Muchas veces a lo largo de la Historia, hombres corrientes llevan a cabo los más grandes gestos. Su modo de llevarlos a cabo en varias ocasiones ha sido el deporte. El fútbol ha sido testigo de muchos de estos capítulos, merecedores de ser recordados. El siglo XX en Europa está cargado de varios ejemplos en este terreno. Por estas fechas, es justo recordar la nochebuena de 1914.
En el duro invierno de aquel año, la Primera Guerra Mundial asolaba Europa. Las decisiones suicidas de Generales preocupados de llenarse de medallas, en vez que de sus hombres regresen a casa, tiene como consecuencias auténticas carnicerías con tal de tomar un palmo más de terreno. Es la terrible guerra de trincheras. Cada mínimo avance, supone un gran sacrifico de vidas.
En este contexto, el fútbol pudo más que el odio y cualquier tipo de bombardeo. En el frente occidental, soldados del ejército británico y del poderoso Imperio Alemán llevaron a cabo un alto el fuego no oficial. La nochebuena estuvo marcada por la decoración navideña en las trincheras y todo tipo de actos para homenajear a los heridos y fallecidos en días anteriores de batalla. Los fusiles dejaron paso a las botellas de alcohol y a los cigarrillos. El sonido de los disparos a los villancicos.
Entre las diferentes actividades de aquellas noche, el fútbol tuvo su momento de gloria. Ambos bandos decidieron jugar un histórico partido en la nieve. Se jugaron varios durante aquella nochebuena. La mayoría fueron ganados por el bando alemán, aunque el resultado es lo de menos. Se olvidaron diferencias, lloraron juntos a los fallecidos. Por unas horas, balón mediante, la guerra parecía un mal sueño.
Por desgracia, a los superiores no gustó este hecho y tomaron medidas para evitar que se repitieran capítulos semejantes en el futuro. Una de las decisiones más drásticas fue aumentar los ataques por aire en las fechas cercanas a la navidad en próximos años.
A pesar de ello, no quedó en el olvido. Muchos de los soldados partícipes de aquel día plasmaron en cartas lo que significó para ellos aquellos breves momentos. Solucionar las diferencias sin necesidad de derramar sangre del semejante. La infantería callada por las risas, consecuencia de la borrachera y la camaradería. La caballería, entorpecida por la fuerza de los goles.

Hace unos años, la UEFA aprovechó los cien años de aquel hecho para conmemorar mediante un monumento el lugar que sirvió de escenario para aquel bello partido. Actualmente, una cruz señala el punto exacto en suelo belga, concretamente en Ypres.
Su meta es hacernos recordar que hace muchas navidades, en una fría Navidad como esta, jóvenes de varios países del viejo continente europeo eligieron tirar las armas y eligieron el fútbol con la fraternidad, otros eligieron el horror y la violencia.