He de reconocer que no doy crédito al «caso Dembélé». Si analizo todas las partes involucradas, mi perplejidad no hace sino aumentar. Nunca vi algo igual, y, entre ustedes y yo, espero no volver a verlo. Esperpento elevado a la enésima potencia.
«Seguro que ya tiene un acuerdo firmado con otro club desde hace meses», éste era el comentario que se podía escuchar en los mentideros futbolísticos. Y es que el juego del ratón y el gato que el francés y su ínclito representante Moussa Sissoko se empeñaban (y empeñan) en realizar con el FC Barcelona hacía pensar que algo tenían apalabrado lejos del Camp Nou. Máxime considerando el historial de lesiones que el extremo solía tener, parecía una auténtica temeridad el no tener ya algo cerrado a riesgo de romperse el ligamento a escasos meses de terminar su contrato. Con el consiguiente riesgo de perder toda capacidad de negociación como en su momento le sucedió a Víctor Valdés.
Sin embargo, el tiempo ha puesto al descubierto las cartas de las partes, y Dembélé apenas llevaba una pareja. O como dice el inversor Warren Buffett, «sólo cuando baja la marea se sabe quién nadaba desnudo». A 26 de junio, no sólo no tenía nada firmado sino que al parecer habría pedido a Xavi que intercediera con Laporta para poder quedarse. El grado más sublime del surrealismo orgullo del mismísimo André Breton.
Comentaba que me sorprende sobremanera el papel de todas las partes y es que me cuesta mucho comprender la postura del club. Tras intentar renovar a Dembélé ofreciendo incluso lo que no te podías permitir, recibes negativas y dilaciones en la negociación hasta el punto del sonrojo. Posteriormente y viendo la situación, comunicas al jugador que salga en el mercado de invierno ya que de lo contrario no tendrá minutos. Una vez finalizado el periodo de fichajes, en un acto de desesperación vestida de ficticia magnanimidad, perdonas al futbolista volviendo a contar con él y reiniciando las conversaciones para su renovación. Mientras, del otro lado se continúa con la misma indiferencia.
Al parecer hay dos posturas diametralmente opuestas dentro de la junta directiva. Los hay que consideran que Dembélé debería ser un jugador importante en el nuevo proyecto y que se tendría que llegar a un acuerdo, y los hay que consideran que todo tiene un límite debiendo retirar la oferta el próximo 1 de julio.
Quien escribe tiene muchísimas dudas sobre el rendimiento del francés. Teniendo talento, no ha demostrado absolutamente nada para según qué exigencias económicas. Si a eso se le suma un comportamiento irrespetuoso con el club, condicionado a la hora de planificar la temporada, mi veredicto es claro. Dembélé no debería volver a vestir la camiseta del Barcelona.
El fútbol es campo abonado para estas y otras situaciones que desde fuera se ven ya casi con naturalidad y suelen ser más o menos indignantes o sorpresivas para los aficionados a quienes les afectan.
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