Saltaba la sorpresa en el Camp Nou al ver la alineación del F.C.Barcelona ante el Sevilla. La imagen de Antoine Griezmann en el banquillo era la novedad de la noche. Dembélé ocupaba el puesto de su compatriota en el extremo izquierdo del ataque blaugrana. Se rompía así la racha de titularidades de El Principito, quien se había hecho un hueco en cada 11 inicial de cada partido jugado esta temporada. 9 partidos, 3 goles y 2 asistencias.
Puede que ese fuera el plan inicial de Valverde, dar descanso a uno de los jugadores más exprimidos en este inicio de temporada. Griezmann es el sexto jugador más utilizado hasta el momento, tan solo superado por los indiscutibles Ter Stegen, Piqué, Lenglet, Semedo, y quien está destinado a dirigir el juego del equipo por mucho tiempo, Frenkie De Jong. Quizá el 3-0 en la primera parte acabó por convencer al txingurri de que la presencia del 17 no era necesaria para superar a un Sevilla que ha ido desinflándose conforme ha acumulado partidos. De ahí los cambios conservadores de Valverde, dando entrada a Busquets y Rakitic.
O quizá es que las actuaciones de Griezmann han ido de más a menos y la titularidad en el Barça es cara. Aprovechó la plaga inicial de lesiones para hacerse un hueco fácil en el once. Tras el desastroso estreno colectivo en San Mamés, llegó su explosivo debut en el Camp Nou. 2 goles y 1 asistencia. Celebración Griezmann con confeti para atrapar a las cámaras. 5 goles al Betis y todos contentos. Y luego… Pues no mucho más.

De ese estreno tan sonado ha pasado mes y medio. Se hizo notar con una asistencia fácil a Suárez ante un Valencia defenestrado tras la crisis Marcelino, allá por mediados de septiembre. Y hace un par de semanas marcó a la salida de un córner ante el Villarreal. Es comprensible que conforme se han recuperado Suárez, Messi y Dembélé la competencia se ha ido haciendo más dura. Si se le añade a Carles Pérez y, sobre todo, la explosiva y espectacular irrupción de Ansu Fati, podemos estar hablando de una de las delanteras más completas y prometedoras que ha tenido un equipo jamás.
6 nombres para 3 posiciones. Y Griezmann es el nuevo. Nuevo en el equipo y nuevo en el concepto de fútbol. Está acostumbrado a la mordida de Simeone, a correr, al trabajo constante y al poco trato del balón para presionar, robar y marcar en transiciones rápidas y con campo libre. Ahora se encuentra con la posesión, la combinación y la falta de espacios. Quizá no es tan nuevo en la posición en el campo que se le pide, aunque sí es cierto que puede que la tenga un poco olvidada. En sus cinco años en el Atlético, Griezmann ha ido centrando su posición desde el extremo donde jugaba en la Real hasta acompañar al delantero centro. Es ahí donde ha destacado estos últimos años y desde esa posición ayudó a Francia a alzar la Copa del Mundo en Rusia.
Quizá el mayor hándicap para Griezmann no sea el llegar a un equipo nuevo, con una concepción del fútbol opuesta a lo que estaba acostumbrado hasta ahora. Puede que tampoco sea la gran competencia por un puesto de titular. O que su competencia más directa, Dembélé y Ansu Fati, presenten mayor explosividad en su juego junto con el descaro propio de la juventud. Puede que el mayor problema para Antoine sea alguien que ya no está. El recuerdo y la decepción de Coutinho todavía pesa en la grada. Un jugador que ilusionaba y que iba a borrar el abandono de Neymar, se convirtió de la noche a la mañana en un lastre de muchos kilos de euros. El precio que se pagó por Griezmann no ha sido tan desorbitado, pero casi.
Todavía es pronto para hacer comparaciones. Es cierto que en el Atlético necesitó llegar a diciembre, en una noche mágica con un hat trick ante el Athletic. A partir de ahí fue haciéndose un hueco en la historia colchonera. Pero esto es el Barça, y la paciencia no es una de las virtudes de este club, y menos de la grada. Tan solo Valverde parece tener ese privilegio. De momento, todo son palabras de apoyo y ánimo para el francés. Pero, ¿hasta cuándo?