Hace menos de una semana, mi compañero José Luis Ruiz Mohedano nos detallaba la situación del Real Madrid tras su eliminación en octavos de final de la Champions League frente al Ajax de Amsterdam. Brillantemente lo titulaba «Game Over». Hoy me propongo analizar lo que puede ser el futuro del club merengue, ahora que parece aclararse al menos en lo referente al banquillo.
Hay dos frases que a los niños de los años 80 y 90 se nos quedaron grabadas de las máquinas de videojuegos de los antiguas salones recreativos, hoy en desuso por el auge de las consolas. Una es la que utilizó la pasada semana José Luis para titular su artículo: Game Over. Implicaba el desastre, el fin de ese pequeño mundo que habías ido creando en tu partida. La otra marcaba la penitencia necesaria para volver a entrar en ese mundo ficticio que te podía hacer ser el mejor luchador del mundo, un piloto de naves espaciales… o ganar una Champions League. Esa frase era Insert Coins. Y ese mensaje repetitivo y parpadeante que aparecía en las pantallas de los videojuegos debe aparecer estos días en la mente de Florentino. Toca insertar monedas en un equipo agotado, que murió de éxito esta temporada, para refrescar el proyecto.
Cuando en pocas horas se confirme que la espada del ser superior capitalino ha caído sobre el cuello de Santiago Solari, se dará paso a la segunda era de Zinedine Zidane en el banquillo del Bernabéu. He de confesar que no esperaba esta resolución (o al menos intento) de la crisis. Parece propio del 28 de Diciembre que el entrenador que la pasada pretemporada no quisiera continuar con las riendas de un equipo al que vio con síntomas claros de colapso, ante la salida de su jugador más determinante, Cristiano Ronaldo, y por los tics de divismo y molicie que se adivinaban en los integrantes del vestuario, quiera, ahora que se han confirmado esos síntomas, arrastrar un cadáver los más de dos meses de temporada que restan.
Ni siquiera la promesa de más temporadas en el banquillo parecen convertir la decisión de Zidane en algo lógico. Verdaderamente, yo imaginaba a Santiago The Walking Dead Solari vagando por esos campos de España hasta terminar la Liga. Mientras, suponía que irían contactando con el próximo entrenador y planificando la próxima campaña. En ese período, cada jugador iría retrantándose ante la crisis, demostrando si merecían seguir, y visto esto el club haría limpieza entre los presentes antes de la llegada del nuevo técnico. Éste entraría con un vestuario limpio al que irían llegando refuerzos (ya sabes Floren, este verano hay que insert coins) para renovar ilusionantes de cara a la próxima campaña.
Y es que la era Solari, la ha definido un entrenador de decisiones arriesgadas, que parecían no cuadrar con su interinidad. Entiendo y respeto su arrojo. Sustituyó a un Julen Lopetegui al que se le achacó que pecó de tímido. Mientras varios jugadores de mucho nombre no daban el rendimiento esperado, el exseleccionador no les castigaba haciéndoles perder peso en el equipo y aquello acabó como el rosario de la aurora.

Llegó Solari y quiso imponer su ley. Quiso tirar de su Vinicius, su Reguilón, incluso de Marcos Llorente (hasta que se lesionó) y, sobre todo, se ventiló a Isco. Como el que pone las cabezas de sus enemigos a la entrada del poblado para demostrar lo que le espera al que se atreva a cruzar la línea roja.
No parece una mala forma de afrontar un reto así. Llegas a un equipo con problemas más allá de lo estrictamente futbolístico. Si vas de colega te comen como hicieron con tu predecesor, así que te lías la manta a la cabeza y tiras la moneda al aire. Los resultados han demostrado que salió cruz, y ahora dejas a tus espaldas un vestuario con multitud de frentes abiertos, de indisciplinas, discusiones y decepciones, pero al menos lo has intentado. Y el que venga detrás, que arree.
Resulta extraño que el Real Madrid coloque ahora un entrenador que tenga que lidiar con estos incendios, ya que en verano le tocará retirar las malas hierbas, y eso siempre puede abrir heridas nuevas con los jugadores que se quedan. Entiendo que confían en Zidane por ser la figura más respetada y con mayor consenso que pudiera imaginar el madridismo, y creen que eso será suficiente para aplacar la situación actual.
Pero a la salida de jugadores, que parece necesaria, debe acompañarle la llegada de otros. Sin un Cristiano Ronaldo capaz de meter 50 goles en una temporada, el Real Madrid no puede permitirse que ningún jugador sea intermitente en su rendimiento si quiere volver a alcanzar la excelencia. Creo que jugadores como Bale, Marcelo o Isco están amortizados en la actual plantilla, que ha llegado el momento de desprenderse de ellos. Otros, como Benzema o Kroos podrían seguir sirviendo, pero con menos peso del que tienen actualmente, tal vez al servicio o como suplentes de gente con sangre fresca y mayor competitividad. También se necesita un central que le ponga el despertador a un Sergio Ramos cada vez más pendiente de las exhibiciones personales y los docu – realitys.
Volver a hacer una plantilla campeona cuesta dinero y quebraderos de cabeza. Toca equilibrarla y medir el nivel de renovación necesario, y no hay tantos grandes jugadores fuera de los clubes con gran poder económico. Los jeques han complicado la aparición de fichajes galácticos y, por más que el PSG siga cayendo en octavos, no va a ser fácil sacar a los Neymar o Mbappé de sus jaulas de oro. Además, hay que convencerles de la opción de ir a un club que también ha caido en la primera eliminatoria de la Champions y que necesita una reconstrucción.

No os será fácil ni barato, amigos Floren y Zizou. En menudo embolado se ha metido el francés al dejarse convencer por el superpresi. Con lo tranquilamente que se había escaqueado del incendio, no faltará quien le eche en cara que esto no es lo que era si en la próxima campaña no vuelve a ganar la Champions. A cambio, Florentino tendrá que dejarse convencer de abrir la billetera y darle a su nuevo – viejo técnico lo que le pida. Cualquier cosa antes que pasar otro añito como este.