niño ni adolescente que no se acercara a nosotros y directamente se pusiera a jugar haciendo un rondo en plena calle y no había persona que no se girara al vernos.
En definitiva, fue una experiencia inolvidable que ha provocado que, aunque pareciera difícil, hoy día ame más aun este deporte.