La Juventus de Turín se proclamó ayer campeona de la Serie A tras haber vencido también en la Coppa Italia hace unos días. Esto supone el séptimo scudetto y el cuarto doblete consecutivos para los piamonteses, certificando un dominio histórico en el fútbol transalpino de la presente década. A pesar de que en algún momento de la temporada pareció que varios equipos iban a luchar por el título hasta el final, la mentalidad ganadora y el fondo de armario de los de Allegri han sido fundamentales en la fase definitiva. Tan solo el Napoli ha podido aguantarle el ritmo, pero a falta de una jornada para el final, la vecchia signora ha impuesto su ley inexorable.
Con seis puntos de ventaja sobre los partenópeos a falta de dos jornadas, un solo punto bastaba al líder para convertirse en campeón sin esperar a la última fecha. Pero la visita no era nada fácil, la Roma recibía a su rival como tercer clasificado, con dos puntos sobre el Lazio y cuatro sobre el Inter, que quedaría de momento fuera de la Champions, los locales tenían aun que ser precavidos para asegurar el billete a la máxima competición continental.
Para este encuentro, sobre el césped del Olímpico romano, el entrenador local Eusebio Di Francesco formó un 4-3-3, con mucha profundidad en los laterales, con llegada de los medios y variedad a la hora de progresar de defensa a ataque, bien combinando por bandas o bien con balones largos usando a Dzeko como pivote. Por su parte, Massimiliano Allegri también hizo a su equipo muy reconocible, con un 4-5-1 que arropaba a Pjanic y Dybala como catalizadores y contaba con mucha libertad en los últimos tres cuartos de cancha. No obstante, en ambos equipos se vio mucha prudencia y más interés en no perder que en lanzarse a por la victoria.
En la portería romanista se situó Allison y en la turinesa jugó Szczesny. Ninguno de los dos se vieron demasiado exigidos y resolvieron bien su trabajo. El brasileño está culminando una gran temporada aunque sigue pareciendo ligeramente inmaduro en ocasiones. Para el nivel del polaco, ser el sustituto de futuro de Buffon parece que le viene demasiado grande.

En el centro de la defensa romana jugó un imperial Fazio, que cubrió su puesto y ayudó tanto a Florenzi para controlar los balones altos a Mandzukic como a su compañero Juan Jesús, mucho menos correcto en sus decisiones. Por bandas, el ya nombrado Florenzi y Kolarov fueron dos puñales acompañaron bien a su equipo cuando atacó. Los italianos Barzagli y Rugani fueron los centrales visitantes que, en un partido sin grandes alegrías ofensivas, fueron una última línea sólida para su equipo. En el lateral izquierdo, Álex Sandro se mostró en ataque, pero tuvo muchísimos problemas para frenar a Under, que le ganó varias veces por velocidad y por desborde. A la derecha, De Sciglio tuvo un partido correcto, sin destacar demasiado.
El medio campo local tuvo el músculo y la experiencia de Danielle de Rossi en la punta del triángulo más cercana a su portería. Dio sentido a la salida del balón y estuvo providencial en algunas intervenciones para frenar el juego entre líneas de la Juventus. A su izquierda se colocó Nainggolan. El belga fue un pulmón para su equipo, muy destacado como casi siempre, estropeó su actuación cuando fue expulsado a mitad de la segunda parte. Vio una primera amarilla por un absurdo agarrón en el círculo central y la segunda por ir sobreexcitado en un tackling ante Dybala. El belga es un gran jugador, pero muchas veces paga por sus excesos. Como interior derecha fue una delicia ver al joven Lorenzo Pellegrini. A sus 21 años, es capaz de recuperar, distribuir sacando el balón jugado desde la defensa, aparecer por bandas o por el centro, e incluso apoyar en el área rival. Un proyecto de centrocampista muy completo. Enfrente, la manija la llevaba otro jugador delicioso, Pjanic. A su lado para el apoyo en el pase y para tapar huecos, el francés Matuidi. Dybala ocupó la mediapunta, dejando los mejores destellos de calidad de su equipo, era el único capaz de romper el ritmo lento del juego visitante. Abierto a la izquierda, Mandzukic apenas apareció. Ni su equipo llegó al área para poder encontrarle, ni apenas le buscaron en balones cruzados por alto.
En la derecha, estuvo impreciso y perdido en sus batallitas con Kolarov el internacional Federico Bernasdeschi. Ninguno de los tres integrantes del centro del campo local acabó el partido. Por la expulsión de Nainggolan, fue sustituido Pellegrini por Gonalons a 20 minutos del final, con la intención de aumentar la presencia física. Por el mismo motivo, dentro de los últimos diez minutos, entró Strootman por De Rossi, pasando a jugar con un 4-3-2 en el que Florenzi tenía toda la banda derecha para él. En el banco de Allegri, un revolucionado Bernardeschi dejó su lugar a Douglas Costa, que dentro del bajo ritmo general, dejó algunas jugadas y tiros lejanos reseñables. También Mandzukic salió del campo para que Bentancur ayudara a dormir el partido en los últimos diez minutos.
En ataque, la Roma tuvo a Dzeko como delantero de referencia, jugó muy bien de espaldas, surtiendo de balones a sus compañeros, pero, aunque intentó algún buen desmarque a la espalda de la defensa, tuvo poca presencia de cara a portería. El Shaarawy en la izquierda no tuvo su mejor día, aunque colaboró con el ataque, fue mucho menos peligroso que su compañero Under en la derecha, donde desfondó a Álex Sandro e incluso complicó a Barzagli cuando tuvo que ir en ayuda de su lateral. En los últimos diez minutos y con uno menos, fue sustituido por Schick para tener más peso en el área, aunque éste apenas apareció. El campeón de Serie A jugó con Higuaín arriba, bien controlado por la defensa romanista, apenas pudo combinar en alguna diagonal con su compatriota Dybala.
El partido fue algo así como un torneo de verano venido a más. Con dos equipos que no querían perder, si alguien puso algo de intención fue la Roma. Sea con la creatividad de Pellegrini, con las dejadas de Dzeko, el empuje de Nainggolan, las progresiones de Florenzi o el desborde de Under, la primera media hora fue casi en exclusiva para los locales. Eso sí, casi sin inquietar a Szczesny. La Juventus aguantaba sin sufrir, juntas las líneas, con Matuidi y los centrales muy atentos para corregir, pero sin apenas despliegue en ataque. Sobre los 30 minutos, Dybala cogió las riendas y empezó a encontrar caminos en el corazón del campo giallorosso. Gracias sobre todo a un gran Fazio y a que no era el mejor día para la puntería de unos y otros, el partido llegó al descanso sin mayores sobresaltos.
Saltó en la segunda mitad la Juventus ligeramente más enchufada. Más allá del buen trato de balón de Pjanic, que no faltó en ningún momento, empezaba a sacar algo el colmillo, trató de buscar algún pase cruzado a la cabeza de Mandzukic y Dybala continuó con sus diabluras para romper líneas, incluído un gol anulado por un fuera de juego muy justo. Parecía que el campeón iba a ponerse serio cuando fue expulsado Nianggolan. Media hora por delante, con la Juventus creciendo y contra diez. Pero más allá de algún intento de un recién entrado Douglas Costa en sus primeros minutos, el partido fue diluyéndose en una sopa de fútbol – control, pases cortos y hacia líneas más retrasadas, medios defensivos y jugadores que no querían arriesgar, que les llevó a diez últimos minutos de auténtica pantomima. Uno de esos partidos en los que la afición acaba cantando el típico «que se besen, que se besen» a la espera de que la Juventus celebrara su nuevo título liguero.
Aparte del campeonato bianconero, los locales también sellaban con este empate su puesto para la próxima Champions, ayudados por la derrota del Inter. Queda una Serie A con muy poquito por decidir, toda la emoción de la última jornada quedará para ver si Crotone, SPAL, Cagliari, Udinese o Chievo acompañan a Hellas Verona y Benevento a la Serie B.

Es ya rutina, tras siete años, ver a la Juventus ganar el Scudetto. Solo hay que ver la contenida alegría de la celebración para descubrir que no es más que cumplir con el objetivo mínimo de principio de temporada. Esperemos que, en una Serie A que está ganando en calidad y buen gusto, pronto encontremos, también, algo más de competencia para decidir el campeón.