Rabah Madjer demostró su calidad y sangre fría para empatar con un maravilloso gol de tacón la final de Copa de Europa del año 1987 que disputaban Oporto y Bayern Munich. Este fabuloso futbolista argelino fue todo un espectáculo como jugador, sin nada que desmerecer ante cracks de aquella época como Rummenigge o Matthäus, por ejemplo. Madjer tiene algo en común con Pelé, Francescoli, Kempes, Maradona, Batistuta, Romario, Zico o Rivelino. Cualquiera de ellos podría haber sido nombrado sin duda como mejor futbolista del mundo. Lo que hoy se conoce como Balón de Oro.
Pero ninguno recibió esa distinción, porque dicho nombramiento, hasta hace muy poco tiempo, solo se otorgaba a jugadores europeos o que militasen en algún club de Europa. Toda una declaración de intenciones discriminatorias.
La Unión Europea o Federación Internacional de Fofos Ambiciosos (UEFA o FIFA, tanto monta, monta tanto), cambió hace unos años esa estúpida norma para dar la oportunidad de ganar a cualquier jugador del planeta, como siempre debió haber sido. Seguro que las fiestas y comidas de celebración no resultaban suficientes para llenar sus tripas y decidieron por ello ampliar el cupo.
Tengo que partir de la base de no creer en premios individuales dentro de los deportes de equipo, a no ser que dicho premio recaiga en el mejor, sin ningún tipo de discusión. Pero esto también se lo pasan por el forro los dirigentes lumbreras que siempre han mandado en el deporte rey.
La relación de virtuales ganadores de tan codiciado trofeo es muy extensa:
Henry, Baresi, Maldini, Xavi, Iniesta, Raúl, Klinsmann, Kahn, Buffon, Giggs, Rooney, Shearer, Totti, Pirlo, Boniek, Schuster, Laudrup, Eto’o, Drogba, Ibrahimovic o Cantona.

Aunque, para gustos los colores, porque seguro que cada uno tendrá su propia lista de candidatos. Para los honorables mandatarios de la F.E.A. (Federación de estómagos agradecidos), ninguno de los anteriormente citados reunió los suficientes méritos para ser el vencedor de tal certamen. Sin embargo, otorgaron la corona de laurel a futbolistas como Sammer u Owen, grandes jugadores, sin duda, aunque, en mi opinión, lejos de cualquiera de los que antes he citado.
Otra decisión discutida fue la de 1991, cuando ganó Jean Pierre Papin, por delante de jugadores que ganaron la Copa de Europa como Savicevic, Belodedici o Prosinecki (el de antes de venir al Real Madrid).
En los últimos tiempos, para entregar un premio tan valioso como el de ser el mejor, existe otra, a mi entender, absurda norma. Se tiene solamente en cuenta a los ganadores de algún gran campeonato, obviando injustamente a aquellos que no tuvieron la oportunidad de ser campeones de algún torneo de relevancia disputado ese determinado año. Un ejemplo de esto se pudo comprobar en 2006, cuando se nombró a Fabio Cannavaro como vencedor del Trolón de oro por haber contribuido a que su selección ganase el mundial disputado ese año.
Sin embargo, esa norma no la han tenido en cuenta en esta pasada edición, cuando le dieron el trofeo a Luka Modric, dejando aparte a candidatos que sí resultaron ser campeones del mundo, como Varane o Griezmann.
Por si fuera poco, me parece ridícula esa falsa intriga que quieren añadir a la votación final. El ganador ya se supone desde varios meses antes. El evento, que debería ser una fiesta del fútbol, ha terminado por convertirse en un desfile de moda para regocijo de los fotógrafos allí presentes.
Para terminar, me gustaría dejar una cuestión en el aire. Casi la totalidad del planeta fútbol coincide en que el mejor jugador de los últimos diez o doce años es, sin discusión, Leo Messi.
¿Entienden ahora porqué no creo en este determinado premio?
Pues eso.