El timing es perfecto. Precisamente para Semana Santa, el Villarreal decide obrar otro de sus milagros y, adaptando una historia bíblica, emula al todavía pastor David en su inesperada victoria contra el gigante filisteo, Goliat. Nada menos que el Bayern de Múnich, campeón de la Champions hace solo dos temporadas. Un dato, por otra parte, que solo endulza el éxito.
No es que la gesta salga de la nada. Los castellonenses se habían cargado anteriormente nada menos que a la Juventus de Turín, otro de los continuos aspirantes al gran título. Y aquello ya podía parecer casi un acto divino. Si bien el Villarreal es un equipo sólido y a tener siempre en cuenta en la primera división nacional, los grandes nombres que se barajan en la Champions generan, por obligación, escalofríos a los rivales. Con la Juventus y el Bayern podría barajarse incluso el mote de «coco», el «hombre del saco» que viene a robar y destruir tus sueños de gloria.
Siempre que no seas el Villarreal, claro.

La primera victoria en la Cerámica, hace tan solo una semana, emuló a David pidiéndole a Saúl (encarnado en su fiel afición) que lo dejara verse frente a frente contra el cruel guerrero enemigo. Que crea en él: que la victoria es posible. Saúl acepta, aunque no las tiene todas consigo. El Villarreal no lleva una armadura broncínea para protegerlo; su palmarés en Champions no es tan cegador como el del Bayern, y las voces de sus compañeros, así como las de sus enemigos, no dejan de recordárselo.
El hecho de que la vuelta sea lejos de casa, en el campo alemán, tampoco ayuda a la mentalidad del pueblo amenazado. Pero para David… Perdón, para el Villarreal, parece un mero aliciente más. Una semana, mil seiscientos kilómetros de distancia para coger carrerilla cómodamente y cargar la humilde honda que porta. Renovar la energía, prepararse psicológicamente. Volver a confiar en que cada victoria es única, y cada partido una oportunidad.
Y así, el Villarreal de David voltea su honda y lanza la piedra.
Y así, el Bayern de Goliat cae.
Ante los alemanes, ante su afición que, durante 95 minutos, llegó a creer que aquel primer partido en Castellón había sido un mal sueño; un aviso del que hablar durante unos días en periódicos y tertulias para después seguir mirando hacia arriba, siempre hacia arriba. Tuvo que venir Chukwueze para explicarles, amablemente, que la situación iba a reencaminarse, gol mediante.

Y así acaba para los gigantes de Múnich. Seis codos y un palmo de altura; el mejor bronce para sus cascos y coraza; y seis trofeos europeos sobre los hombros. Todo loable, sin duda; pero también inútil ante un submarino amarillo lleno de combustible de la mejor calidad y ansioso de obrar un buen milagro en Champions dieciséis años después.
De frente, las semifinales. Las opciones son infinitas, y los ánimos rozan el cielo. ¿Será el Villarreal de David, finalmente, rey de esta Copa?

Para quitarse el sombrero y hacer una reverencia.Y un ejemplo más de cómo un equipo de rango inferior es capaz de doblegar a un grande,gesta que hace a este deporte único y apasionante;en este caso tiene mucho que decir Unai Emery al que en el Sevilla se le conoce a fondo y sabemos de sus magníficas capacidades para moverse con éxito por Europa.
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