Las modas siempre tienen un alto grado de volatilidad. Esa fragilidad que las acerca a lo efímero, no suelen durar. Pero también se da en el otro sentido, constituyéndose a partir de un impacto global cuyo origen no tiene por qué situarse en un evento consistente. Y más hoy en día, una época en la que un improvisado baile de un minuto puede captar la atención de medio planeta que trata de reproducirlo. Hablamos de redes sociales, pero también de series, sin duda, el producto cultural que mejor ha resistido el paso del tiempo. Y si hablamos de Netflix, su propagación por los hogares no envidia a ninguna invasión bárbara.
Por eso, el mundo vuelve ahora a desempolvar el tablero de ajedrez. Ese difícil juego, también considerado deporte, que parece impensable en una coyuntura tan poca reflexiva como la actual. Sin embargo, Gambito de dama, una serie basada en la trayectoria de una rompedora ajedrecista estadounidense ha conseguido rescatar el duelo de 32 piezas del olvido. Como otro abducido confeso de una historia que va mucho más allá de blancas y negras, una noticia procedente de África atrajo mi atención como no podría haberlo hecho en otro momento. Hablaba de Athiel Mbaha, un ajedrecista namibio, pero no un ajedrecista normal.
El sonido de la superación
El primer hecho que marca la vida de nuestro protagonista sucede cuando contaba únicamente con 7 años. A esa temprana edad, el joven Mbaha acaba perdiendo la audición. Una sordera, que al no ser de nacimiento, le ha permitido hablar, aunque con las dificultades que implican no escuchar nada. No obstante, esta discapacidad no le ha impedido sacar adelante sus objetivos deportivos en ningún momento. Tanto es así que, realmente, Athiel Mbaha no es conocido por su trayectoria como ajedrecista, sino por ser uno de los guardametas más importantes de la historia de su país.
Su carrera bajo palos se inicia en el African Stars, el verdadero equipo del corazón del gato, como lo conocen. Se convierte así en el primer futbolista sordo que llega a profesional en Namibia. Tras varios años de consolidación en el equipo de Windhoek, la capital del país, decide buscar retos más ambiciosos en el Blue Waters. Allí ganara la primera de las tres Premiers namibias que ostenta en su palmarés y conseguirá el impulso necesario para desembarcar en una liga mayor, la sudafricana. Sin embargo, el salto fue demasiado grande para Mbaha, que apenas jugó en los Black Leopards antes de ser cortado y devuelto a Namibia.

La historia se repitió, volvió a ganar la Premier namibia a su regreso y retornó a Sudáfrica. En esta ocasión defendería la camiseta del Maritzburg United, en donde no pasaría de ser portero suplente. De ahí, una nueva vuelta exitosa a los terrenos de juego namibios, pasando por tres equipos hasta enrolarse en su African Stars por segunda vez. Antes de colgar los guantes, cosecharía su tercera, y seguro que la más querida, Premier para el equipo de sus amores.
Un ídolo nacional
Su trayectoria de clubes lo encumbró como un futbolista importante en la humilde historia futbolística de Namibia, pero la repercusión la alcanzó representando a su selección nacional. Y eso que no fue llamado para esta labor hasta los 30 años, coincidiendo con su primera aventura sudafricana. Sin embargo, los cinco años que ostentó el honor de defender los intereses patrios son considerados una de las etapas más exitosas de los brave warriors. Sobre todo un año, 2008, en el que siendo Mbaha su portero titular, disputaron la segunda de sus tres únicas participaciones en la Copa de África.
Ese patriotismo que derrochó defendiendo las redes de su país por el continente africano, lo ha llevado en los últimos años a desarrollar una nueva misión. La tarea de llevar su nueva pasión, el ajedrez, a los jóvenes de su país. Y sobre todo, a la comunidad sorda, que ve a Mbaha como un ejemplo a seguir. Por ello, viaja por toda la nación ofreciendo su historia y captando a nuevos adeptos para el ajedrez. Además, el gen competitivo que le hizo profesional en el fútbol también le ha hecho destacar nacionalmente en ese noble juego.

Ahora, sus reflejos mentales no sirven para evitar goles sino para realizar jaque mates en el silencio. Athiel Mbaha, el protagonista de una historia que bien podría dar lugar a un guion de Hollywood.
Siempre es bonito y estimulante conocer la historia de superación y lucha de aquellas personas cuyas carencias las obligan a un plus de esfuerzo para conseguir objetivos ya de por sí difíciles.
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