«La Gloria Eterna», según rezaba el lema de la final de esta Copa Libertadores 2023, esperaba al equipo que ganara este título. Para Fluminense, la ocasión de levantar su primera Copa y su segunda final, tras la que perdió ante Liga de Quito en 2008. Para Boca Juniors, la oportunidad de igualar en la cabeza del palmarés a Independiente celebrando su séptimo título en la que ha sido su décimo segunda final.
Finalmente, fiesta para los de la Tricolor, que además pudieron celebrar en su casa de Maracaná, donde se disputó esta final. Boca queda con un historial de seis victorias y seis derrotas en finales de la Libertadores y, lo que es peor, con la mala sensación de haber perdido las tres últimas que ha disputado, en 2012, 2018 y el pasado sábado. No reinan desde que lo hicieran en 2007, de la mano de Riquelme.
El partido pasará a la historia por ser el primer título de Flu y por el mero hecho de ser la final del gran torneo de clubes sudamericano, pero no lo hará por su calidad. Fue aquello que se puede esperar, siendo sinceros, de una final, y más de una final sudamericana. Mucha intensidad, mucho roce, juego subterráneo y nadie dispuesto a hacer concesiones.
Tras un arranque de tanteo, con más miedo a desordenarse que interés por arriesgar, los brasileños se fueron haciendo con el control del balón y del ritmo. Así, en un ataque estático ante una defensa argentina que hasta el momento no había concedido nada, en el minuto 36, Keno progresó por la derecha hasta línea de fondo para poner un balón raso al corazón del área. Gran movimiento de Germán Cano en busca de ese balón que enganchó con precisión al fondo de las mallas de Romero.
Este gol despertó a Boca solo ligeramente, ya que al descanso llegó sin conseguir coger el mando del partido ni apenas inquietar con algún contraataque a Fluminense. También el segundo tiempo tuvo ese aire de fútbol control, de no buscar que pasaran demasiadas cosas, hasta el minuto 72. En ese momento, Luis Advíncula, que desde la posición de lateral derecho y gracias a su velocidad pareció el único capaz de romper líneas en los argentinos, llegó a la frontal. Ante cierta pasividad de los defensas brasileños, el peruano, ex del Rayo, ejecutó un gran disparo que entró como un obús en la puerta del veteranísimo Fábio. Era el empate a uno que hacía soñar a los xeneizes.
Esos últimos quince o veinte minutos fueron los más animados del tiempo reglamentario. Seguramente no por casualidad, coincidieron no solo con la incertidumbre del marcador sino con la salida de los más ilustres veteranos del terreno de juego. Tal vez excesiva la devoción por el jugador que regresa de triunfar en Europa la que hay en el actual fútbol sudamericano.
Bien es cierto que la experiencia y calidad de muchos de ellos es interesante, pero la salida de jugadores como Felipe Melo, Marcelo y Ganso de Fluminense, no solo mantuvo al equipo con la misma capacidad de control del partido, sino que les posibilitó meter una marcha más a su juego y tener las únicas llegadas de esos últimos minutos. También, en Boca, Cavani abandonó el partido en ese tramo final del tiempo reglamentario, después de haber aportado muy poco. Sobre todo si lo comparamos con lo que era capaz de hacer en su buena época.
Pareció salir con más valentía Boca a la prórroga, jugando los primeros minutos en campo de Flu aunque sin claras ocasiones. Sí que la aprovechó Kennedy a los nueve minutos para poner el 2-1 que a la postre sería definitivo. Salió al campo en los cambios de la segunda parte el delantero brasileño algo acelerado, para lo bueno, y para lo malo. Entre lo positivo, anotó el gol del triunfo. En lo negativo, traía una tarjeta por un manotazo innecesario a un rival que, al subirse a la valla en la celebración del golazo que valía el título, le sirvió para dejar a su equipo con un jugador menos los 20 minutos que restaban de prórroga.
Pero ese problema lo solucionó Frank Fabra en el filo del descanso de la prórroga. El lateral colombiano se enganchó con el central Nino en una discusión por un posible penalti en la que terminó soltándole un manotazo por el que, vía VAR, fue expulsado. A partir de ahí, dominio absoluto de Boca Juniors durante la segunda mitad del suplementario, pero sin ideas ni éxito. Demasiado balón colgado de manera muy vertical, sin riesgo para unos centrales y un portero muy seguros por alto. Poca cabeza por parte de los argentinos, que debieron haber buscado soluciones algo más elaboradas, opciones para progresar al menos a línea de fondo. Demasiado corazón para perderse en el choque, en la reclamación y en buscar el gol por la vía rápida, a pesar de ver una y otra vez que no era el camino.
Justa victoria para el considerado equipo de los ricos de Río de Janeiro. Primer título internacional para un club que ha contado en su historia con estrellas como Didí, Rivelino, Waldo, Tele Santana o, más recientemente, Fred. Pero sobre todo, con Carlos Castilho, el guardameta, dos veces campeón del mundo en 1958 y 1962, al que le fue amputado un dedo lesionado por decisión propia para tardar así menos en recuperarse y poder volver a jugar con Fluminense. Más que un mito, un héroe para la hinchada, que se suicidó en 1987.
Quedó derrotado Boca tras haber pasado las tres rondas eliminatorias de octavos, cuartos y semifinales sin haber ganado un solo partido. Ante Nacional de Montevideo, Racing de Avellaneda y Palmeiras pasó firmando seis empates y superando a todos ellos en tres tandas de penaltis que dejan a Romero, repescado tras años de suplencia en el United y de haber perdido el sitio en la selección ante el brillante Dibu Martínez, como el héroe de este subcampeonato. Junto a él, buen nivel el del mediocentro Equi Fernández y la futura gran estrella, el zurdo Valentín Barco, que son solo 19 años ya apunta a hacer carrera en Europa. Ya les hablamos sobre él hace un par de años en el podcast Desde la Medular.
También hay nombres muy interesantes para el futuro en el campeón Fluminense. El mediocentro de los canteranos Martinelli y André, ambos de 22 años, es para tenerlo en cuenta. También el extremo colombiano Jhon Arias, todo un pulmón, o el capitán Nino, ambos con 26 años, podrían catapultarse a clubes de mayor nivel. Sin embargo, el premio al mejor jugador del torneo fue para un veterano argentino, Germán Cano. El goleador trotamundos criado en Lanús y que a sus 35 años ha jugado en Argentina, Colombia, México o Brasil, sin pisar Europa, ha sido reconocido como el mejor del torneo.
Un torneo siempre interesante, esta Copa Libertadores, que deja guiños de un fútbol diferente al que estamos acostumbrados entre clubes europeos. Ahora, toca esperar el desempeño de los brasileños en el próximo Mundial de Clubes. Una competición siempre más interesante para los equipos Conmebol que para los UEFA, pero en la que los representantes sudamericanos vienen fracasando últimamente. Veremos si los de Fernando Diniz, a la sazón entrenador interino de la selección brasileña, pueden brillar ante el City de Pep Guardiola. Por cierto, un entrenador el español que alguna vez también ha sonado para el banquillo de la canarinha.
Pues que le vaya bien al Campeón y a los Directores Deportivos españoles se supone que habrán estado atentos al devenir de los jugadores que pueden ser interesantes para sus respectivos clubes,porque es un buen mercado siempre deseoso de poder triunfar en Europa y por diversas razones,afinidad cultural,idioma y sentimientos España tiene gancho.
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