Ramón Pérez Mesa, conocido futbolísticamente como Espejín, nació un 3 de diciembre de 1933 en Tenerife. Allá por aquel entonces, desde sus primeros pasos en su isla natal, seguro que aquel niño canario ni podía llegar a pensar que los derroteros del fútbol y, en definitiva, de la vida le iban a hacer dejar las Islas Afortunadas para pasar por diversos equipos del fútbol español. Pero, sin duda, el lugar que le dejó marcada su más fuerte impronta y donde terminaría radicándose sería Sevilla y el Betis. El Betis y Sevilla, binomio indisoluble.
A lo largo de estas letras vamos a contar la fascinante historia de este futbolista de raza, como elogio no sólo a él, sino a todos aquellos casi anónimos y olvidados futbolistas del balompié pre-moderno. Va por él y por ellos.
Espejín dejó su Tenerife natal a la edad de diecisiete años y militó en diversos equipos peninsulares: Martos, Algeciras, Real Betis Balompié, Rayo Vallecano, Levante, Castellón, Fuengirola y Linares.
Tras completar varias buenas temporadas en el Algeciras, el Real Betis se fija en este medio volante para incorporarlo a sus filas. Corría el año 1956 y el sevillano equipo de las trece barras militaba en Segunda División.
Pongámonos en contexto: estamos en una época en que el Betis estaba a punto de cerrar por fin la etapa más complicada de su historia. Después de ganar el campeonato de Liga en el año 1935, tras vencer al Racing de Santander en los Campos de Sports del Sardinero por 0-5 en la última jornada, al curso siguiente estalló la Guerra Civil y todo se fue al traste.
El equipo fue desmantelado por los avatares de la fratricida contienda y terminó dando con sus huesos en Segunda en 1940, coincidiendo con la reapertura de la Liga tras años en suspenso por el conflicto bélico. Dos años más tarde volvió casi testimonialmente a Primera para, en el 43, volver a bajar. Comenzaba la penosa y larga travesía de quince años por el desierto, incluidos siete años en el infierno de la Tercera División.

Por tanto, es a este Betis al que llega Espejín en el año 1956. Trece años llevaba el conjunto verdiblanco vagando por campos de tierra. Sin embargo, es un Betis que ya está comandado desde la presidencia por un empresario gallego que un buen día llegó a Sevilla y se enamoró de la ciudad y, cómo no, del Real Betis Balompié.
Este gallego tomó las riendas del club sin pensárselo, llevando a término una magnífica gestión económica que permite, entre otros hitos importantes, la adquisición del estadio ya en exclusiva y completa titularidad privada a favor del Betis. Es este prohombre de la historia bética quien trae a Espejín del Algeciras al conjunto verdiblanco. Se llamaba don Benito Villamarín Prieto. Ahí es nada.
Espejín se hace con un hueco como titular indiscutible durante casi todo el campeonato en su primera temporada vistiendo la zamarra verde, blanca y verde. Llega a disputar veintinueve partidos de liga aquel curso 56-57 en Segunda División y el equipo se queda al filo de conseguir el objetivo: el ansiado ascenso a Primera cuya consecución, por fin, termina ocurriendo a la temporada siguiente, la 57-58. Espejín cuenta, por tanto, con el honor de ser uno de los integrantes de aquella histórica plantilla del Real Betis Balompié.
No obstante, debido a desavenencias con el entrenador, no llegó a jugar en Primera. Pero nadie le quita a Espejín (terminó fichando por el Levante), como dijimos, el honor de haber sido parte de aquella plantilla de gran calidad comandada desde el banquillo por el vasco Antonio Barrios y desde el verde por uno de los mejores jugadores de la historia del Betis y de España. Estamos hablando, cómo no, de Luis del Sol, que a posteriori terminaría jugando en dos colosos del fútbol europeo; el Real Madrid y la Juventus de Turín. Amén de coronarse campeón de Europa con España en 1964 tras aquella memorable final contra la Unión Soviética.
Su carta de presentación en la élite del fútbol patrio no pudo ser más sonada: fue un 7 de septiembre de 1958, primera jornada liguera en el año del retorno a la División de Honor. El azar quiso que aquel partido inaugural liguero fuera contra el eterno rival justo en el encuentro en que el Sevilla F.C. inauguraba el Ramón Sánchez Pizjuán. El Betis le endosó un 2-4 al elenco rojiblanco y así quedó para la Historia inaugurado el feudo rival.

Espejín no llegó a disputar ningún partido con el Betis en Primera y deja Sevilla para enrolarse en las filas del Levante, donde permanece dos temporadas para, en el año 1960, fichar por el Rayo Vallecano. Y por último, como dijimos, recaló en el Castellón, Fuengirola y Linares. La salida del Betis le debió resultar algo traumática y el propio Benito Villamarín le planteó la posibilidad de irse cedido al Extremadura junto a Domínguez (otro de los jugadores que salieron aquel año del club) para ser repescado en un futuro. Pero no fue así y el destino le terminó llevando a militar en otros clubes.
Hasta aquí lo que respecta al periplo futbolístico de Ramón Pérez Mesa “Espejín”. Pero el fútbol guarda siempre tras cada jugador, y Espejín no es una salvedad, una intrahistoria y un anecdotario que, en el caso que nos ocupa, he tenido la inmensa fortuna de conocer gracias a ser amigo de la familia. Haremos un recorrido a través de las vivencias que nos ha transmitido su esposa, Olga Julio.

Doña Olga es sevillana y bética por los cuatro costados. Genio y figura. Para comprender el arte y el ángel que atesora, baste reseñar las líneas que mandó en una carta al director de ABC de Sevilla allá por mayo de 1994, con motivo del nacimiento de su nieto y amigo mío Alejandro, “el Rubio” para los amigos:
“Señor Director:
Somos una familia de béticos, de hecho mi marido tuvo el honor de defender sus colores en el ascenso de la temporada 1957-1958.
Pues bien, hemos tenido, el día 9 de mayo, nuestro primer nieto y ésta es su pequeña y gran historia.
Mi nuera se puso de parto a las nueve de la noche y viven por la estación de Santa Justa, o sea, que mi coche fue escoltado por banderas verdiblancas hasta la residencia Virgen del Rocío y con los gritos, ya famosos, de Betis, Betis…
La primera nana de mi nieto fueron los cánticos que se escuchaban perfectamente desde el Estadio Benito Villamarín, de Betis, Betis o sea que mi nieto es de Primera.
Espero que en un futuro defienda los colores de ese maravilloso Club, igual que lo hizo su abuelo «Espejín», y así no se pierda esta saga de béticos. Tu abuela la bética.-Olga Julio Cruz”.
¿Cómo se conocieron Olga y Espejín? Según nos comenta, “en aquella época los jugadores del Betis vivían en habitaciones alquiladas. Ramón tenía la suya frente a mi casa y la primera vez que me vio estaba yo en mi azotea. Yo tenía una buena azotea y yo creo que le gustó para poder tener allí sus palomas mensajeras, que era él muy aficionado a ellas”- comenta doña Olga con melancolía.
Maravillosa anécdota, que refleja a la perfección cómo era la vida, las aficiones y la rutina de aquellos futbolistas sencillos y humildes de aquella época ¿Alguien se imagina hoy a uno de estos excéntricos futbolistas que pueblan el panorama actual cuidando de sus palomas mensajeras en vez de estar continuamente subiendo vídeos ridículos a Instagram, subiendo fotos con modelos en fiestas extravagantes y cubriéndose el cuerpo de tatuajes a cada cual más hortera?
Igualmente nos sigue contando doña Olga que“en aquella época el Betis era una familia, todos los jugadores eran amigos y además después de los partidos y de los entrenamientos se iban siempre juntos. Ninguno tenía coche y todos tomaban el tranvía”. Continúa diciendo que “Alfonsito el utillero luego nos dijo que años después ya nada era lo mismo”. Doña Olga nos pinta un fresco fidedigno de cómo era la vida de un jugador de Segunda División de aquella época: el sueldo no les daba ni para un coche y vivían en habitaciones alquiladas. ¡Cuánto ha cambiado todo!
Nadie imagina en la actualidad a un jugador de fútbol tomando el transporte público. Espejín tomaba cada día el tranvía, de ahí que nos siga diciendo su esposa que “todo el mundo nos saludaba por la calle, nuestra época más feliz fue la del ascenso”. Ascenso que fue celebrado por todo lo alto “en el estadio, con un cuadro flamenco y cantaba la Paquera de Jerez”. “Yo fui a aquella fiesta como novia suya que era por aquel entonces”, apostilla doña Olga con orgullo, para terminar comentándonos que “el Alcalde le regaló un reloj de oro a cada jugador. Aún lo conservamos”. Otro comentario valiosísimo que nos ayuda a comprender el fútbol y la España de la época: el Alcalde de Sevilla regalando relojes a los futbolistas.

En lo que respecta a vivencias con otros jugadores, podemos destacar de palabras de doña Olga que “A del Sol le llamaban el indio, porque vivía en San Jerónimo “ (que es un barrio de Sevilla). Igualmente compartió Espejín vestuario con Isidro Sánchez, padre del exfutbolista y entrenador Quique Sánchez Flores, y cuñado de Lola Flores.
Nos dice su esposa que “cuando vivíamos en Madrid, Isidro ya salía con la hermana de Lola Flores y se convirtió en su mánager, así que una vez nos dio entradas para un espectáculo de Lola Flores y fuimos como invitados”. Espejín tenía además una gran relación con otros señeros jugadores de la historia bética con los que coincidió en el vestuario heliopolitano, como Lasa y Eusebio Ríos.
En torno al trato que tenía su esposo con Benito Villamarín, nos cuenta emocionada y agradecida: “Don Benito fue como un padre para él. Se lo trajo de Algeciras porque un General del Ejército que era muy bético y estaba en el cuartel de Algeciras lo vio jugar y le pidió que lo fichara para el Betis”. Sigue contando que “se portaba muy bien con mi marido. Una vez que el Betis fue a jugar a Tenerife mi suegra fue a verle y le pidió que cuidara de él. Don Benito, cuando volvieron a Sevilla, lo metió en el hotel La Rábida para que se hartara de comer, pues estaba muy canijo. Y puso tres kilos, aunque perdió velocidad porque nunca había estado tan gordo”, nos dice doña Olga en un tono entrañable.
Todo este prolijo anecdotario no consigue sino hacernos ver cuán distinto era el fútbol de aquella época del de ahora. Resulta entrañable a la vez que asombroso comprobar cómo han cambiado las relaciones humanas y las mentalidades dentro de un fútbol cada vez más deshumanizado como es el actual.
Espejín era un chico canario de familia humilde, de nueve hermanos. “Él no tenía estudios, se escapaba para jugar al fútbol. Su padre lo metió en la carpintería con su tío”, nos relata doña Olga, para seguir comentando en tono divertido que “cuando se vino a la Península con diecisiete años llegó a Martos (Jaén) en invierno con ropa de verano de Canarias y el presidente del equipo le tuvo que hacer un vale en una servilleta de tela para que se comprara unos pantalones de pana”. Ecos de otros tiempos.
Pero que nadie se piense que el legado de este esforzado medio volante canario no ha dejado una huella indeleble en el mundo del fútbol. Así lo atestigua la siguiente anécdota, que nos cuenta su hijo mayor Juan Ramón, que trabaja como acomodador del sevillano teatro Lope de Vega: “En un acto en el teatro estaban sentados juntos Di Stéfano y Pelé, le presenté a don Alfredo a mi padre y él dijo que claro que se acordaba de mi padre, que recordaba cómo le había cosido a patadas en un partido de Copa”. Deliciosa anécdota.

Y hasta aquí mi pequeño y humilde homenaje a este flaco jovencito canario que llegó a Jaén con una mano delante y otra detrás, y que a base de esfuerzo y pundonor se labró su huequito en la gran historia del fútbol. Historias como la suya son las que engrandecen este deporte.
Miradas furtivas a su futura esposa en una azotea, palomas mensajeras, cheques girados en servilletas de tela, juergas con leyendas del flamenco como la Paquera de Jerez, espectáculos con Lola Flores, encierros en hoteles auspiciados por Benito Villamarín para cuidar de él como le encomendó su madre al histórico presidente bético. Leyendas del fútbol como Di Stéfano recordando en presencia de Pelé cómo fue cosido a patadas por Espejín, relojes de oro regalados por alcaldes y fichajes auspiciados por Generales del Ejército español… Una vida sencilla a la vez que apasionante. No la cambio por la de esos Neymares de la vida que vemos hoy en día.
Va por él, va por Espejín y por todos aquellos jornaleros del fútbol de aquellos no fáciles años.
Gracias por el artículo y tú tiempo, fue campeón de España en colombofilia.
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