Se presentaba el Barça en el Bernabéu con la vitola de ser un equipo en construcción, con una defensa de circunstancias, con un Gerard Piqué más pendiente de sus cuitas políticas que de las futbolísticas, un Vermaelen de cristal y un lateral derecho que nunca lo fue; un centro del campo lleno de viejas glorias y un brasileño sobrevalorado, en la delantera Leo ya no se merecía The Best y Luis Suárez estaba en el ocaso de su carrera.
Enfrente un equipo que no fallaba en los partidos importantes y que tenía la oportunidad de agarrarse de nuevo a la Liga. Gareth Bale, por vigésima vez, iba a demostrar lo que valía, Isco estaba muy por encima de un Iniesta ya al borde de la retirada y Marco Asensio era el digno sucesor de The Best, Cristiano Ronaldo. Un equipo que venía de ganar el prestigioso Mundialito contra grandes entidades como Al Jazeera y un Gremio de Porto Alegre sin Arthur, su máximo referente en el centro del campo.
Al final el balón puso a cada uno en su sitio, los primeros minutos fueron del Real Madrid, aprovechando la treta ideada por Tebas de jugar a una hora en la que uno de los porteros tendría que jugar con gafas de sol y le tocó a Ter Stegen. Las ansias por recuperar el balón del Real Madrid asfixiaban a las huestes culés. El aficionado madridista veía que Kovacic seguía siendo la kriptonita de Messi y de Busquets, ambos perdidos en la telaraña ideada por el genio francés del banquillo local. El partido de la Supercopa pasada parecía volver a repetirse, los medios de comunicación madridistas ya ansiaban escuchar a Gerard Piqué admitiendo la inferioridad del Barça frente al Madrid.

Pero no…Este equipo no es el del mes de agosto, aquel era un equipo a la deriva, que había sufrido la traición de una de las patas de su tridente, con fichajes frustrados, una junta directiva incompetente…La plantilla no mejoró, pero nadie tuvo en cuenta la menuda figura de aquél ex-jugador a quien Cruyff definió como uno de los entrenadores más inteligentes del fútbol. Ernesto ha estado trabajando con el equipo, como una hormiga reconstruyendo otra vez el nido arrasado, mientras, en la capital de España, otros navegaban en el elogio. Ernesto ha construido un equipo que, sin tener el excelso juego de antaño, es una máquina perfectamente engrasada, es como el reloj suizo que aunque no es el más bonito de la colección siempre da la hora exacta.
Una vez el sol dejó de nublar la vista de la zaga blaugrana, la pétrea armada culé pasó por encima del celestial once blanco. El final de la primera parte ya dejaba atisbar una superioridad culé que en el segundo tiempo fue manifiesta. Y Vermaelen demostró que Varane es menos fiable que él, cuando el físico se lo permite el belga es un central muy serio mientras que los años pasan y Varane no abandona su estatus de eterna promesa. Sergi Roberto demostró que como lateral es notable, pero como centrocampista es excelso. Paulinho ya es una pieza clave en el equipo. En la primera parte fue el único que sostuvo la peligrosidad atacante del equipo, maniatados Busquets y Messi y aislado Luis Suárez, el brasileño demostró, una vez más, por qué se le fichó. No necesita jugar al toque, no es un fino estilista, más bien es como el elefante fantasmagórico que de repente aparece dispuesto a cabecear un balón suelto o ganar la espalda de la defensa y fusilar la meta contraria. Y no solo eso, junto con un Rakitic con un trabajo tan gris como imprescindible y un Iniesta de cuyo juego espero que, por el bien de la selección española, Isco haya tomado buena nota desde el privilegiado lugar en el banquillo al que Zidane lo relegó, Paulinho mantuvo al equipo a la espera de que Busquets se les uniese en la segunda parte para arrasar en el césped.
Arriba Messi pasó de apretar los dientes en la primera parte a disfrutar de la excelsa fidelidad del equipo y demostrar que hay jugadores que por más que les den títulos siguen muy lejos de él. Messi generó el juego como y donde quiso. Movió al equipo, defendió, atacó, regaló goles,…enfrente Cristiano, o al menos alguien que llevaba la camiseta con el número siete.
Segunda parte – Baile culé
Y de repente, aquel gran ex-jugador, ese mago del balón, con una clase indiscutible como jugador y, para muchos, una mente privilegiada de los banquillos, se dio cuenta de que la flor del mes de agosto solo fue la de un día. Zizou decidió sacar a Bale y a Asensio, mientras Isco calentaba para ser el tercer cambio. La alineación de Kovacic fue el mayor ejemplo del fútbol ramplón que planteó Zidane y con cuarenta y cinco minutos decidió enmendarlo. Pero no le dio tiempo, el vendaval culé ya se había llevado por delante a su equipo. Carvajal solo supo parar al Barça ejerciendo de Navas. Y Zidane quitó a un delantero y metió a Nacho, un defensa, perdiendo, dos a cero, jugándose sus opciones de agarrarse a la Liga. Y luego entraron Bale y Asensio. Y ambos, aunque no culpables de la derrota, no aportaron nada. Para mi gusto Isco es un grandísimo jugador pero Asensio es, a día de hoy, un proyecto de serlo, está muy verde para echarse el equipo a la espalda aunque esa responsabilidad debió caer en «The Best» CR7.
La lucidez mental del equipo culé fue digna de elogio durante toda la segunda parte, durante cada segundo supo a qué jugar, cómo hacer daño al rival. Paulinho demostró que las ganas no están reñidas con la edad, y que los grandes jugadores se hacen a base de sacrificio, hay cracks, chulo como él, dispuestos a no dejar pasar segundas oportunidades. Jordi Alba ostentó nuevamente su categoría de mejor lateral izquierdo del mundo. Gerard Piqué conformó con Vermaelen un muro infranqueable y dejó que esta vez fuese Ramos el que se hundiese en sus comentarios políticos. En la portería Ter Stegen hizo lo que tiene que hacer el para mí mejor portero del mundo, parar lo imparable. Uno por uno cada uno de los jugadores culés demostró que era mejor que su homónimo madridista. Hasta Aleix Vidal salió con más ganas que cualquiera de los integrantes del banquillo madridista que fueron de la partida.

En definitiva hemos asistido a la demostración del triunfo de un modelo de dirigir a un equipo. Ser fiel a tus ideas, como lo hizo Valverde, configurar una plantilla en la que todos los que quieren se sienten importantes. Quizás sobre el papel la plantilla del Madrid es infinitamente superior a la culé, pero sobre el verde no hubo color. Y mientras Zidane no confió en la calidad, Ernesto Valverde la hizo aflorar de donde a priori no había. Y cuando el equipo llegó al vestuario Ernesto se permitió una sonrisa, porque a día de hoy ha llevado al equipo a ser líder a 9 puntos del segundo clasificado, pasó primero de grupo en la Champions y a la siguiente ronda en la Copa del Rey y todo esto con su fichaje más caro (Dembelé) y su jugador más regular (Umtiti), en Barcelona dispuestos a colaborar para que el 2018 pueda ser muy exitoso.
¡Gracias Ernesto por devolvernos la ilusión, gracias porque Santa Claus se nos adelantó a todos los culés!