Cuando todavía flotaba la sonrisa triunfadora de Sandro Pertini en el palco del Santiago Bernabeu por el triunfo de la selección italiana unos meses antes, Luis de Carlos comenzaba una nueva temporada al frente del Real Madrid, pero aquella no sería una temporada cualquiera. Se tomó una decisión crucial: Por primera vez, las camisetas de un blanco impoluto del equipo aparecerían rotuladas con publicidad para llevar la marca Zanussi a todos los rincones del planeta. Las arcas del club no andaban muy boyantes y el fichaje estrella fue el del entrenador, la leyenda Alfredo di Stéfano.
Se abrió la temporada estrenando una nueva competición; la primera edición de la Supercopa de España. El rival era de tronío, la Real Sociedad campeona de liga la temporada anterior. Un gol de Metgod le daba ventaja a los blancos en el partido de ida, pero esa ventaja fue neutralizada con facilidad en la vuelta, donde el equipo de la capital cayó derrotado por un claro 4-0. Los Arconada, Zamora, Satrústegui o López Ufarte conquistaron con solvencia ese título.
Lejos de desanimarse, los madridistas se las prometían muy felices con la trayectoria del equipo en las demás competiciones. En Liga, se mantuvieron con opciones hasta la última jornada, donde visitaban a un Valencia que se jugaba el descenso. Un gol del luego madridista Miguel Tendillo frustraba las aspiraciones del equipo blanco, que se tuvo que conformar con el subcampeonato ante el empuje de los leones de San Mamés, dirigidos por un Javier Clemente que, con 32 años, comenzaba su leyenda como entrenador.
Casi sin poder reponerse del varapalo, el Madrid se instaló en Goteborg, donde se disputaba la final de la Recopa de Europa, un torneo de poca importancia entonces, pero que el club blanco no tenía en sus vitrinas. Era una oportunidad para salvar la temporada.
El rival era ideal, el Aberdeen, entrenado por un Alex Ferguson que comenzaba entonces a escribir su, luego, extenso palmarés como técnico. La escuadra escocesa, a pesar de haber eliminado, entre otros, al potente Bayern de Munich, no presumía de grandes figuras, salvo su portero (Leighton) y un pequeño diablo pelirrojo, Gordon Strachan, que campaba a sus anchas por los estadios de Gran Bretaña. Esas armas fueron suficientes para derrotar al Real Madrid, que cayó por 2-1 ante los escoceses.

El sueño de una temporada victoriosa se iba transformando, poco a poco, en pesadilla. A primeros de junio, se disputaba la final de Copa del Rey ante el archienemigo. Un Barcelona que contaba con dos extranjeros espectaculares: Bernardo Schuster y Diego Maradona. Si se ganaba esa final al eterno rival, aún se podría justificar esa temporada. Pero no, en los últimos compases del partido, Marcos Alonso conectó un cabezazo que se convirtió en una perfecta vaselina para superar al meta blanco, Miguel Ángel. Los madridistas contemplaron, desolados, los cortes de manga del que, luego, sería su compañero, el alemán Schuster.
Pero ahí no acababa el curso. Una nueva final, la de la Copa de la Liga, permitía la revancha ante los azulgrana. Era, más bien, un trofeo de caza menor. Pero ganar al Barcelona siempre sabe bien, aunque sea en un amistoso. El partido de ida comenzó mal, pero los merengues pudieron remontar y ponerse por delante en el marcador. Todo se vino abajo con una de las jugadas más recordadas de uno de los mejores jugadores de la historia del fútbol.
Diego Armando Maradona congeló el tiempo y esperó a que llegara Juan José para estrellar contra el poste su leyenda de Sandokán y anotar el gol que empataba ese encuentro. En la vuelta, los culés ganaron por dos goles a uno convirtiendo al Real Madrid en el subcampeón de todos los torneos que jugó esa temporada.
Ayrton Senna dijo una frase mítica: “El segundo es el primero de los perdedores”. Aquella temporada 82-83, el Madrid fue el primero de los perdedores en todas las competiciones que disputó. Es muy difícil llegar a una final. Por eso, llegar a cinco (si se incluye la Liga), como aquel año, es algo casi imposible. Pero lo que no te mata te engorda y el club blanco se levantó de aquel quíntuple varapalo para seguir siendo una de las instituciones más poderosas del mundo. Y no todos pueden decir lo mismo.
«El verdadero enemigo es el tiempo. El tiempo lo mata todo”
Mads Mikkelsen
La Recopa nunca fue un trofeo menor. De hecho, ganar la Copa era algo importante para todos los equipos y eso te daba opción a jugar la Recopa. El nombre verdadero del trofeo era Copa de Europa de Campeones de Copa. Que el Madrid nunca la ganara no le resta importancia. Juve, AJAX, Barça, Chelsea, Arsenal, Atlético de Madrid, Valencia, Bayern, Milan, etc son grandes que la ganaron
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Tiene usted toda la razón. Quise decir que la Recopa era un trofeo de caza menor, pero solo al compararla con la Copa de Europa, ya que el Real Madrid llevaba varios años intentando conquistarla de nuevo. Perdone que no hiciera esa puntualización. Gracias por su comentario.
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