Sábado por la mañana p.l., sí post locura. Ayer llegó el momento que todos esperábamos desde hace dos años, el debut de España en el Mundial. Poner en antecedentes al lector de la situación en la que los nuestros llegaban al partido contra la campeona de Europa es innecesario. En la era de las redes sociales, tres días dan para mucho. Por ello, prefiero no volver a sacar el tema Lopetegui, del que ya han hablado todos los futboleros del país y que ya es (o debe ser) historia. Sólo comentaré que la inmensa mayoría de nuestros lectores reflejaron en una encuesta su conformidad con la decisión de Rubiales. Así que como canta Dorian, Julen, “te deseo mucha suerte y que te vaya bien.” Hasta ahí. Pero ojo, no os creáis que hemos sido los únicos en sufrir temas extradeportivos en las horas previas a la gran cita. Y si no que se lo digan a los alemanes, muy mosqueados con el encuentro entre el presidente turco y dos de sus estrellas, Özil y Gundogan. O a los seguidores de México, que ya saben que algunos de sus jugadores saben bien cómo aprovechar la noche. Por lo tanto, viendo la actitud ayer de los nuestros, creo que muchos respiramos.
Porque lo de ayer no fue por actitud. Lo de anoche fue una batalla entre dos estilos de juego: uno elaborado y el otro, como ya me han dicho varios amigos en el postpartido, más cercano a la Grecia de 2004. De hecho, lo de Cristiano Ronaldo no cogió a nadie por sorpresa. Tres goles, dos de ellos a balón parado y el otro, ¡ay el otro! El segundo encendió la mecha de un primer debate que habrá que resolver. Cierto es que los errores de un portero abultan mucho, pero el de ayer no fue el único del encuentro, ni siquiera del último mes. De Gea ha demostrado que pese a lo gran portero que es, sigue acusando los nervios en las grandes citas y eso es preocupante. Primero, porque llevar a una terna configurada para su exclusiva titularidad es un problema. ¿A quién ponemos entonces? Quizás sea el momento de Reina a los 35 años o el de “subir” a Kepa, cuyo Athletic ha tenido un año para olvidar. Primer problema.

Pero no sólo se detectaron mejoras en la portería. Al cuarto de hora de partido, nuestro pivote defensivo, Sergio Busquets, ya tenía una tarjeta amarilla. ¿Quién es sus sustituto? Pues aún lo sigo buscando en la lista de 23. Con Javi Martínez y Rodri Hernández de vacaciones, el único recambio que presenta el culé es Koke, al que ayer sólo le faltó ponerse los guantes. Sabedor de que el árbitro no le iba a pasar una, Busquets se cohibía al meter la pierna y eso hacía que las contras de Portugal encontrasen una profundidad realmente preocupante. Y considero que desaprovechar a un talento como el del colchonero para que juegue de stopper es un sacrilegio. Así que si Busquets no está, ¿adelantamos a Ramos para que juegue de pivote diez años después? Esto me lleva a otra clave que me provoca cierto desconcierto.
Y es que en un mundial, una selección con tanto donde elegir como la nuestra, no puede vivir de jugadores reconvertidos. Entiendo que la polivalencia es un plus en este fútbol moderno, pero un jugador no puede destacar en más de una posición. Por ello, no se entendía ayer que Nacho tuviese que sufrir tanto (y por ende los españoles) jugando de lateral derecho ante uno de los más grandes del planeta, habiendo decenas de laterales válidos para este cometido en nuestro país. Todo por llevar a una competición, que se puede quedar en tres partidos, a un lateral lesionado, Dani Carvajal. Y mientras, Sergi Roberto y Bellerín también de vacaciones. Menos mal que no hizo las maletas Diego Costa, que ayer demostró por fin su valía para la Roja. El hispanobrasileño es de los que se crecen cuando el viento viene en contra, y ayer resucitó en dos ocasiones a España. Más de un detractor del delantero forman parte hoy de su club de fans.

Pero si hay un jugador español que más que un club (de fans, no confundiros) merece un país, ese es Don Andres Iniesta. España creyó ayer no sólo por las ganas de revertir todo lo negativo ocurrido en la previa sino también por la clarividencia de un jugador insustituible. El manchego dio un recital que se encargó de mantener en la segunda parte su relevo, Isco. Porque España no jugó mal, de hecho, hubo fases en las que nos recordó a su época dorada. Pero si aun así, empatamos, es lo que hace necesario este análisis a toro pasado. Ahora llega Irán, líder del grupo, y el momento de los retoques. Quizás, Fernando Hierro sí tenga ahora razones para hacer las modificaciones que por respeto a Lopetegui no quiso aplicar en el once de ayer. Pero como dice otra canción, pa’ fuera lo malo. Quedémonos con el compromiso en la inmejorable actitud de los jugadores, el trabajo brutal de Koke en la medular, la magia de Iniesta e Isco y que por fin, tenemos delantero, un Diego Costa bestial. Para todo lo demás, the man, Fernando Hierro.