Me topo con el titular de que Alen Halilovic, sin equipo desde octubre tras rescindir su contrato con el AC Milan, ha pasado las pruebas médicas con el Birmingham City de Aitor Karanka. Este hecho se une al revuelo que se ha formado aquí en Alemania con Youssoufa Moukoko, jugador del Borussia Dormund, quien con apenas 16 años y cuatro días, ha batido el récord de precocidad en la Bundesliga. Ambas noticias me llevan a reflexionar sobre la dificultad de saber gestionar el talento a tan temprana edad.

Parto de la base de que no debe ser nada fácil como familiar o como entrenador conseguir que el jugador que despunta a temprana edad mantenga los pies en la tierra. Que sea consciente de que no ha conseguido nada por mucho que su cuenta corriente comience a decir lo contrario.
La realidad es que en un fútbol alentado por las voces de los representantes, esta misión se convierte prácticamente en utópica.
Casos de jugadores llamados a marcar una época y que no cumplieron con la repercusión mediática que generaron hay muchísimos. Desde el clásico Freddy Adu, debutante en el DC United con 14 años hasta, para los que poco a poco vamos peinando canas, el caso de Jonathan Valle ex-jugador del Racing de Santander que abrió telediarios deportivos al hacer la pretemporada con el primer equipo cuando tenía 14 años.
Expectativas vs Realidad
Como espectadores desconfíen cuando lean comparaciones tempranas basadas en esporádicos regates o goles llamativos. Esto último especialmente si viene de Brasil, cuna del marketing de jóvenes «talentos» con casos célebres como el de Keirrison o Renaldo (mezcla de Rivaldo y Ronaldo), aunque este último joven lo que se dice joven no era.

Por el contrario fíjense en jugadores cuyo entorno está cohesionado. Futbolistas con edad de conducir pero que huyen del Ferrari o Porsche de turno. El no tener tatuajes, al menos visibles, será un plus. En definitiva, busquen chavales normales.
Lo que normalmente suele suceder y pocas de estas promesas lo quieren saber, o simplemente no tienen a alguien al lado que se lo diga, es que la mayoría se quedará en el camino.
En el mejor de los casos podrán ganarse la vida dándole patadas al balón lo cual no es poco. En el peor, serán juguetes rotos de los que nadie se acordará salvo en artículos como este. Pueden parecer palabras duras pero es algo en lo que hay que concienciar, sobre todo a esos padres que ven en sus hijos la solución a todos sus problemas presentes y futuros.
Cabeza fría, disfrutar y tener siempre un plan alternativo. Esas son en mi opinión las claves de la primorosa tarea de gestionar el talento.
Es un tema interesante y cada vez lo está siendo más, porque en el fútbol actual cada vez suelen debutar y dársele resonancia a jóvenes promesas aún sin madurar ni psicológica ni físicamente, introduciéndolos en un mundo donde económicamente y mediáticamente es fácil descolocarlos y hacerlos volar cuando aún no están preparados para encajarlo adecuadamente.
0