Aún resuenan los ecos del éxtasis inglés tras los triunfos de Liverpool y Chelsea en las competiciones europeas de la ya decrépita temporada 2018-2019.
De todas formas, no deben darnos mucha envidia los británicos, ya que en España, con Real Madrid y Barcelona en Champions y Sevilla o Atlético de Madrid en Europa League, hace tiempo que estamos acostumbrados a esas mieles exitosas.
Sin embargo, la novedad de ver a equipos de fútbol de un mismo país luchando por algún título europeo era mucho más difícil de producirse en los años ochenta. Entonces, había tres competiciones continentales : Copa de Europa, Recopa y Copa de la UEFA. Además, todas tenían la dificultad añadida de disputarse mediante rondas eliminatorias.
Copa de la UEFA
Inicio prometedor
A pesar de ello, en 1986 se dio un caso muy particular protagonizado por equipos españoles. A priori, el torneo menos valorado era la Copa de la UEFA. Pero esa valoración no se ajustaba casi nunca a la realidad, ya que participaban dos o tres equipos por país y no eran escuadras débiles, sino los que habían disputado el título en sus respectivas Ligas, quedando en las posiciones de arriba.

A esa final concreta llegaron el Real Madrid de Butragueño, Hugo Sánchez y Valdano en la delantera (con Santillana como suplente) y el Colonia de los ya veteranos Littbarski y Klaus Allofs. Con la particularidad de ser (dentro de las tres competiciones europeas) la única final disputada a doble partido. La ida se celebró en Madrid, con un incontestable 5-1 para los locales fruto de un gran fútbol. La vuelta, poco menos que intrascendente, acabó con 2-0 para el equipo alemán, lo que hacía campeón al Real Madrid.
Ese buen comienzo parecía el presagio de una conquista total del continente, pero aún quedaba un doble enfrentamiento entre España y la Europa del este.
Recopa de Europa
Sin opción alguna
En la ya extinta Recopa, el Atlético de Madrid confiaba en sus pretorianos, con Fillol, Arteche, Ruiz, Marina, Landáburu, Cabrera o Da Silva a la cabeza, para derrotar a la sincronizada máquina soviética del Dinamo de Kiev. Sin embargo, los ucranianos resultaron ser demasiado rival, nada extraño al ver que en sus filas jugaban nombres como Bessonov, Kuztnesov, Demyanenko, Rats, Belanov y Zavarov, capitaneados por el crack Oleg Blokhin. La máquina se colocó en modo apisonadora y conquistaron el trofeo con un claro 3-0.

Como apunte, decir que los tres máximos goleadores de aquella competición fueron tres futbolistas del Dinamo; Belanov, Zavarov y Blokhin, con cinco dianas por cabeza.
Copa de Europa
El fútbol es caprichoso
Faltaba todavía el premio gordo, la orejona, que se disputaban un favorito, el Barcelona, y un, hasta entonces, novato en aquellas batallas, el Steaua de Bucarest. Los culés, con Schuster y Archibald como estrellas, rodeados del músculo y el trabajo que aportaban Migueli, Alexanco, Víctor, Marcos o Pichi Alonso, confiaban en una fácil victoria.
Nada más lejos de la realidad, ya que un comando de guerreros como Belodedici, Balint, Boloni, Lacatus o Piturca se batieron como jabatos para apurar al máximo sus escasas opciones. Lo que no imaginaban los barcelonistas era que, detrás de esos obstáculos, se encontrarían con un muro totalmente insalvable: Helmut Duckadam.

Bautizado para la eternidad como el héroe de Sevilla, el portero rumano se multiplicó para lograr dejar su portería a cero. Incluso llegó a detener cuatro lanzamientos desde el punto fatídico, ante la atónita mirada de sus ejecutores; Alexanco, Pedraza, Pichi Alonso y Marcos. Solo una posterior trombosis en su brazo derecho impidió a Duckadam seguir con su carrera ese mismo año, aunque ya había alcanzado la gloria definitiva con aquel partidazo para dar a su equipo la codiciada Copa de Europa.
Ese mes de mayo de 1986, comenzó pudiendo ser épico para España, uno de los países más occidentales de Europa. Pero el que manda es el balón y este quiso que se escribiese con letras de oro en la historia del fútbol el triunfo de dos equipos del telón de acero.