Se fue el estadio Vicente Calderón, se fue el antiguo escudo, incluso se fue el oso a dar un paseo y volvió mirando en la dirección contraria a la que lo había hecho siempre. Esta mañana, en un acto publicitario, Fernando Torres ha anunciado que esta es su última temporada en el Atlético de Madrid, y algo más se muere en el alma de los aficionados que tienen rayas colchoneras en el corazón.
En una temporada discreta, con una relación cada vez más tensa o al menos más fría con su entrenador, Fernando se prepara para despedirse. Visto desde fuera, con las gafas de los que defienden otros colores, se verá como algo natural. Un jugador de 34 años, que ya ha dejado lejos el mejor momento de su carrera, en un equipo donde es muy suplente y en el que el nivel es alto, parece natural que se vaya o incluso que cuelgue definitivamente las botas. Pero Torres en el Atlético no es un jugador normal.
Cuesta entenderlo, sobre todo para los aficionados de equipos muy grandes, pero vamos a intentar explicarlo. En la temporada 2000/01 el Atlético se encontraba en Segunda División. Lo que parecía que iba a ser un paso rápido por el «infierno», como se popularizó en la campaña de captación de abonados de principio de la temporada, había ido perdiendo folclore y simpatía para quedarse sencillamente en eso, en un infierno. El que debía ser un gallo de la categoría, había devorado entrenadores, había visto como la gran estrella de esa plantilla, Kiko, no se adaptaba y no rendía, llegó a rozar puestos de descenso a Segunda B, y veía como su imagen quedaba en entredicho día tras día. El culmen, aquella derrota ante el modestísimo Universidad de Las Palmas en el que incluso debutó un canterano llamado Carlos que tuvo que saltar al campo con el nombre y el número escrito con rotulador en la camiseta. Una vergüenza que solo se sostenía por el orgullo de una afición que sufría con el equipo en un número y con unas ganas superiores a las que mostraban en Primera.
En la segunda vuelta de aquella temporada, cuando el Atlético se iba acercando trabajosamente a los puestos altos de la clasificación, se empezó a hablar de un chico de solo 16 años que apuntaba muy alto. España ganó el Europeo de la categoría esa temporada con Torres como mejor jugador del torneo, y la ilusión de los colchoneros se desbordó. Aquel chaval rubito acababa de cumplir 17 años y debutaba con el primer equipo en el Calderón ante el Leganés, mostrando regate, habilidad y desparpajo, forzó la falta cuyo lanzamiento supuso el único gol del partido. Había nacido una estrella. Más aun cuando en la jornada siguiente en Albacete salió a un cuarto de hora para el final y anotó el gol de la victoria. Un rayo de ilusión con cara de niño había llegado a un equipo destruido como era ese Atlético de Madrid.
Aunque no se subió en esa campaña, la llegada del nuevo héroe fue la espoleta hacia la vuelta a la Primera categoría, que llegó con otro mito en el banquillo: Luis Aragonés. A él se aferraba el Atlético en las primeras temporadas del siglo XXI, aunque hoy en día algunos (muchos de ellos aficionados del Atlético) no lo recuerden, hayan querido olvidarlo o directamente no lo sepan, el equipo colchonero soñaba en esa época con conseguir una clasificación para puestos europeos. Fueron años muy duros, en los que Torres era el único clavo al que aferrarse, el máximo goleador, el crack, el que rompía los partidos, el capitán con apenas 20 años y el sustento moral de un equipo que, ¡ay!, no sabemos a donde habría ido a parar en esos años sin su presencia. Eran plantillas plagadas de malos jugadores que salían a flote a lomos de las cabalgadas del «nueve» de Fuenlabrada, pero incluso algunos buenos jugadores que tuvo el Atleti en esos tiempos quedaban eclipsados ante el brillo de Torres, único jugador que asumía responsabilidades en ese equipo.

Pero como todo se agota, los constantes cantos de sirena de grandes clubes españoles e internacionales, la sensación de que el equipo no progresaba contando solo con él y, sobre todo, de que él no progresaba en ese equipo, acabaron con Fernando rumbo al Liverpool. Su último servicio fue dejar una liquidez en caja con su venta que sirviera de piedra angular para crear un proyecto, por fin, en ascenso. Su precio fue clave para que jugadores como Forlán, Agüero, Maxi Rodríguez o Simao, pudieran ser fichados y/o pagados, dando pie a un Atlético que fue dando saltos de calidad progresivos, llegando los éxitos primero con Quique Flores y después, con Simeone.
Y cuando se fue, se vivió el mayor acto de identificación con unos colores que no son los que se visten que jamas se hayan encontrado en el fútbol mundial. El Calderón se llenó de camisetas reds con el nueve a la espalda, todos los Atléticos querían que el Liverpool fuera campeón de la Premier y la audiencia de esa competición se disparó en busca de las cabalgadas de El Niño (en esos años, The Kid), de ese hijo pródigo de todos los colchoneros.
Tras una primera temporada fulgurante con los de Anfield, fue también el banderín de engancha de la afición atlética a la selección durante la Eurocopa de 2008. Allí, cambió la historia del fútbol español con su gol en la final ante Alemania, algo que ni sus máximos detractores podrán negar nunca. A pesar de los éxitos logrados fuera del Manzanares, Torres siempre guardó el centro de sus sentimientos para el equipo de su vida. Celebró aquella Eurocopa con una bufanda colchonera al cuello, en un gesto de fidelidad inenarrable del que fuera tercero en la votación del Balón de Oro en esa grandiosa campaña.
Esa fidelidad se repitió con el Chelsea, llenándose también el Calderón de camisetas blues con su nombre. Allí fue campeón de Europa, también triunfó en la Europa League, y mientras logró el Mundial, otra Eurocopa y el título de máximo goleador tanto en esa Euro como en la Copa Confederaciones de 2013, todo ello para alborozo de la afición atlética, con la que compartió triunfos.
En su última campaña en el Chelsea anotó un gol en semifinales de Champions ante su ex equipo, que no celebró a pesar de estar en Stamford Bridge. Incluso aunque fueron sus verdugos, sufrió con el Atlético en aquella final de Lisboa de infausto recuerdo. Este chico siempre tuvo claro que su sentimiento era superior a todo lo demás.

Volvió al Calderón. Tras años de deseo por su parte y por la de la afición, volvió en Enero de 2015 y llenó el estadio en su presentación. Ya no era el mismo que se fue, los años (y una lesión de rodilla que tal vez no se curó del todo bien para poder llegar al Mundial de 2010) habían mermado su explosividad. Tampoco el equipo era el mismo, la calidad era muy superior y ya nadie esperaba que solo él se echara a la espalda al escudo y a la masa social.
En estos tres años y medio tras su vuelta, ha alternado buenas actuaciones con rachas más bajas. Sus goles y su esfuerzo han servido para ganar partidos importantes, ha conseguido ser titular con su Atleti en una final de Champions, en la que la gloria le reservaba un quinto penalti que no llegó a lanzar. Bien es cierto que ya su rendimiento ha bajado y que su extraña relación con Simeone, que parece que nunca le tuvo tanto cariño como la afición, también le ha lastrado.
Ahora, el que fue TODO en un equipo mediocre en sus primeros años, el que levantó la bandera del Atlético cuando languidecía apenas soportada por sus fieles aficionados, deja el club a finales de esta campaña. Un motivo más para intentar llevarse esta Europa League, ya que Fernando nunca pudo levantar un título con su camiseta.
Gracias Fernando Torres, porque pasaste de animar a tu equipo desde la grada a echarte la presión a la espalda cuando eras un niño. Gracias, porque fuiste algo más que el mejor jugador de este equipo durante años duros, renunciando a buenas ofertas para hipotecar tu futuro a tu interés por sacar adelante al club de tu corazón. Gracias, porque una vez fuera nunca olvidaste cual era tu verdadera pasión. Gracias, porque no solo con tu juego, sino con tu actitud sobre el campo, tu deportividad y tu humildad, has sido un orgullo para tus seguidores. Gracias, porque siempre quisiste volver a vestir esa camiseta. Gracias, porque, a pesar de que siempre has tenido detractores, incluso entre algunos que se dicen atléticos y solo son unos desagradecidos o, en el mejor de los casos, unos desmemoriados, SIEMPRE has tenido un momento para pararte a regalar una firma o hacerte una foto con todos los que te esperaban a la salida de los entrenamientos, sin darte importancia, como si no fueras toda una leyenda.
GRACIAS FERNANDO TORRES, PORQUE FUISTE, ERES Y SERÁS PARTE IMPORTANTE DE LO QUE SIGNIFICA SER DEL ATLÉTICO
