Durante el juego tienen lugar determinadas acciones de muy corta duración pero de una presencia e importancia tremendamente relevante para el resultado de éste. A estas acciones las llamo conductas, y son imprescindibles para el desarrollo del juego. Vamos a clasificarlas en defensivas (defensa de pared – acoso al poseedor de espaldas – temporización – situaciones de H-H en acciones a balón parado) y ofensivas ( ruptura – pared – descarga – control orientado – orientación corporal – giro con balón – situaciones 1×1). Habrá más, estas son las que para mi son imprescindibles.
Algunas de las conductas mencionadas son conceptos tácticos, otras no. La razón por la que les llamo conductas es porque deben ser automatizadas, como cerrar el coche, la puerta de casa o apagar una luz, aspectos que realizamos por inercia y no necesita de un análisis de entorno salvo contadas situaciones de juego. Para dejarlo claro mi diferenciación se basa en la cantidad de estímulos que el jugador tiene que recoger para ejecutar la acción.
Por ejemplo, para mantener una línea, un jugador debe recoger información de los compañeros de su misma línea, de la ubicación del balón, de la orientación de éste y de los rivales. En el trabajo de la conducta intente que ésta solo tenga dos estímulos como máximo. Balón y rival. Sin ubicación en el campo, sin compañeros ni más rivales salvo algunas excepciones.
Esta desestructuración de la propia acción consigue que el jugador automatice dicha conducta para posteriormente transferirla al juego global. Sabiendo qué debe hacer, solo valorará el contexto de juego y los riesgos de la acción. ¿Llego al acoso? ¿Temporizo desde un principio o primero salto para achicarle? ¿Ataco ahora el espacio?
Debemos tener en cuenta que la conducta por sí sola no nos aporta nada, y mal transferida puede ser perjudicial. No hay “siempre” ni “nunca”. Algo que nunca deberíamos hacer puede llevarnos a una situación ventajosa y viceversa. Por eso los feedbacks que debes lanzar al jugador durante el trabajo global deben ayudarle a ejecutar el mecanismo con mayor soltura.

Las conductas las introducimos en forma de juego principalmente en la parte de calentamiento, no requieren de una intensidad alta a la hora de automatizarlas pero si un número elevado de repeticiones.
La metodología que yo empleo en estos casos, y en la mayoría, es el Descubrimiento Guiado. Me gusta que el jugador viva y luego busque respuestas, se les presenta la tarea y se ejecuta. Pasados tres minutos se para el ejercicio y se dan los primeros feedbacks. Es de suma importancia que dejemos claro qué queremos de ellos, sin enredos, una o dos pautas y a funcionar, sino dejaría de ser una conducta para ser un concepto táctico.
En la defensa de pared fijo la importancia en la orientación del cuerpo y en seguir al par, ni balón ni jugador que ejecuta la pared, sino al jugador que corta al espacio. Cuando acoso al poseedor de espaldas, tengo que ajustarlo con contacto para que no me encare y se convierta en un duelo y tratar de orientarlo hacia el carril exterior más cercano.
Son acciones cortas y que trabajadas en una macro-estructura podemos dejar pasar por alto y priorizar otros aspectos, pero que a lo largo de un partido tienen lugar muchas veces, y es que en un juego colectivo como este, la diferencia entre éxito o fracaso no está en la suerte, sino en los pequeños detalles.
En el título de este artículo digo “comunes a todos los modelos de juego” porque considero que estas acciones, y algunas que es posible se me escapen, deberían ser inherentes al jugador y la manera de ejecutarlas es “siempre la misma».
Ningún entrenador en su sano juicio dejaría que un jugador de espaldas se girara si su jugador tiene la posibilidad de ajustarlo mientras el balón viaja. Igualmente ocurre con la descarga, se dan decenas de situaciones de pases atrás de un jugador de espaldas sin referencias de profundidad. Nuestro objetivo como entrenadores o educadores debe ser siempre el de enriquecer el repertorio de los niños-jugadores.