Minuto diez, dos niños ríen ante la cámara mientras le dicen a Simeone a la vez que mueven sus manos «bye bye». Acababan de expulsar al técnico argentino por las protestas debido a la expulsión de Vrsaljko. Pensaban que su equipo, el Arsenal, resolvería la eliminatoria ante un equipo obligado a jugar con diez jugadores durante 80 minutos. Ingenuos, no sabían que delante estaba el Atlético de Madrid.
La primera tarjeta amarilla en la expulsión de Vrsaljko es la más discutible. Se puede pensar que se la saca porque el jugador del Arsenal se escapa pero falta lo que se dice falta para amarilla creo que no es. En cuanto a la segunda, no solo es amarilla sino que tiende más hacia el naranja/roja. En definitiva, error del lateral atlético y quizás error de lectura del árbitro por el momento en el que se encontraba el partido. En cualquier caso, no se puede hablar de robo. Eso se deja para la zona de Concha Espina.

Después Simeone escenificó lo que suele estar tolerado en LaLiga. El problema es que en Europa reacciones así no se toleran. Veremos cuántos partidos le caen pero me da que lo mismo no llega ni para la Supercopa de Europa en verano. Sí, considero al Atleti de lejos el mejor equipo de la competición.
Aguantaba el Atlético, minuto a minuto con unos jugadores acostumbrados a jugar juntos con once. Por lo que con diez el plan estaba aún más claro. Futbolistas como Godín estaban encantados. Por momentos el equipo rojiblanco incluso metió el miedo en el cuerpo al Arsenal. Así se llegó a la segunda parte con el mismo guión. Hasta que Lacazette metió el que parecía primer gol de una lista que apeara al Atleti de Europa.
Hasta que un balón largo a la espalda de los centrales del equipo inglés lo enganchó Antoine Griezmann para marcar el empate y borrarle la media sonrisa a esos niños que se las prometían felices.
Ya no será necesario que nadie les explique a esos niños que tener ilusión está bien, pero que esto es el Atlético de Madrid.