“Vámonos y no digáis al resto lo que habéis visto”.
No se llegó a saber si aquel grupo de jugadores que acompañaba a Luís Aragonés a contemplar el entrenamiento previo a la final del Dinamo de Kiev hizo caso a las palabras de su entrenador. Lo cierto es que todos se retiraron completamente impresionados por la tremenda exhibición de los soviéticos.
El Atlético de Madrid había llegado a la final de aquella Recopa de Europa de la temporada 1985-86 tras deja atrás al Celtic de Glasgow por un resultado global de 3-2, Bangor City de País de Gales (3-0), Estrella Roja de Belgrado (3-1) y a los alemanes del Bayer Uerdingen (4-2). Una trayectoria intachable con 13 goles marcados y solo 5 recibidos.
El Dinamo de Kiev, por su parte, asistía a dicha finl después de apear al Utrech holandés (5-3), el Universitatea Craiova de Rumanía (5-2), Rapid de Viena (9-2) y el Dukla de Praga (4-1). La friolera de 23 dianas anotadas por 8 encajadas. Por si fuera poco, su delantero Belanov comandaba la tabla de máximos goleadores con 5 tantos, muy seguido de cerca por sus compañeros Blokhin y Zavarov, con 4 goles cada uno. Un equipo temible, por tanto, la escuadra de la entonces denominada Unión Soviética.
“Vámonos y no digáis al resto lo que habéis visto”.
El Stade Gerland de Lyon presentaba sus mejores galas aquel 2 de mayo de 1986, con cincuenta mil espectadores poblando sus gradas. Las dos escuadras finalistas eran comandadas por dos entrenadores de prestigio como Valeri Lobanovski y Luis Aragonés.
Dinamo de Kiev | Atlético de Madrid |
Viktonr CHANOV | Ulbaldo FILLOL |
Sergei Pavlovich BALTACHA | TOMÁS Reñones |
Volodymyr BESSONOV | Juan Carlos ARTECHE |
Oleg KUZNETSOV | Miguel Ángel Ruiz (C) |
Anatoliy DEMYANENKO (C) | Clemente VILLAVERDE |
Vasiliy RATS | Julio PRIETO |
Pavel YAKOVENKO | Quique Ramos |
Ivan YAREMCHUK | Roberto Simón MARINA |
Aleksandr ZAVAROV | Jesús LANDÁBURU |
Igor BELÁNOV | Luis Mario CABRERA |
Oleg BLOKHIN | Jorge DA SILVA |
Valeri LOBANOVSKY (E) | LUIS ARAGONÉS (E) |
El entrenador español había preparado minuciosamente el encuentro y reunió a sus jugadores para dictarles las últimas instrucciones con las que intentarían hacerle frente al equipo rival.
El juego del Atlético de Madrid se basaba en el contragolpe y de esa manera esperaban sorprender al Dinamo. Nada más lejos de la realidad. A los cinco minutos, Zavarov marcaba el primer gol y toda la disposición táctica se vino abajo. Los españoles se vieron de pronto obligados a dominar el encuentro para intentar equilibrar el marcador.

El equipo madrileño lo intentaba tímidamente pero el equipo rival se fue sintiendo más cómodo a medida que pasaban los,minutos. Como si fuesen robots y no humanos, los jugadores soviéticos corrían y tocaban sin fallo. Incluso llegaron a utilizar el contragolpe en varias ocasiones a sabiendas que el Atlético acusaría duramente el hecho de verse atacados con sus propias armas.
El equipo español dispuso de algunas ocasiones para poder conseguir la igualada, pero se trataba de un espejismo dentro de la tormenta desatada del juego soviético. La superioridad en el terreno de juego se vio, por pura lógica, reflejada en el marcador en los últimos compases del partido, con dos dianas de Blokhin y Yevtushenko.
Luís Aragonés contempló resignado como se repetía todo lo observado la tarde anterior, con la particularidad de que, esta vez, se trataba de la final del campeonato, no de una simple sesión de entrenamiento. En esta ocasión, el sabio de Hortaleza no pudo aconsejar a nadie para que ocultase lo que allí había ocurrido. Esta vez, además de los cincuenta mil espectadores presentes, toda Europa había sido testigo de como el Atlético de Madrid fue avasallado por una auténtica máquina de generar fútbol.
Otro bonita e interesante crónica de un partido importante entre dos conceptos distintos de la práctica del fútbol y donde la fuerza física con una excelente puesta en escena,disciplina táctica y cualidades individuales se juntaron para conseguir el objetivo deseado.
0