Esta es la conclusión a la que llegué ayer cuando vi la rueda de prensa del presidente (legítimo que no legitimado) Josep Maria Bartomeu. Y es que como culé contemplo con tristeza como el club, que hasta hace unos años era sinónimo de ejemplo, ha ido perdiendo poco a poco la grandeza que tanto costó alcanzar.
Presidentes huidos, ocultación de cifras bajo el paraguas de la manida cláusula de confidencialidad, procesos abiertos con la más que probable posibilidad de que la cabeza visible del club acabe imputada, sanciones FIFA que siguen estando ahí…
Y luego está la parcela deportiva, con un director que se muestra igual de inoperante que parando penaltis en su época de portero. Director que se esfuerza (con un significado minimalista de la palabra) en acabar con el equipo que tanto dio hace unas temporadas, empeñándose en ir mermando la calidad de la plantilla y necesitando de hasta 3 años para lograr encontrar un central que supla a Puyol, “el fichaje” de la temporada pasada.

Por si fuera poco, se da por hecha la llegada de Luis Suárez, tremendo jugador con una calidad de sobras contrastada pero por el que se apunta pagará una cifra astronómica, tiene una operación de menisco y tres episodios que chocan frontalmente con los valores que propaga el club. ¿De verdad no hay otro delantero en el mercado? Quizás si se hubieran hecho las cosas medio decentemente (y no trayendo experimentos enfundados en polos pistachos) Robert Lewandowski sería el 9 del Barsa.
Esto es en lo que se está convirtiendo el club de mis amores, un club que da la sensación camina irreductiblemente a una deriva que desde luego ya es obvia a nivel institucional.
La verdade es que esta Junta directiva está haciendo que el Barsa pierda sus valores a pasos agigantados. Se quita a Unicef por Qatar, fichajes con cifras oscuras, se despide a gente del club de mala manera…Dios que vuelva Laporta ya!!
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