Hay jugadores que parece que llevaran toda la vida en activo y que, sin embargo, resultan ser más jóvenes de lo que pudiera parecernos. Cuando te has ganado la titularidad en un gran club con solo 16 años o has llegado a la selección de tu país con 17, significa que vas quemando etapas a una velocidad espectacular. Si además tu puesto es el de portero, con la mayor longevidad que esto suele acarrear, está claro que vas a estar en el disparadero de la élite durante mucho tiempo. Este es el caso del jugador del que, aprovechando su cumpleaños, vamos a hablar hoy: Gianluigi Donnarumma, quien a sus 20 años cumplidos hoy, le ha dado tiempo a vivir una cantidad de situaciones positivas y negativas que le convierten en un veterano precoz.
Como portero, Gianluigi Donnarumma es, seguramente, la aparición más deslumbrante del último lustro. Con solo un puñado de partidos ya estaba claro que estábamos ante una gran estrella. Su característica principal, aquello que más llama la atención de él, es su tamaño. Estamos hablando de un jugador de 1’98 metros de altura y más de 90 kilos de peso. Enfrentarle en la portería debe ser como encararte con un oso, aunque probablemente haya osos con menos anchura de hombros que Donnarumma.
Además, sabe usar ese tamaño para intimidar a sus rivales, ya que es decidido en el mano a mano o ante balones que queden sueltos por el área, achicando los espacios libres a los atacantes. Se trata de un portero proactivo, que suele atacar el balón. Mantiene bajo palos una postura muy correcta, con el centro de gravedad bajo y las manos abiertas a los lados para aumentar el hueco cubierto, así llega bien a los balones rasos a pesar de su altura. Su potencia también le ayuda a que el peso no sea un problema a la hora de sacar a relucir sus espectaculares reflejos, a la altura de los mejores del mundo. Esta cualidad también se percibe en los penaltis, de los que detiene aproximadamente una tercera parte, una proporción nada desdeñable. También es valiente para salir por alto, su carácter decidido le hace abandonar los palos habitualmente, aunque midiendo correctamente cuándo debe hacerlo.
Si podemos achacarle algún defecto, para completar su perfil, diremos que en esas salidas acostumbra a despejar demasiado de puños. Es algo que muchos porteros mejoran con los años, pero que, de momento, reduce su eficacia por alto. Algo similar le ocurre a la hora de agarrar balones bajo palos. Si bien tiene una buena técnica a la hora de orientar los despejes, se echa de menos dadas sus cualidades que no ataje más tiros para mejorar su rendimiento a niveles de portero de época. Tampoco es muy bueno en el juego de pies, pero en este aspecto conoce sus limitaciones y lo resuelve con solvencia.
Gigio Donnarumma nació tal día como hoy de hace 20 años en la bella localidad de costera de Castellammare di Stabia, a escasos kilómetros del volcán Vesubio y de la impresionante Pompeya, en el área metropolitana de Nápoles. A la sombra de su hermano Antonio, nueve años mayor que él, empezó su carrera con solo cuatro años en la Associazione Sportiva Dilettantistica Club Napoli, de su localidad natal. Para este pequeño club supone un gran orgullo, además del recuerdo a modo de anécdota en todos los que compartieron con él esa etapa infantil de la constante petición de comprobación de su documentación por parte de los rivales, ya que con solo diez años ya alcanzaba el 1’90 metros de altura. Por su físico y por su personalidad, pocos pensaban que tuviera la edad que realmente tenía.

Allí se mantuvo hasta 2013 cuando, de nuevo siguiendo los pasos de su hermano, pasó a formar parte de los equipos de cantera del A.C. Milan con 14 años. Desde entonces, la descripción de carrera meteórica se queda corta ante sus logros.
Con 16 años, recién cumplidos, mientras alternaba titularidades y suplencias en el equipo primavera, ya entró en algunas convocatorias del primer equipo con Filippo Inzaghi en el banquillo, mientras en la meta se alternaban el mítico Abbiati y el español Diego López. En el verano de 2015, ya con Mihajlovic como técnico, debutó en un amistoso de la International Champions Cup ante el Real Madrid, deteniendo un penalti en la tanda final.
Aquello fue el preludio de un año dorado. Ya como portero de pleno derecho de la primera plantilla, tuvo que esperar a la novena jornada para, con 16 años y ocho meses, obtener su primera titularidad ante el Sassuolo. Una decisión valiente de Mihajlovic que, en un primer momento, no gustó demasiado en el club, pero que se mantuvo hasta el final de la campaña, aun con los sucesivos entrenadores que el club tuvo durante esa campaña. Incluso disputó la final de Coppa Italia ante la Juventus, perdida por 1-0, a pesar de que el titular en esa competición venía siendo el veterano Abbiati.
A finales de ese curso también debutó con la sub 21, si bien tardó poco en dar el salto a la absoluta. Debutó en septiembre de 2016, en un amistoso ante Francia, que demostró que se trataba del portero mejor colocado para suceder a su ídolo y tocayo Buffon, que aun aguantaría un par de temporadas más al frente de la puerta azzurra.
En el verano de 2017 vivió su momento más amargo como profesional. Con solo 18 años le tocó vivir la cara amarga del hecho de haberse convertido en ídolo de una afición, y su peculiar representante, Mino Raiola, no le ayudó. A pesar de tener fama de ser un chico tremendamente tranquilo, emparejado con su novia de toda la vida, a la que conoció en su localidad natal, y que la mayor salida nocturna que se permite es comer pizza con su familia, el affaire provocado por la negociación de su contrato le puso en contra a toda su afición.

El hecho de que su nombre apareciera unido a varios importantes clubes europeos (especialmente al Real Madrid), las peticiones de aumento de sueldo que se deslizaron y la petición de que repescaran a su hermano, cuya carrera no despuntaba en el Asteras griego, para la disciplina del Milan no fueron bien entendidas por los aficionados. Así, tuvo que ver como en el Europeo sub 21, en el que cayó en semifinales ante España por culpa de un hat-trick de Saúl, su propia afición le recibiera con insultos en cada partido e incluso le llovieran billetes falsos desde la grada.
Tocó fondo en diciembre, cuando tras aparecer en la prensa la noticia de que su representante quería romper su contrato con el club alegando «violencia moral», en la grada de San Siro apareció una pancarta de 30 metros con la inscripción «¿Violencia Moral, seis millones de euros al año y un hermano parásito? Vete ahora, la paciencia se ha terminado». Salió del campo entre lágrimas, consolado por su capitán Leonardo Bonucci. Desde ese momento, los rumores de salida se fueron disipando y su relación con la grada se fue recomponiendo a base de buenas actuaciones.
De hecho, pocos días después de la famosa pancarta, detuvo un penalti a Dybala en la tanda final de la Supercopa italiana que a la postre posibilitó que ganara su único título hasta el momento. Y es que, por más que Donnarumma deleite a su afición con sus actuaciones, el resto del equipo no acompaña.
A pesar de ello, al menos en las dos últimas campañas está teniendo la opción de disputar competición europea. En la pasada campaña cayeron ante el Arsenal en octavos de final de la Europa League y fueron goleados (4-0) en la final de Coppa por la Juve. En la presente campaña, el mismo rival les dejó sin Supercopa, y Gigio se vio relegado por Reina en la bochornosa actuación de los rossoneri en Europa League, de la que cayeron en la fase de grupos.
No obstante, Donnarumma sigue brillando y creciendo en la puerta de San Siro. El pasado viernes mantuvo la puerta a cero en la victoria de su equipo ante el Empoli (3-0), aumentando las posibilidades de mantenerse en plazas de Champions League para la próxima campaña.

No cabe duda de que Donnarumma merece algo más, deportivamente hablando, de lo que el Milan le ofrece y aunque tratará de ser más discreto en sus próximos movimientos, si el club no consigue una mejora de resultados notable en las próximas campañas, el joven Gigio tratará de encontrar nuevos aires.
Tiene calidad y personalidad sobradas para defender cualquier meta del continente, y solo es cuestión de tiempo que lo haga en un club con máximas aspiraciones. Y el tiempo por delante, para alguien que debutó con 16 años y acaba de cumplir 20, es mucho.