El pasado lunes se confirmaron las sospechas, y Florentino Pérez dio su rueda de prensa de final de temporada de todos los años para echar a su entrenador con contrato en vigor de todos los años y anunciar, como todos los años, el cambio de rumbo, un impulso nuevo, la necesidad de un libreto distinto… La frase va cambiando, pero el trasfondo es el mismo. Lo hace con el descaro de la desvergüenza, con una dureza facial que me hace pensar que este hombre lleva viviendo demasiado cerca del cemento muchos años. Sin ningún pudor. Sin mover un músculo de su rostro. Imperturbable.
Carlo Ancelotti es el noveno entrenador en doce años que ha tenido el Real Madrid. Ha dejado en las vitrinas del club la Décima y una Copa del Rey, ha perdido este año la Liga en la penúltima jornada y llegó hasta semifinales en Champions -exitazo en el Mourinho World– . Por supuesto, insuficiente para Florentino. Conviene aclarar algunas cuestiones al respecto.
Creo que desde Vicente del Bosque, Florentino no ha tenido bajo su zapato un entrenador más corporativo que este. No ha levantado la voz nunca, no ha pedido fichajes, no se ha quejado por la salida de jugadores y ni por las llegadas, no ha criticado nunca a un directivo, a un médico, a un jugador, no se ha peleado con Luis Enrique, ni con al Barça instituciò… El entrenador ideal. Ahora me gasto casi 100 millones en Bale -un jugador, todo hay que decirlo, SO-BRE-VA-LO-RA-DÍ-SI-MOOOOOOOOOO- y tienes que ponerle sí o sí. Venga, vale… Carleto se ha demostrado, además de ser un buen entrenador, como un tipo de club. ¿Que debo poner a Bale? Pues nada, a ponerlo. ¿Que el equipo juega mejor con un 4-4-2? Sí, ya lo sé, pero… Bale es Flo…

Con los movimientos del verano pasado, la plantilla le quedó algo descompensada y las pocas rotaciones que Ancelotti ha hecho han terminado sobrecargando a los jugadores. Uno de los expediente X del año puede ser el papel claramente secundario de Illarramendi. Es una realidad que Carlo no ha confiado demasiado en el de Motriku. Pero no seamos cínicos. Exactamente igual que toda la afición madridista. Illarra calienta… runrrun en la grada; Illarra sale, ni frío ni calor; Illarra falla los dos o tres primeros pases, pitos… Así tampoco hay quien progrese. Cierto es que un entrenador debe estar por encima de estas consideraciones, pero el entorno no le ha ayudado demasiado. La realidad es que el equipo se comía el mundo en diciembre y Ancelotti era el mejor entrenador del mundo. Ahora, no vale ni para abrir la puerta a su sucesor.
No seré yo quien diga que el entrenador italiano no tenga responsabilidad en los resultados de este año, porque la tiene. Porque debió rotar más. Porque debió saber estar por encima de las presiones de la grada o de la presidencia. Porque debió confiar más en jugadores como Illarra o Jesé o Chicharito. Pero su fondo de armario tampoco es infinito y las críticas a su cuerpo técnico son ridículas. En la final de Champions de la pasada temporada no parecía que el equipo estuviera muy fuera de forma, excepción hecha del ansia de CR7, responsable -aunque no máximo- en sus altibajos de juego por esa obsesión suya de querer jugar hasta los minutos añadidos de un partido amistoso…
Pero ya está. Si este año no han salido las cosas, nos sentamos a ver en qué hemos fallado y seguimos adelante con la próxima temporada. Pero no, el fracaso no merece la más mínima consideración, ni siquiera un segundo de estudio que explique su por qué. El día que un entrenador de un grande tenga la capacidad de organizar al 100% su pretemporada, seguro que desaparecerían las giras mundiales y por la galaxia y los bolos ridículos en países más que emergentes… Pero de momento, la pretemporada se la organizan en los despachos, y ahí suelen empezar la mayor parte de los problemas. No todos, ojo, pero sí muchos. Y luego los amistosos para hacer caja, y todo el circo que dirigentes como Florentino montan alrededor de su club para intentar hacerlo rentable. Imposible si cada año tienes que pagar un finiquito de varios millones de euros. O te gastas una barbaridad en medianías como el galés.

El caso es que Ancelotti ya está de vacaciones. Y Flo a la caza y captura de una nueva víctima. La realidad es que no existe el entrenador perfecto para él. Venga quien venga, ya sea Klopp o Benítez, ya sea Míchel o Zidane, le durará un par de años máximo, si las cosas van bien. Si no… No entro a valorar las bondades de Emery -un mister al que el Real Madrid le vendría grandísimo- o Nuno, que nuestros compañeros del papel deben llenar muchas páginas todos los días. Yo, por cuatro perras, me dignaría también a entrenar al Real Madrid.
Estoy absolutamente seguro de que de todos los entrenadores que han pasado por la nómina de Flo, Mourinho ha sido el que más se ha acercado a su “modelo”, y aún así, terminó destituyéndole por el clima de guerra civil que había sembrado no sólo en el club, si no en todo el fútbol español. Estoy absolutamente seguro de que se le ha pasado por la cabeza volver a ficharle pero como si de Darth Vader se tratara, aún queda un resquicio de bien en su podrido corazón y no se ha atrevido a hacer realidad esta pesadilla. Pero vamos, que si la opción ha desfilado por su cabeza… Claro que no puedo demostrarlo y seguramente, si se lo preguntaras a él te lo negaría doscientas veces, pero… ¿Te lo imaginas? Uff, los pelos como escarpias se me ponen.
Se supone que la próxima semana se sabrá el nombre del nuevo destinatario de la silla eléctrica blanca. Si es Benitez, que se vaya preparando el presidente -“necesito un portero, dos defensas, un medio centro, un extremo y un nueve puro. Ah, y un media punta y un central zurdo de buen trato de balón”- y la afición. Los equipos de Benítez son enormemente competitivos, pero lo que es jugar bonito, bonito, bonito… Lo justo. Si es Klopp, habrá que ver como se adapta a España, a este trasiego de correveydiles, a tanto rumor desde que te levantas hasta que te acuestas, y tendrá que hacer piña con el único alemán que queda en la plantilla, el gran Toni Kross. A mi me cae bien, pero el Real no es el Borussia, y ya puede ir olvidándose de toda la capacidad de maniobra que ha tenido en el club que le ha dado a conocer.
Podría ser también Míchel, de quien tengo la sospecha que no cae demasiado bien al presidente, o incluso ese mito llamado Zidane. ¿Podría ser Zizou el Guardiola del Real Madrid? Podría serlo cualquiera de estos cuatro entrenadores -con su estilo de juego, por su puesto, no el de Pep- con un presidente normal. Con un presidente que apueste por proyectos de 4 ó 5 años, con un presidente que deje trabajar, con un presidente que no imponga jugadores ni giras, con un presidente al que no le preocupe la venta de camisetas por encima de casi todas las cosas… Con un presidente así, un buen entrenador podría trabajar muchos años en el Real Madrid, y algunos años ganarían alguna cosa, otros muchas, y otros ninguna. El fútbol es así y los otros 19 equipos de la Liga, y los otros 31 de la Champions intentarán hacerte la vida imposible y ganarte. Se trata de eso, tío.
Pero el Madrid no tiene un presidente así. Tiene a un señor que sólo piensa en los negocios, que a pesar de su declarado madridismo, yo cada vez tengo más claro que entre los socios del club, la inmensa mayoría profesan un mayor amor por los colores blancos que él; tiene a un tipo ególatra, creído, a ese “ser superior” del que en su momento habló Butragueño, de índole casi divina… El presidente del Real Madrid es un extraordinario empresario -si nos limitamos a juzgar como empezó y como va a acabar; lo de la ética lo dejamos para otro día-, pero es, con absoluta seguridad, uno de los peores dirigentes que haya conocido el fútbol español. Y mira que los ha habido malos, pero como Flo, pocos. Muy pocos.
¿Se le imaginan ustedes como presidente del Almería o del Granada o del Córdoba? Estoy seguro que dejaría los registros de “entrenadores por temporada” del desaparecido Jesús Gil a años luz. Destituiría al primer entrenador entre la 5ª y la 6ª jornada, otro en la 10ª, un tercero en la 16ª y al cuarto en la 21ª… Podría acabar el año fácilmente con 10 ó 12 entrenadores. En fin…
El problema es que a él, ¿quién le destituye?