Hace poco vimos como una bandera albanesa mal traída a cuento provocaba la suspensión de un partido entre Serbia y Albania en Belgrado, valedero para la fase de clasificación de la Eurocopa de 2016. Pero la política y el fútbol han chocado con bastante frecuencia a lo largo de la historia. Uno de los más claros ejemplos de ello fue el repentino fin de la mejor selección austriaca de la historia: el combinado conocido como el Wunderteam.

En lo deportivo, los títulos no adornaron sus vitrinas, pero el juego desplegado durante la primera mitad de la década de los 30 hizo merecedor de tal apelativo al conjunto centroeuropeo. Y algo que es justo reconocer hoy día: aquella selección austriaca fue la precursora del “fútbol total” que más tarde llegarían a practicar, ya acabada la II Guerra Mundial y con otros sistemas de juego, la Hungría de los años 50 y la Holanda de los 70.
En los años 30, Hugo Meisl (quien fuera creador de la Copa Mitropa) se hizo cargo nuevamente del combinado nacional austriaco. Ya había sido técnico en dos etapas anteriores. Meisl era el discípulo aventajado del británico Jimmy Hogan, cuyas ideas futbolísticas pasaban por conceptos como el no dar nunca un pase al aire “a ver dónde caía la bola”. El pase con intención, el desmarque, el toque, la creatividad… eran los pilares básicos de aquella filosofía de juego. En aquella época, Meisl tradujo aquello en un 2-3-5 (táctica denominada «la pirámide invertida«) que formaba la por entonces célebre “W-M”.

Los tres mediocampistas, sobre todo el central, jugaban un papel fundamental en aquel sistema. Y ese papel correspondía, de manera indiscutible, a Matthias Sindelar. Dada su nacionalidad y su forma elegante de moverse en el campo, unida a su exquisita técnica y visión de juego, era conocido como “el Mozart” del fútbol.
Aquel equipo, en el que también destacaban hombres como los defensas Karl Sesta y Franz Wagner, los medios Josef Bican y Karl Zischek, y los delanteros Johann Horvath y Rudolf Viertl, cosechó una gran racha entre 1931 y 1934, y en los 31 partidos previos al Mundial de Italia cosechó 28 victorias, 1 empate y 2 derrotas. Entre los mejores triunfos, destacaron la humillación a Alemania (5-0 en Viena y 0-5 en Berlín), el 8-2 a Hungría… y un 2-4 a Italia en Turín, meses antes de la cita mundialista.
El Wunderteam se hallaba, por derecho propio, entre las selecciones favoritas a alcanzar la gloria en la segunda Copa del Mundo. Las victorias ante Francia (3-2) y ante Hungría (2-1) abrieron las puertas de las semifinales a los austriacos. Pero enfrente esperaba la anfitriona Italia, dirigida por el mítico Vittorio Pozzo.
Un solitario gol de Guaita para los azzurri acabaron con las esperanzas austriacas, a pesar de que la posesión del balón y las continuas ocasiones caían de su lado. Destacó el papel de Luis Monti marcando a Sindelar aquel día, así como el guardamenta italiano Giampiero Combi. Por si fuera poco, Italia tenía de su lado cierta ayuda en la permisividad con la que el colegiado sueco Ivan Eklind veía el juego de la selección local. Así las cosas, Austria cayó eliminada y, desanimada al perder su gran oportunidad, cayó en la final de consolación ante Alemania. El 4º puesto sabía a muy poco para los jugadores de Meisl.
Dos años después, Austria caería, de nuevo ante Italia, en la final de los JJOO de Berlín. Pero algo mucho peor esperaba al destino de aquel equipo y a todo un país: las ansias expansionistas de Adolf Hitler. Meisl no viviría para verlo, pues murió de un infarto el 17 de febrero de 1937, pero el 12 de marzo de 1938 se produjo la Anschluss, es decir, la anexión de Austria por parte del III Reich, y la consiguiente desaparición de la selección austriaca.

Un partido entre Alemania y Austria de siniestro sobrenombre “el Partido Final”, tuvo lugar el 3 de abril de 1938 en el Prater de Viena. Se esperaba una actitud dócil de los austriacos frente a los triunfales alemanes. Nada más lejos de la realidad: la selección local venció por 2-0 en el que sería su último partido antes del final de la Gran Guerra que entonces estaba en ciernes. Los goles fueron marcados por Sesta y Sindelar. Éste, al marcar el 2º tanto, se fue a celebrarlo ante la tribuna donde estaban las autoridades nazis, en un gesto de provocación.
Sindelar se negó a abandonar su país, así como a engrosar las filas de la selección alemana de cara al Mundial de Francia de 1938. La Gestapo no tardó en elaborar informes negativos sobre el gran jugador austriaco, que lo calificaban como “reacio a acudir a manifestaciones del Partido y amistoso hacia los judíos”. El 23 de enero de 1939, los cuerpos sin vida de Sindelar y su novia aparecían en su apartamento. La versión oficial dijo que se debía a una intoxicación por monóxido de carbono.
Así de abrupto fue el fin de este gran equipo, que legó, sin embargo, una forma de entender el fútbol que ha traspasado fronteras y generaciones.